Un cerro con un futuro incierto

1944

En la casa de la señora Arcadia Núñez Villarreal, ubicada en la calle Tuxtla, esquina con Uxmal, en la colonia Pinar de la Calma, aparecieron grietas de hasta cinco metros de largo en techos y paredes.

La causa de los daños en este y en otros 10 inmuebles son las máquinas que trabajan día y noche en la construcción del fraccionamiento Paisajes del tesoro, el cual se encuentra en la ladera del Cerro del Gachupín, donde colindan los municipios de Zapopan y Tlaquepaque.

“Se sienten temblores y vibraciones días enteros, sobre todo cuando pasan un taladro que rompe el suelo y las máquinas compactadoras”, comenta la señora Arcadia, quien vive en la colonia desde hace más de 20 años.

La vibración y crujido de las paredes pueden ser durante el día o la noche, y son tan intensos que en ocasiones ha tenido que salirse de su casa. “Una vez tuvimos que salir como 10 vecinos a decirle al señor que parara la máquina. No nos hacía caso. No sé si porque no nos veía o no nos escuchaba”.

Hay daños en la sala, en dos recámaras, pasillos y bardas exteriores. Además, una puerta de la planta baja ya no se puede cerrar. “Cada día encuentro una nueva grieta. Lo que quisiera es que paren la obra o que por lo menos arreglen mi casa y la dejen tal y como estaba”.

A cinco pasos de la construcción, en la esquina con Sierra de Tapalpa, se encuentra el domicilio del señor Roberto Zúñiga Dietrich. En su casa las grietas predominan en el techo de las habitaciones, a la entrada, así como en la fachada de piedra de la misma.

“Con las lluvias son frecuentes los deslaves de lodo, pero también con grandes rocas que bajan del cerro. Cada día que amanece vemos un árbol menos. Usan una máquina muy poderosa, que cimbra toda la casa y las banquetas están rotas. En mi casa están apareciendo grietas. He intentado comunicarme a las oficinas de la constructora y del supuesto abogado y hasta en ventas, porque quiero que alguien me responda por los daños, pero nunca tengo respuesta. ¿Los daños a mi casa quién me los va a pagar?”

El residente del la obra Paisajes del tesoro se identificó como el ingeniero Héctor Angulo y negó dar una entrevista a La gaceta. Sin embargo, afirmó que los daños a las casas cercanas a la construcción no son a causa de los trabajos de maquinaria de alto tonelaje.
“(Se están construyendo) lotes. No sé el número que sean, pero no creo que llegue a 240. La gente de todo protesta, pero es improbable que las casas tengan daños, aunque si no las construyeron adecuadamente pudiera ser, pero no creo y desconozco si están en zonas de relleno”.

La colonia Pinar de la calma fue establecida el 23 de diciembre de 1974. El propietario del terreno era Eduardo Rafael Aviña, exacalde de Guadalajara. Entonces el área estaba conformada por mil 88 lotes. Hoy son 53 manzanas y mil 388 lotes en total.

Con el fin de apoyar las quejas planteadas en la colonia y hacerlas llegar a las autoridades correspondientes, el presidente de la Asociación de Vecinos de Pinar de la calma, Guillermo Orozco López, presentó una demanda en la dirección de Obras Públicas del ayuntamiento de Tlaquepaque, con el número de expediente 20 1231/2012 (de la cual La gaceta posee una copia), en la que solicitan la suspensión de la obra o la respuesta por daños.

“Estamos obligados a apoyar a los vecinos. Por eso presentamos sus quejas al ayuntamiento, porque han colapsado pavimentos y viviendas. Además, el movimiento de suelos ocasionó que un árbol cayera arriba de un automóvil. Por ello y con relación a los daños físicos a la propiedad de un interesado, el propietario también tiene el legítimo derecho de acudir a los tribunales de primera instancia para hacer que aquel que le causó un daño, obligarlo a resarcirlo”.

A la fecha continúan a la espera de la resolución por parte de las autoridades correspondientes.

Falta de gestión ambiental
La urbanización del Cerro del Gachupín, conocido también como cerro del Tesoro y que tiene una altura de mil 750 metros, representa una afectación no solamente a los vecinos, sino a toda la ZMG, y es una muestra de la falta de planeación urbana y de voluntad para la conservación de sus áreas verdes.

El ayuntamiento de Tlaquepaque autorizó una primera etapa de construcción de 240 lotes, como confirmó Ernesto Romero, director de Desarrollo Urbano, quien dijo que todo se está realizando según los planes parciales, ya que el cerro se encuentra en una zona susceptible de desarrollo.

