Rogelio Guedea

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Rogelio Guedea (Colima, 1974) es poeta, ensayista, novelista y traductor. Estudió Derecho y Lengua y Literatura, se doctoró en Letras por la Universidad de Córdoba (España). Es profesor de tiempo completo en la Universidad de Otago en Nueva Zelanda. Ganó el Premio Adonáis de poesía en 2008.

Guedea ha dicho: “Pensaba que para escribir poesía tenía que estudiar letras.Tremendo error. Como poesía y vida están fundidas, entre más conozca el poeta, mejor. Me gustaría saber, por tanto, todos los oficios, vivirlos incluso, tener la experiencia de un doctor, un arquitecto, un ingeniero. Robarme ese conocimiento y esa experiencia. El poeta está a la caza de toda vivencia porque toda experiencia nueva es un hallazgo, y cada hallazgo nos desvela un misterio vital, emocional, intelectual. Por eso, si pudiera, me gustaría ser muchas personas a la vez”.

Donde no se habla español
He visto, sí, que mi forma de ver la realidad ha cambiado grandemente, y que esto ha modificado mis recursos expresivos, pero he logrado adaptarme a esta nueva realidad y ver la otra, la que dejé en México, de una forma integrada. Es paradójico lo que voy a decir, pero soy otro sin dejar de ser el mismo.

Dialogar con uno mismo
Para mí la poesía es la más alta vía de comunicación, pues a través de ella uno lograr penetrar en esas fronteras que normalmente no bordeamos. Mientras la comunicación cotidiana nos lleva a tratar con la superficie de la realidad, la comunicación poética, en cambio, pasta en las honduras de nuestro ser. Es, en ese sentido, un monólogo y un diálogo al mismo tiempo. Y nosotros somos los principales interlocutores.

Concebir el lenguaje
Para mí el sentido de la poesía se ha modificado radicalmente. Haber salido de México (primero a España y luego a Nueva Zelanda) me dio la posibilidad, principalmente, de darme cuenta que había otra forma de hacer y de concebir la poesía, y que la poesía no era como el canon poético mexicano lo dictaba, o los regentes de ese canon nos la querían hacer ver. La poesía es siempre algo más que eso. Venir a Nueva Zelanda, por ejemplo, me dio esa libertad que considero esencial para los que escribimos poesía.

El mundo desde el extranjero
Mi concepción sobre México no es más la misma ya, pero tampoco lo es lo extranjero. Esto me ha ayudado a ser más yo, aunque no lo parezca. Me ha hecho lamentar las cosas que suceden en mi país, pero también a valorar muchas otras que yo no había visto. El hecho de sentarnos todos a comer a la mesa es un hábito que los mexicanos deberíamos intentar exportar a otros países en donde, por ejemplo, esto ya no sucede. Ya no pasa en Nueva Zelanda. Las familias comen dispersas en la sala, la habitación, el estudio, frente al televisor, ya no en la mesa, todos reunidos. Estas pequeñas cosas, en conjunto, me han hecho, como he dicho, otro distinto y, al mismo tiempo, me ha reafirmado mi propia identidad.

La soledad para la poesía
Es el único ámbito en el que puedo realmente escribir. Y creo que nos pasa a la mayoría de los escritores: porque escribir es un ir hacia adentro de nosotros mismos. Tal vez nuestro interior esté poblado de gente con la que dialogamos, pero es muy distinto ese diálogo a los ruidos de afuera. Las ventanas por las que miramos cuando escribimos miran hacia dentro de nosotros mismos.

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