Wagner o el drama cósmico

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Entre los muchos escritos que hizo Richard Wagner para teorizar acerca de lo que debería ser la música —sobre todo la de él mismo—, es entre los últimos donde sus palabras permiten apreciar la consumación de un pensamiento estético y filosófico que le costó, por cierto, casi toda su vida el poder plasmarlos en su propia obra. Es en ellos que se refiere a la ópera —de la cual hizo el vehículo poderoso y absoluto de su creación— como “una imagen visible de la música”.

Parte de esa concepción artística se podrá apreciar este fin de semana con el programa que ofrece la Orquesta Filarmónica de Jalisco, al presentar un concierto especial con obras del compositor alemán, y para el que se contará con la participación de la soprano estadounidense Amber Wagner, quien ganó en 2007 el Metropolitan Opera National Council Auditions Grand Finals. Tanto con participaciones vocales como orquestales, las piezas que serán interpretadas pertenecen a las óperas El holandés errante, Lohengrin, La Valquiria, Tannhäuser, Tristán e Isolda y Los maestros cantores.

Wagner siempre ha sido calificado como un compositor difícil de abordar por intérpretes y directores. Se ha hablado de que dado lo exigente que son sus óperas son poco representadas, ya que no sólo requiere una gran preparación de los músicos que han de encomendarse a ellas, sino porque también necesitan de una gran disposición de los auditorios a los que van dirigidas, quienes deben permanecer estoicos en sus asientos durante horas, y con los rudimentos necesarios sobre dramaturgia y mitología que les permita mantener la atención en su narrativa, nada fácil de digerir.

Pero también es cierto que a ya más de doscientos años de su nacimiento, Richard Wagner es un compositor no más intrincado que su propia vida, a la que él mismo y sus seguidores y adversarios se encargaron de convertir en un mito unido al mito creativo; un drama en sí mismo, o como diría Nietzsche: “Wagner […] junto al Wagner que ha escrito la música más solitaria que existe, ha sido además, esencialmente, un hombre de teatro y un comediante, el mimómano más entusiasta que tal vez haya existido jamás, incluso como músico”.

Nietzsche escribiría aquello con aire despectivo al truncarse la relación que tenía con Wagner, pero al fin y al cabo esto no estaba en contra de los intereses del músico, y de hecho es parte fundamental de su obra, porque en ello va su pensamiento.

De esto nos da cuenta el escritor Bryan Magee en su libro Wagner y la filosofía: “Lo que Wagner ha desarrollado es una forma de drama en la cual la realidad externa, visible, se representa en escena, mientras la interioridad invisible e intangible de la misma realidad es articulada por la música, confiriéndole así una expresión unificada a la realidad interna y externa al mismo tiempo. Esto va más allá de lo que haya podido alcanzar, antes, la ópera incluso más grandiosa, en parte porque es la ejemplificación consciente de una total comprensión filosófica del mundo. La ópera, la gran ópera, siempre había sido una forma del drama en la cual el medio básico de expresión era la música, pero el tipo de interioridad que se había articulado antes se limitaba a la vida interna de los personajes, a sus sentimientos y pensamientos secretos, y a lo que podemos llamar la atmósfera subyacente de una escena o el significado oculto de una situación”.

Magee dice que aunque Wagner continuó con esto, le añadió algo totalmente diferente: “Lo que podríamos llamar la superficie de la música sigue estando interrelacionada con lo que ocurre en el escenario, pero en sus profundidades inimaginables la música no es, en absoluto, una expresión de lo que está ocurriendo en el escenario. Tanto la música como la acción en escena son expresiones de algo más, y de ese mismo algo más: uno de su naturaleza interior, y el otro de la exterior. Y no hay ninguna duda sobre cuál de las dos tiene mayor peso”. Porque este drama “no representa sólo a personajes humanos sino a la totalidad del esquema cósmico de las cosas dentro del cual los humanos tienen su ser”.

Este universo wagneriano sólo podrá ser percibido en parte en un concierto que presenta fragmentos de las monumentales obras de Richard Wagner, pero sin el montaje escénico.

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