Máquinas creadoras

838

“La máquina que se crea cuenta historias, tiene porqués y puede relatar algún suceso de un contexto teatral”, dice María José Castelazo André, tallerista que imparte en cinco sesiones un “laboratorio”, como ella lo llama, de Pequeñas máquinas de teatro, con el cual busca incentivar la creatividad desde la cuestión más pura y primitiva.

“Más que un taller, es un laboratorio de experimentación, lo que se trata es de crear un mecanismo, entendido como máquina e incluso visto en un sentido muy amplio. No necesariamente buscamos pensar siempre en engranes y estas cosas que conforman las máquinas que todos conocemos, sino más bien ver la parte de pasos o procedimientos para crear algo”.

Acerca de lo teatral, Castelazo dice que finalmente se crea un espectáculo ligado a la dramaturgia y que no precisamente está en relación con la dramaturgia escrita, sino que es algo que se va creando al momento de construir la pequeña máquina.

“Se trata de crear, de experimentar, de convertir esa imaginación en algo más concreto, y por eso está abierto a todo público. La máquina que se crea, cuenta historias”.

La teoría que respalda al taller se fundamenta en el bricolaje que aprendió durante su estancia en Francia, con el profesor Claude Jamain. El bricolaje crea a partir de cualquier elemento y se basa en lo conocido como teatro objeto; la base de éste es que todos los objetos que participan en el teatro tienen alma; cosas y espacios tienen vida propia y conviven en el contexto como cualquier otro organismo y es allí donde encajan las máquinas que se crean en el taller, en el fundamento de que la materia dispone de un sentimiento interno.

“El fin que yo busco es crear un espectáculo también en el amplio sentido de lo que es un espectáculo. La última sesión del taller hacemos una presentación museográfica recorriendo cada una de las máquinas. El taller pasado hicimos máquinas por equipo, eso depende mucho del grupo, en aquella ocasión era un grupo muy diversificado, había gente de teatro, pero había también gente que nunca había conocido el teatro, ya eran adultos, había muchos jóvenes también, en ese aspecto, hicimos pequeños grupos. Ahora espero que el grupo que llegue sea variado como para generar diferentes trabajos”.

Castelazo André relata que la edición anterior del mismo taller hubo como resultado unas máquinas que contaban sus historias a través de un caracol; una más que narraba el pasaje del tiempo y que a su vez estaba ligada a la química, ya que se encontraba conformada por elementos, pues comenzaba con fuego y terminaba con agua. Había una que realizaba un recorrido musical; todas creadas con aparatos cotidianos como secadoras de cabello, planchas, bolsas de plástico, etcétera.

El “laboratorio” se trata mucho de sentir. “De conectar cuestiones oníricas, entre el sueño y la realidad, y tiene mucho de los autómatas, pero no hay que confundirlo, porque no es lo mismo; por ejemplo, un autómata es una construcción que se realiza a través de escultura, la diferencia es que nosotros buscamos un fin teatral, es decir, que tenga una dramaturgia, que cuente historias de cualquier tipo, mitológica, onírica, qué sé yo”.

Concluye que una de las razones más importantes es que quienes asistan, se den la oportunidad de ver qué cosas nuevas pueden crear, pues dice que el taller busca, más que libertad en el pensamiento, que cada quien se dé un espacio para sí mismo. “Por eso lo llamo un laboratorio, para que puedan descubrir que en ellos hay un lugar o un espacio para crear cosas nuevas de otra manera. Es una forma de nutrir ese inconsciente y esa infancia que todavía vive en uno, de eso se trata. Yo creo que las personas más imaginativas en este mundo son los niños”.

Artículo anteriorDiseño Industrial con impacto social
Artículo siguienteVotos contextualizados