Una realidad en la pantalla grande

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Lupita, Margarita y Natividad son tres madres mexicanas que viven en contextos diferentes de Jalisco y Michoacán, aunque un suceso inesperado las ha unido involuntariamente: la desaparición de sus hijos.

Sus historias serán contadas por Alicia Calderón, periodista y directora del documental Retratos de una búsqueda, que en este momento se encuentra en la etapa de postproducción.

“Trabajaba para un medio en Estados Unidos, que me pedía notas de seguridad. Cada vez que iba a manifestaciones, me daba cuenta de que la mayoría de esa gente no estaba buscando muertos, sino desaparecidos. Por eso decidí que la historia de los desaparecidos era la que quería contar”.

El filme, que muestra la experiencia personal y legal de tres madres motivada por la desaparición de sus hijos, pone de manifiesto sustanciales huecos jurídicos y logísticos, tanto de la administración del ex presidente Felipe Calderón como del actual gobierno de Enrique Peña Nieto, ya que “es difícil buscar a alguien cuando la desaparición ni siquiera está tipificada como delito. Necesitas pruebas para afirmar que una persona fue privada de su libertad y no que huyó por su propia voluntad, pero son tantos los casos de desaparecidos, que es difícil creer que todos hayan querido irse”. Además, la desaparición como noción sólo está considerada en la ley bajo el concepto de “desaparición forzada”.

Los ciudadanos deben enfrentarse no sólo a estas dificultades, sino a la resistencia de las dependencias encargadas de registrar denuncias, pues “en algunos casos ni siquiera les dan el número de averiguación del caso, sin el cual no es posible seguir una investigación. En uno de los casos, supimos hasta después de varios años que la denuncia ni siquiera estaba levantada”.

Alicia Calderón dice que existe una agencia de desaparecidos, “pero hay dos o cuatro personas atendiendo miles de casos. Las autoridades dan prioridad a los casos que ya tienen una línea de investigación, desarrollada por las familias de las víctimas.
“Decidimos no abordar si las víctimas son inocentes o culpables de algún delito, ni criminalizarlas ni idealizarlas, sino que ponemos sobre la mesa la desaparición en sí misma, como una realidad a la que no deberíamos acostumbrarnos”.

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