Noé Morales

1441

Guadalajara ha sido siempre una ciudad de contrastes; su ordenación geográfica, por ejemplo, respondió inicialmente a criterios clasistas que de muchas formas se mantienen. Analco —que fuera un pueblo indígena durante el siglo XIX— se convirtió en un barrio más de la ciudad que siguió guardando el sello racial de sus primeros habitantes y, con ello, muchos prejuicios para quienes han vivido del otro lado del río que hoy es una Calzada.

El director teatral y dramaturgo Noé Morales, originario de la Ciudad de México, encontró en Guadalajara elementos que como éste confrontan dos pensamientos radicalmente distintos, que conviven y definen a nuestra ciudad. Morales se asoció con la artista escénica local Karina Hurtado para crear Nadie nos verá llorar. Chéjov en Analco, una pieza teatral que se concentra en los últimos veinte años del siglo XX en Guadalajara, cuando aparecieron movimientos contraculturales que confrontaron a la moral católica reinante.

Guadalajara, el corazón y Chéjov, la estrategia
La idea de Chéjov en Guadalajara suena en principio, además de extraña, arbitraria, sin embargo hay en ambos universos elementos que se tocan. Sobre el origen de esta idea Morales nos cuenta: “Desde hace seis años he estado haciendo obras en torno a Chéjov, el primer acercamiento fue por medio del director Jorge Vargas. Juntos hicimos un proyecto para el Centro Universitario de Teatro de la UNAM y me quedó la inquietud sobre el autor, no para montar sus obras, sino para usarlas como plataforma, como un material que cruzar con otras cosas. Por otro lado tenía muchas ganas de volver a trabajar en Guadalajara luego del montaje “Ser sus ojos” que realicé junto a la actriz Claudia Recinos. Ese interés encontró complicidad con Karina Hurtado y su agrupación Ánima Escénica. A mediados de 2016 la busqué y le propuse realizar algo sobre Las tres hermanas de Chéjov. También hablé con Meztli Robles, una performer local que me gusta mucho y uní cabos para armar las tres hermanas. Hicimos un proyecto para Jalisco a Escena que resultó ganador y con ese recurso produjimos la obra.”

La Rusia de entresiglos que descascaraba la hipocresía de las formas sociales de una clase media desencantada de su presente y del porvenir, es uno de los elementos del teatro de Chéjov que podrían conectarse con Guadalajara y sus relatos.

Sobre qué toma de Chéjov y por qué, Morales señala: “Luego de trabajar varias obras de Chéjov sentí que había cursado una especie de diplomado que me permitió reconsiderar lo que él dejó como escritura. Me identifico con muchas cosas, el desencanto vital, cierta ironía en la manera de ver las cosas, las tensiones entre la tradición y lo nuevo, así como sus personajes femeninos. Encontré que en Las tres hermanas hay personajes muy potentes, si y sólo si se reelaboran, no me interesaba ni antes ni ahora montar las obras tal cual, sino que nos funcionaran para entretejerlas con algo más. En Nadie nos verá llorar, entrecruzamos el mundo chejoviano con las explosiones en Analco del noventa y dos y encontramos un correlato entre las catástrofes narradas por Chéjov y esa catástrofe real que ocurrió en Guadalajara. Construimos un relato intermedio entre la ficción de Chéjov y su mirada y el documental sobre Guadalajara, no sólo sobre las explosiones sino también sobre sucesos que ocurrieron entonces en los años ochenta y noventa, como un periodo peculiar para la ciudad, en un espacio intermedio entre la realidad y la ficción.”

Discurso, ficción y realidad
En los años ochenta y noventa nuestra ciudad fue habitada por el orgulloso cinismo del pintor Kraepelin, por la música y las licenciosas letras de Julio Haro y El Personal, por los conciertos antes impensables de Mano Negra o Radiohead en el Roxy. ¿Qué de aquella Guadalajara aparece y cómo lo cuentan las tres hermanas?

“Trabajé con el elenco, al que posteriormente se sumaron Azucena Evans y David Arellano, a través de un laboratorio de creación. En principio senté algunas líneas maestras de investigación, sobre las que ellos pensaron su ciudad en aquellos años, en cómo la vivieron. La dramaturgia fue primero un trabajo colaborativo que finalmente yo escribí. Aquella Guadalajara no fue sólo la de la tragedia en Analco, sino también un lugar jovial creado por un ambiente artístico y festivo. El elenco no encarna personajes chejovianos y tampoco son ellas mismas. Construimos una presencia escénica más que un personaje, a veces coquetean más con uno u otro lado, no son sólo testimonios personales ni tampoco parlamentos chejovianos, todo está reelaborado a favor de la memoria.”

La apuesta escénica de Morales se define por conectar tanto el discurso como las estrategias performáticas con la realidad, con aquello teje la historia de los lugares en los que trabaja para así combatir una tendencia global que borra las singularidades que tanto interesan a su dramaturgia. ¿Qué hace el teatro con la realidad?

“El teatro es un espacio de conversación sobre lo social, independientemente de los estilos, para mí el teatro debe hablar de una problemática social específica, además de tener la vocación de poner a conversar a la gente sobre eso, ese es el teatro que me interesa ver y hacer. Trato de dialogar con el contexto en el que trabajo. Me muevo mucho, soy un gitano a quien le encanta lo específico de las cosas, en esta época del mass media, de lo global, el teatro tiene que ser un espacio de conversación sobre lo pequeño en el sentido de lo cercano, de lo comunitario.”

PRESENTACIÓN

Nadie nos verá llorar. Teatro Experimental. Del 26 al 29 de enero y los días 3, 4, 5, 10, 11 y 12 de febrero.

Artículo anteriorLeones Negros quieren seguir invictos
Artículo siguienteTras los reflectores