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Rob Hernández, apasionado por las historias de la diversidad

Radio, libros de crónicas, cine, diseño y más son las vías a través de las cuales egresado del CUCSH ha generado proyectos para preservar la memoria de la lucha LGBT+ en Jalisco. Para entender qué lo motiva en esta lucha incansable, hay que remontarse a su pasado

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Rob Hernández es una fábrica de ideas que parece no cesar. En su departamento, hay un pequeño espacio donde se sienta a producir un mundo de proyectos que son movidos por una fascinación común: contar las historias de la diversidad sexual en Jalisco.

Su sello es RobsMx y desde esa iniciativa cada semana realiza el programa de La Décima Radio, a través de Jalisco Radio y plataformas de podcasts; pero también dirigió el documental Cónyuges, que narra la historias de los primeros matrimonios de jaliscienses del mismo sexo, y ha presentado dos ediciones del libro digital Sarao_, con crónicas de la vida LGBTTTIQ+.

Esos tres proyectos son sólo uno de los tantos que el egresado de Comunicación Pública del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) ha hecho en los últimos años, pero su ímpetu parece imparable.

En términos prácticos a Rob le encanta el chisme, «soy un chismoso natural», se describe a sí mismo; pero para entender qué lo movió a involucrarse en poner la comunicación al servicio de la causa de la diversidad hay que remontarse muchos años atrás, cuando él era «un niño luminoso».

«De joven era muy artístico, siempre quise ser actor, cantante, bailarín, estudié siete años danza folclórica, hice musicales, escribía poemas, cartas, canciones, tengo muchas libretas de cuando era joven. Yo era un niño que tenía chispa, que brillaba, que bailba, que actuaba«.

«Dejé de hacer todo eso porque me sentía discriminado».


«Porque yo no cumplía con los estándares estéticos de lo que era ser un ‘niño Televisa’, porque ‘eso era de jotos’, porque era afeminado, porque no jugaba futbol y me gustaba la gimnasia».

Como a muchos niños en el mundo, a Rob le arrebataron sus sueños por miedo de ser violentado; por ello optó por mantener un perfil que lo mantuviera a salvo en un mundo rodeado de homofobia.

«De alguna manera, empecé a modificar toda mi apariencia, mi forma de ser, dejé de ser ese niño gordo, afeminado, que hacía lo artístico y me fui más al tema de producción, de estudiar, me refugié en las calificaciones».

«Hubo un momento en el que dije: ‘¡no!, tengo que recobrar a ese niño de siete años que no tenía conciencia de la discriminación ni prejuicios de la gente‘».

«Así comencé a escribir, que fue mi primer escape para regresar a esa persona que dejé de ser por las presiones sociales».

Y fue justo en el género de la crónica donde abocó la inquietud por registrar la vida que le tocó, pero también la que otros, otras y otres han vivido.

Rob Hernández. Fotografía: Abraham Aréchiga

Pasión por el registro de la historia de las luchas y los júbilos

A Robs se le ve en conferencias, presentando iniciativas de arte y diseño, apoyando a organizaciones activistas por la diversidad sexual, pero también escudriñando en la memoria del pasado reciente de la vida gay en Guadalajara.

«Lo que más me gusta es seguir conociendo historias, creo que todos los proyectos se encierran en conocer y divulgar historias de la diversidad».

«Hay mucha historia de la diversidad sexual en Jalisco y pocas personas la están rescatando; pareciera que todo sucedió en Ciudad de México y nada acá, y conozco miles de historias, entonces vi que era una gran área de oportunidad».

Hace tiempo el comunicador compartió una serie de perfiles de personajes jaliscienses que han destacado en la lucha LGBTTTIQ+, que se llama «A mano suelta» y se puede disfrutar en la revista digital Kä Volta.

Esa idea se ha transformado y ahora ha buscado que más personas se animen a escribir sus historias, con el fin de preservar la memoria del presente y los años recientes en cuanto a vivir la diversidad; así lo ha hecho con el proyecto Sarao_.

Él recuerda que vivió una adolescencia maravillosa en una Guadalajara con lugares que consideró increíbles y referentes de la vida gay, como el Bar Mónicas. Y así como él lo vivió, busca que esos momentos se sigan plasmando para que otros se identifiquen.

«Este trabajo que hago no lo hago tanto por mí, sino por aquellos jóvenes que a lo mejor necesitan ese apoyo y ese ejemplo para decir: ‘no importa mi orientación, identidad de género, yo valgo por mi persona‘».

«Transmitir esas emociones y que alguien que las lea lo pueda sentir».

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[ 👉🏽 Lee «Ilusiones, amores y pozole de cantina», crónica sobre El Ciervo, una de las más antiguas cantinas gay de Guadalajara, escrita por Roberto Hernández ]

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Además, considera que contar estas historias también permite recordar a «personas que en los años 80 se dedicaron en cuerpo y alma a salvar vidas, pues era cuestión de vida o muerte».

Hoy, pese a que se sigue viviendo homofobia, lesbofobia y transfobia en muchos ámbitos, las condiciones para quienes viven la diversidad es mucho más favorable y se ha ganado terreno en la lucha.

«Que hoy pueda ir a preparatorias y vea a chicos que van con maquillajes, que toman a sus novios de la mano, que pueden jotear y expresarse, toda esa parte sí nos indica que ha habido avances en el reconocimiento».

La importancia del activismo del metro cuadrado

Cuando una persona vive la diversidad y la demuestra en su espacio próximo ya está haciendo activismo.

Rob Hernández recuerda lo que una vez alguien le dijo sobre el activismo del metro cuadrado: «Como cuando estás en tu lugar de trabajo, en casa y –por ejemplo– pones una bandera gay».

«Más allá de identificarte, das la seguridad a otra persona que probablemente esté en ese proceso de aceptación y conflicto con sus familiares y se acercan a ti y asumen que ese es un espacio seguro».

Rob Hernández. Fotografía: Abraham Aréchiga
Rob Hernández. Fotografía: Abraham Aréchiga

Dijo que las etiquetas son necesarias como un estatuto político, en el sentido de que aún faltan cambios culturales. «Cada vez que alguien se asume abiertamente como gay, lesbiana, trans, eso ayuda mucho a que otras personas se sientan en confianza para expresarse«.

Y esa lucha –aunque muchos no lo ven– también ha beneficiado a las personas heterosexuales cisgénero, como en el caso de hombres a los que se les suele juzgar por ser sentimentales, por llorar, que les gusta bailar o simplemente reconocer que otro hombre es guapo.

Para Rob la chamba no acaba, su departamento es la trinchera donde cada momento libre él afina los nuevos proyectos que hablarán sobre un fragmento de la vida de alguien más y que servirá como ejemplo.

«Poco a poco lo vamos normalizando, como se dice en el lenguaje hetero. Me hace falta muchísimo, quiero hacer un un podcast sobre historias de la diversidad, un libro ya sea de crónica o ficción«.

Ya sea en texto, en campañas vinculadas con gobiernos, en películas, Rob siempre encontrará el pretexto para sumar a gente que considera talentosa para contar historias; y quizá sin que él lo pretenda, será siempre recordado como un gran promotor, como aquellos de décadas pasadas que él admira.

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