Los muchos adjetivos de Lizalde

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Los adjetivos son los colores de los sustantivos. Como los grandes pintores venecianos del mil quinientos, quienes descubrieron las posibilidades de usar los colores antes que los trazos o líneas, el poeta Eduardo Lizalde ha optado por esta técnica: matizar por encima de las siluetas.

Así fue como el poeta y editor Fernando Fernández habló de Lizalde, durante el homenaje que éste recibió por parte de la Feria Internacional del Libro.

“El adjetivo es una suerte de meditación sobre las cosas y un alto en el camino. Lizalde desafió este paradigma. Este matiz, este alto en el camino, esta meditación que supone el adjetivo en contra de la función dinámica del sustantivo, esta preminencia del color por encima de las siluetas, hace pensar en los pintores venecianos del siglo XVI, como Bellini, o Giorgione, que descubrieron las posibilidades de trabajar con los colores directamente, en vez de hacerlo primero con los trazos y con las líneas”, afirmó Fernández.

Lizalde —dijo Fernández— no se conforma con dar pinceladas sobre los objetos que nombra, sino que con frecuencia los califica de dos o tres maneras sucesivas, con muchos adjetivos uno detrás del otro. “El juego es bastante arriesgado y sólo un maestro puede salir airoso de él”.

El presidente de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Raúl Padilla López, enfatizó ese día, al introducir el homenaje, que Eduardo Lizalde es el poeta vivo más importante en México, lector de Borges, traductor de Shakespeare y de William Blake, ganador del Premio Internacional Carlos Fuentes.

“Son ya setenta años de una actividad poética fecundísima. Que ha cruzado la mitad del siglo XX y lo que va del XXI con una diversidad muy rígida de búsquedas, desde el poeticismo de su juventud, hasta la consolidación de una de las voces más originales de la poesía castellana Lizalde se ha convertido en poeta de culto para las jóvenes generaciones”, apuntó Padilla López. Y el editor, académico y director de la Academia Mexicana de la Lengua, Jaime Labastida, añadió: “Igual que el filósofo de Viena, Lizalde podría haber escrito lo siguiente: ‘De lo que no se puede hablar, mejor es callarse’. ¿Por qué no lo hace? No calla. Acaso porque sí puede hablar de algo”.

Lizalde agradeció el sentido homenaje. Y para ello se dedicó más a leer poemas célebres de su prolífica obra. Uno de ellos “Heridas”.

“No hay heridas de muerte, /y si una flecha, de lado a lado, /y por la izquierda rompe el pecho, /no hace herida profunda. /Sólo una vez el cuerpo, /aquel, el tuyo, el mío, serán heridos, /como suele decirse, /de muerte”.

Los aplausos inundaron el recinto al cerrar con poema “El tigre real, el amo, el solo, el sol…”: “Al fin, la víctima se acerca, /estruendosa y sinfónica./ El tigre se incorpora, otea, apercibe,/ sus veloces navajas y colmillos,/ desamarra/ la encordadura recia de sus músculos. /Pero la bestia, lo que se avecina/ es demasiado grande/ —el tigre de los tigres—. Es la muerte/ y el gran tigre es la presa”.

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