Literalmente “vacas flacas”

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No hicieron falta sueños premonitorios de faraones egipcios o interpretaciones de profetas apátridas, como narra el libro del Génesis, para prever que debido a las escasas precipitaciones de la pasada temporada de lluvia comenzaría para los agricultores y ganaderos un periodo de vacas flacas. Y la vacas flacas llegaron, no sólo metafóricamente, sino en carne y huesos. Más huesos que carne, en verdad.
La Unión Ganadera de Jalisco estima que en las regiones más afectadas por la sequía, Norte y los Altos, ha disminuido en un 40% el inventario de ganado, debido a que se están vendiendo las reses hasta a la mitad de su valor porque no hay forraje y agua para sustentarlos. Las rematan para no matarlas. Los animales son vendidos a ocho pesos el kilo, cuando en periodos de “vacas gordas” llegan hasta a 16 pesos. Pero este año las vacas están flacas.

Situación crítica
Villa Guerrero es uno de los municipios de mayor producción agrícola y de ganado del norte de Jalisco, una región semiárida, donde puñados de mezquites y nopales rompen la monotonía amarillenta de mesetas que se sobreponen unas a las otras hasta las faldas de la sierra Madre Occidental. Aquí, aparte de las remesas de los migrantes, la agricultura y la ganadería son las principales fuentes de sustento.
Villa Guerrero es también un municipio de escritores, pero no de lectores, como dice Marino Quezada, cronista del pueblo. Aparte de ser depositario de esta antigua tradición de escribientes populares, desde hace 25 años es inspector de ganadería de la Asociación Ganadera local.
“La situación está crítica, la gente está vendiendo el ganado para no tener que verlo muerto”, dice. La crisis se veía venir ya desde el pasado temporal: “Cuando llovió no corrió el agua, no logró humedecer la tierra, que está muy seca, y las presas y los bordos están casi agotados”.
En el municipio tuvieron que vender entre enero y diciembre del año pasado 9 mil 30 animales, lo que representa un aumento del 100 por ciento con respecto al promedio anual. “Es muchísimo. Por lo regular difícilmente se llegaban a vender cinco mil cabezas”.
Quezada afirma que una temporada de sequía como esta no se había visto desde el inicio del siglo pasado: “Se puede comparar –creo–, con la de 1915, como contaban los ancianos, que precedió al ‘año del hambre’, como se conoció el 16”. Malos presagios, asegura. De hecho las previsiones para los próximos meses no son alentadoras; además de las pérdidas de dinero por las ventas forzadas de reses, muchos ganaderos decidieron vender ‘vientres’, como le llaman a las hembras, por lo que se presentarán problemas de reproducción. A esto se agrega la escasez de agua. La que tienen la destinarán en parte a los animales y a los arboles, pero no habrá para riego, lo que significa que no podrán sembrar.
“La única esperanza es que haya ‘cabañuelas’, las lluvias de enero y febrero, porque se nos compondría un poco el mundo y habría un poco de retoño para que coman las vacas”, explica.
La gente del pueblo cuando lo ve en la calle, le pregunta si existe la posibilidad de que haya cabañuelas: “Yo les digo que hay esperanza, porque cuando hace mucho frío, como ahora, puede que llueva. Además, decían los viejos que si llueve el 4 de octubre, lloverá también en invierno, y el pasado sí llovió”. Pero hasta ahora la tradición ha sido desmentida: “El primero de enero estaba yo en una coleadera en Tlaltenango, y vi que estaba lloviendo por este lado. Llegué a Villa Guerrero y olía a tierra mojada, pero cayó nada más una cubeta”. Por ahora las cabañuelas no han aparecido.

Lluvias escasas
También las previsiones meteorológicas confirman esta impresión: “Estamos todavía bajo el efecto de la ‘Niña’, lo que implica un temporal de invierno seco, por lo que la lluvia no se presentará por lo menos hasta el mes de mayo”, comentó al respecto el doctor íngel Meulenert, del Instituto de Astronomía y Meteorología, de la Universidad de Guadalajara.
“Debido a ese fenómeno la lluvia se cortó a finales del mes de agosto. Llovió extremadamente poco. En todo el estado, excepto la costa, y en particular en las zonas Norte y Altos del estado, llegó un 40 por ciento de la lluvia que se recibe en un temporal normal”.
Por esta sequía, dice Andrés Ramos Cano, presidente de la Unión Ganadera de Jalisco, “tenemos un problema muy fuerte. Se está dando una venta de pánico en la zona Norte. La gente vende el ganado a lo que le pagan, porque ya no tienen agua para sostenerlo”.
Añade que “además de que el inventario ganadero del estado ha bajado considerablemente, se están vendiendo muchas hembras, por lo que vamos a tener un problema de repoblación”.
Estiman que por las ventas de pánico, que empezaron en noviembre pasado, podrían llegar a perder hasta 50 mil cabezas. Esta situación, explica Ramos Cano, muy probablemente implicará en el largo plazo un aumento en el costo de la carne.
La falta de humedad, opina el maestro Jesús Martín del Campo, del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias, podría ocasionar otros problemas para el campo: “Si no llueve en estos dos meses, en marzo y abril se puede tener un alta incidencia de incendios forestales en Jalisco”.
Agrega que “el problema que tenemos en México es que contamos con muy poca infraestructura para guardar el agua cuando hay años buenos; vemos un temporal muy bonito, pero toda el agua corre hasta el mar y no la almacenamos para cuando vienen años críticos”. Como en el sueño bíblico del faraón, las vacas flacas devoran a las vacas gordas.

