Maíz en el Zócalo

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Cerca de 200 mil campesinos y agricultores participaron en la Marcha nacional contra el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y en defensa del maíz realizada el pasado 31 de enero en la ciudad de México.
La marcha culminó en un mitin en el Zócalo de la capital del país, en el que, desde un templete colocado frente a Palacio Nacional, los representantes de centrales campesinas y obreras anunciaron que tomarán el recinto de San Lázaro, sede del Congreso de la Unión, el próximo 7 de febrero.
Dijeron además que seguirán con las movilizaciones en todos los estados de la República Mexicana, como medida de presión para que el gobierno federal acepte la renegociación del capitulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio.
Productores agrícolas de estados como Zacatecas, Michoacán, Veracruz, Baja California Norte, Chihuahua, Tabasco, Guerrero, Estado de México, Hidalgo, San Luis Potosí, Jalisco, entre otros, se manifestaron por Paseo de la Reforma y avenida Juárez hasta llegar al Zócalo, flanqueados todo el tiempo por elementos de la Secretaria de Seguridad Pública del Distrito Federal.
La marcha estuvo encabezada por 350 tractores de campesinos de Guanajuato y Chihuahua que formaron una columna desde la avenida Insurgentes hasta el Angel de la Independencia, seguidos de los contingentes de las 50 centrales y organizaciones campesinas. Muchos de ellos llegaron a la Ciudad de México desde el miércoles 30 de enero.
Bajo consignas como “¡Sin maíz no hay país! “ y “¡La patria no se vende! “, los manifestantes exigieron al gobierno federal mejores condiciones y subsidios para trabajar el campo, bajar el costo de los energéticos y la renuncia del secretario de agricultura, Alberto Cárdenas Jiménez.
Y es que uno de los problemas a los que se enfrentan los millones de agricultores de maíz y frijol es los bajos precios a los que venden sus cosechas. Teresa Ramírez, agricultora de Zacatecas explica que un campesino vende un kilo de su producto entre 5.50 pesos y hasta en 50 centavos.
“El TLC nos afecta con la disminución de nuestro producto y la devaluación de su precio en el mercado. Si entran granos extranjeros no podremos comercializar con un precio justo, que en realidad nunca hemos tenido en el campo, pero que lo necesitamos. Esto nos va a acabar no sólo a los productores sino a nuestras familias”.
De lo que un campesino invierte para producir una hectárea de maíz o frijol en cultivos de riego, obtiene entre 10 y 15 por ciento, sin embargo, para quienes lo hacen por temporal, (como la mayoría de los agricultores en el país), la ganancia es casi nula.
“El que siembra a la antigí¼ita se queda con un poco para su consumo y lo que le sobra lo vende, entonces en vez de ganar, pierde, pero pierde menos que si comprara el maíz, por ello es que lo sigue sembrando”, comenta Óscar Niembro, agricultor de Veracruz.
En ese estado, dice, el kilo de maíz lo pagan de 2.50 hasta 3 pesos, debido al incremento mundial por el interés de generar biocombustibles, “pero antes de ese boom lo pagaban a 1.20 o 1.50 pesos y cuando la gente necesitaba nos lo vendían al doble. Pues sí, subió el maíz, pero desde hace tiempo nos subieron los combustibles, los fertilizantes, los agroquímicos, las refacciones”.
Don Óscar vive todos los días las desventajas de trabajar el campo ante sus homólogos de Estados Unidos o Canadá, pues estos tienen más tecnología y mejores subsidios
“¿Cómo vamos a competir con gente que en Estados Unidos recibe la semilla de los silos, la mandan a las sembradoras, la meten a la tierra, cosechan con máquinas y nunca tocan una mazorca (mientras) nosotros lo hacemos todo a mano? La única tecnología que tenemos es usar una vara, hacer un hoyo y poner la semilla.
“No nos pueden enfrentar abiertamente (con ellos) si no nos dan elementos suficientes para competir y si no invierten en el campo. Si invirtieran recursos para canalizarlos a la producción, aunque fuera a crédito, pero con intereses blandos, o que lo mismo que subsidian a los estadounidenses o canadienses nos los dieran acá, tendríamos todavía el atraso tecnológico pero (contaríamos con) más recursos parecidos a los de ellos”.
Mientras que a los agricultores mexicanos, el Procampo les otorga un subsidio de 300 pesos por hectárea (30 dólares), el gobierno estadounidense da a sus productores cinco veces más (150 dólares).
Salvador Ramos, dirigente estatal de la central campesina cardenista de Tabasco, comenta que, esto representa una enorme ventaja para los campesinos de ese país, pues con la apertura de fronteras, estos podrán “vender a precios bajos sus productos porque están bien subsidiados, pero nosotros no. El subsidio que da el gobierno federal no nos garantiza sostener la producción de maíz o frijol”.
Quizá los más afectados serán los pequeños productores, cuya siembra esta dedicada al cien por ciento a abastecer a su familia de alimento durante todo un año.
Margarita Hernández, del municipio de Teteles de Villa Castillo, Puebla señala que lo poco que siembran en su terreno no les alcanza y tienen que comprar de dos a tres kilos a la semana de frijol que les cuesta 15 pesos el kilogramo y 50 de maíz con un costo de 3.60 a 4 pesos el kilo.
“Lo que ganamos de plano no alcanza. En el campo están pagando de 50 ó 60 pesos el día. Con eso no nos alcanza más que para frijoles, pero nada más. Los campesinos no ganamos por lo que producimos y tampoco recibimos el apoyo del gobierno. Siempre nos han tenido olvidados y los beneficios (de los programas sociales) se los dan a los que no lo necesitan”.
Los campesinos reunidos en la Ciudad de México dicen estar dispuestos a insistir al gobierno federal para mejorar las condiciones del campo y llegar hasta las últimas consecuencias.
Epifanio Hernández Balderas, coordinador estatal de la Unión Campesina Democrática en Coahuila, asegura que, esta marcha es el primer paso para lograr que las autoridades hagan algo por el campo de una vez por todas.
Estamos cansados de que el gobierno nos diga que el campo está bien, dice enfático y afirma: “estamos dispuestos a lo que sea y esto puede terminar en una desestabilización en el país, que podría tener una revolución social”.

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