Un escritor católico

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Quizás resultará extraño para muchos lectores que en estos tiempos exista un escritor católico en nuestro medio, pero es justamente porque Guadalajara tiene profundas raíces religiosas que cabe el trabajo literario de Luis Sandoval Godoy, cuya obra comprende más de setenta títulos, en distintos géneros literarios: cuento, relato, novela y ensayo, pero quien es prácticamente un desconocido para las nuevas generaciones “ilustradas”.

Este desconocimiento se debe en parte a dos razones; primero que el estilo literario y los temas narrados por Sandoval Godoy están muy alejados de la sensibilidad y de la estética preponderantes en el mainstream, y, segunda, a la nula divulgación de su obra más allá del círculo personal, social y cultural en el que gravita.

Pero también, por una convicción personal del propio escritor de anular cualquier actitud y acto que implique inflamar el ego personal y que fomente la idea de que se es un escritor, porque para este autor escribir es un acto de reflexión consigo mismo frente a Dios. Sí, un escritor católico, en una Guadalajara más cerca al mundanal ruido.

Ciudad y fe
Fue a mediados de la década de los años sesenta, en esta Guadalajara que se trasformaba en un centro urbano pero que seguía siendo un “pueblo grande”, cuando el joven Luis Sandoval Godoy publicó el primer libro de relatos: Los niños, los viejos, la muerte, impreso que sorprendió por la buena factura literaria y se le reconoció entregándole a su autor el Premio Jalisco, correspondiente al año de 1965.

Entonces se ganó la consideración como escritor de la pequeña comunidad literaria, entre ellos, de Ernesto Flores, Arturo Rivas Sainz y Adalberto Navarro, que lo vieron como una propuesta fuerte de la literatura jalisciense, en una ciudad donde todos se conocían y sabían de la afinidad al catolicismo del joven Luis.

Sandoval Godoy refrendará su presencia en la vida cultural en los siguientes años con dos libros que acabaran por definir su estilo literario, que se convirtió en la marca de agua de su posteriores obras: Gentes, Ediciones Albor, publicado en 1967 y Las malas lenguas, Ediciones Coatl, de 1969.

En el primero, dibujó una serie de semblanzas sobre personajes populares como: “Pasculillo”, “Severita”, la señorita Elisa Sánchez Rubio, Policarpio, Rogelio el busca fiestas, entre otros retratos costumbristas; mientras que en el segundo, presentó seis relatos de sabor pueblerino, sorprendiendo gratamente el que titula al libro “Las malas lenguas”, así como “Que Jesús Núñez” contado en primera persona y “Sólo un retrato”.

Luis Sandoval Godoy no aspiraba emigrar a la Ciudad de México para labrarse una carrera de escritor, y se le identificó como parte del grupo que trabaja en torno al periódico El Informador y que editaba el suplemento cultural, como Víctor Hugo Lomelí, quien durante más de cuatro décadas escribió la columna La Agenda de la Cultura; José Luis Meza Inda, quien consolidó la crítica de arte; así como Alfonso de Lara Gallardo, quien destacó en el arte del dibujo, la acuarela y la pintura sacra.

Sandoval Godoy, como escritor católico, practicó un género literario que pocos prosistas contemporáneos abordarían: la hagiografía; más significativo porque corresponde a personajes muy cercanos, no sólo en el tiempo, sino en el afecto, al propio autor. De hecho su primer libro correspondió a este género: Flor de santidad, publicado en 1954. A esta hagiografía con el trascurso de los años le seguirán: Magallanes y Caloca, editado en 1992; José Isabel Flores, Flos Florum, 1993; San Cristóbal Magallanes, 2000; El Pbro. Dr. José Pilar Quezada Valdés, 2003; Quién fue Federico de Aguinaga, 2004; entre otros.

Como hombre de pueblo y de fe, avecinado en la ciudad, el tema de la Cristiada le pesaba en el ánimo y en la inteligencia, por lo que escribió dos libros con dicho tema: Inéditos de la Cristiada, editado en 1990, serie de relatos; y La sangre llegó hasta el río, publicado en 1990, novela sobre las circunstancias de cómo una mujer se enrola en la lucha armada hasta encabezar un grupo de cristeros.

Estos dos libros, junto a las primeras obras Los niños, los viejos, la muerte, Gentes y Las malas lenguas, representan los ejemplos más acabados del estilo de Sandoval Godoy, textos que merecen una cuidadosa lectura y un atento análisis para ubicarlos en esa breve historia de la literatura jalisciense que falta por escribirse.

Este año Luis Sandoval Godoy prepara la edición de la correspondencia que recibió durante el transcurso de su vida con escritores, académicos e intelectuales de la talla de Antonio Alatorre, Agustín Yáñez y Jean Meyer, entre otros. Es la mejor forma de reconocerse como un escritor de la provincia, que nunca tuvo la tentación de emigrar, porque se apegó al dicho de que hay que florecer donde Dios le planta.

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