¿Y los apoyos?
La misma Sagarpa reconoce la situación crítica que están viviendo el Norte y los Altos del estado, donde, como dice el titular de la dependencia en Jalisco, Juan Antonio González Hernández, no hubo almacenamiento de agua para el ganado y hubo bajas muy fuertes en el rendimiento del forraje.
Prevé que en esas zonas los próximos meses serán muy difíciles, sobre todo porque los ganaderos se han visto obligados a vender muchos becerros y muchos vientres: “Tendremos que implementar un programa de recría y proyectos territoriales con atención específica a la sequía”.
Una pequeña compensación –añade– viene de la exportación del ganado en pie, del que han vendido alrededor de 30 mil animales de Jalisco y Veracruz, lo que ha conllevado un incremento de su precio de 30 pesos el kilo. “Pero lo que preocupa es que nos va a costar mucho trabajo volver a repoblar y recuperar los hatos de producción lechera en los Altos y los vientres para reproducción en el Norte”.
En cuanto a los recursos destinados para este año, González Hernández dice que Sagarpa contará con más de 200 millones de pesos para gastos ordinarios: “Sin dejar de lado que ahora tenemos una cobertura más amplia de seguros contra contingencias climatológicas: en 2011 invertimos mil 200 millones de pesos, mientras que para este año tenemos 3 mil 500 millones de pesos”.
Explica que a la fecha entregaron en Jalisco 70 millones de pesos del seguro contra contingencias del gobierno federal, para apoyar en el tema de la ganadería a 18 municipios del Norte y de Los Altos, donde se tiene un dictamen de 22 mil unidades animales y 4 mil 800 productores afectados.
Sin embargo, esto beneficia solamente a los productores asegurados. El presidente de la Unión Ganadera señala que “hay un recurso federal de 12 millones de pesos que ahora está en trámite, más 70 millones del Gobierno estatal, pero nos están pidiendo un montón de requisitos. A la fecha no sabemos como se va a bajar este apoyo y como va a llegar a todos los ganaderos afectados”.
Agrega que “estamos pidiendo que implementemos conjuntamente con el gobierno un programa más intenso económicamente y que nos permita hacer rendir más este dinero y hacer que llegue de manera sencilla y rápida a los productores”.
En particular a los pequeños y más desprotegidos, que hasta ahora no han visto un solo peso. Don Manuel Serrano, un corpulento y risueño ganadero de Colotlán, que cuenta con 75 cabezas, dice: “Aquí no nos ha llegado nada. Nos habían dicho que el año pasado nos iban a dar un apoyo por el ganado que se murió. Lo estamos esperando desde julio. En la Unión Ganadera no nos han dicho nada de si va haber apoyos por la sequía”.
Don Manuel tuvo que vender 25 de sus 70 reses: “Ahorita las estamos vendiendo baratísimas. Están muy bajas de peso, porque no hay agua y no hay pastura. Se venden en 2 mil 500 pesos. Algunas hasta a mil 200, cuando estas vacas deberían valer por lo menos unos 4 mil 500, cinco mil pesos”.
En Villa Guerrero, Leobeldina Núñez, una señora vegetariana que cultiva milpa por pasión y cuida el ganado de su hermano, confirma que tampoco allí han llegado apoyos.
“Hay ranchos que se están quedando vacíos; alguna gente vendió hasta la última vaca y se fue. Yo perdí el 80 por ciento de la inversión que hice para mis cultivos, y las 70 reses de mi hermano están tan flacas que no las quieren ni comprar”.
Interrogado sobre los apoyos, don Marino Quezada, de la Asociación Ganadera del municipio, como buen escritor responde utilizando lo dicho, pero sobre todo lo no dicho: “Yo no he visto nada. Tal vez han llegado, pero mejor me callo. Interpreta mi silencio”.

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