Sin embargo, el Cerro del Gachupín fue declarado área de conservación por el Plan de Ordenamiento de la Zona Conurbada de Guadalajara, que fue aprobado y ratificado legalmente en 1982, y que actualmente sigue vigente.

Esto establece que a partir de la cota de mil 700 metros, es decir, la parte alta del cerro, es un “área que se destinará a mantener el equilibrio ambiental por sus características naturales o paisajísticas”.

Ello no significa que construir en las laderas no provoque afectaciones: “Es lo mismo que pasa con todas las especulaciones: originariamente el área de reserva es más amplia y luego se la va comiendo la urbanización”, dijo al respecto Adriana Olivares, investigadora del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD).

“Vamos caminando hacia atrás. Los espacios verdes tienen una función ambiental y una social. La tendencia mundial es tener más cinturones naturales dentro de las ciudades, para garantizar mejor calidad del aire y espacios recreativos. Mientras, aquí queremos urbanizar todo, incluso lo que está destinado a la conservación del entorno natural”.

Según Eduardo Salcedo, investigador del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA), responde a una falta de visión ambiental por parte de las instituciones, aunado a los fuertes intereses económicos ligados a la urbanización.

“Puede haber cierta complicidad por parte de las autoridades en autorizar este tipo de estudios de impacto ambiental y de urbanización, cuando en base a los criterios legales y técnicos no se tendrían que autorizar”.

Agrega que en cuestiones ambientales existe una doble cara: “Todos estamos convencidos de que cada vez el ambiente está más deteriorado y que necesitamos atenderlo, pero por el otro lado no nos comprometemos a tomar medidas que realmente ayuden a mitigar o detener este deterioro que estamos ocasionando”.

Fernando Córdoba, experto en manejo de aguas del CUAAD, dijo que “falta definir los servicios ambientales que nos prestan las áreas verdes, en términos de costo-beneficio, pero como no existen políticas fiscales al respecto, la autoridad tiene todas las de ganar, en el sentido de que se deslinda de esa responsabilidad”.

Todos los expertos consultados coinciden en que esta falta de voluntad política, que se traduce en una carente coordinación y gestión ambiental a nivel de la Zona Metropolitana de Guadalajara, es una de las principales causas de la pérdida paulatina, pero incesante de áreas verdes. Aunque haya leyes de protección estatales, cada municipio tiene autonomía en la gestión del suelo.

“El problema es la discrepancia entre lo que le conviene a la ZMG y lo que le conviene al municipio”, dice Adriana Olivares. “La gestión del área metropolitana surge justamente cuando se tienen que bajar las resoluciones a nivel de municipio”.

El deterioro del medio ambiente
De acuerdo a un documento técnico del Instituto de Información Territorial del estado de Jalisco, fechado el 18 de septiembre de 2012, el 18 por ciento de la ZMG se asienta sobre unidades naturales modificadas, lo que deja casi sin efecto su sistema de drenaje natural.

El proceso de alteración, especifica el informe, incluye afectaciones a barrancas, cauces de ríos y arroyos, y también “modificaciones severas a la geometría de algunas laderas de fuerte pendiente”, entre las cuales se incluye al Cerro del Gachupín. El municipio con más superficie afectada es justamente Tlaquepaque.

“Las consecuencias ahora son evidentes -sigue el documento-: deslizamiento de lodo y piedra, hundimientos e inundaciones”.

Deslaves, inundaciones y obturación de alcantarillas son los principales problemas de la urbanización de las laderas del Cerro del Gachupín, señala Luis Valdivia, investigador del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH).

“Esa es la zona alta de lo que era la cuenca de Santa María, que es donde hay más proceso de infiltración; es la parte más sensible, donde el impacto a las condiciones del uso del suelo repercuten de manera negativa en las partes media y baja”.

Agrega que “con una pendiente arriba del 12 por ciento no se puede construir, y esa tiene más del 30. Para acondicionar el terreno para poder construir viviendas, se está cortando de manera impresionante la ladera del cerro, compuesta por materiales susceptibles a la erosión, lo que provoca un impacto marcado a sus condiciones de estabilidad”.

Este impacto debería tener remediaciones importantes, continúa el experto, “que son costosas, y por lo mismo no se hacen”.

Concluye: “Es un proceso paulatino de permeabilización de zonas con condiciones importantes de infiltración, lo que por consiguiente va a aumentar el agua que escurre por las calles y las inundaciones, incluso de agua contaminada que sale de los colectores, lo que representa un problema de salud pública”.

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