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La narrativa rural del Norte de Jalisco

Un modesto periódico tabloide ideado por un grupo de tres personas en el municipio de Mezquitic, se convirtió en un receptáculo de anécdotas, hechos importantes y sucesos de la microhistoria de esa zona, el cual no tenía desperdicio: todos los ejemplares se vendían y se leían de cabo a rabo

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La esencia de un periódico es que se lea. Nada más triste para un medio que sólo sirve para envolver carne o los aguacates; noticias que se buscaron, se redactaron y publicaron, pero nunca encontraron a su lector. En el Norte de Jalisco hay un pueblo que siempre aparece entre los diez municipios más pobres de México en los indicadores de las Organización de las Naciones Unidas; su nombre, Mezquitic, y ahí surgió un periódico que los lectores lo hicieron suyo y provocó también en ellos el deseo de escribir en la misma publicación. Vaya combo exitoso.

En 1978, cuando apenas se construía la carretera de terracería en Mezquitic para conectarlos con el mundo, dos personas decidieron crear un periódico tras una charla decembrina: Ignacio Bonilla Arroyo y Luis de la Torre, y posteriormente se les unió Manuel Caldera para conformar el pequeño y sólido equipo que dio vida a Mi Pueblo, un periódico que surgió el 24 de febrero de 1978 y terminó su vida 25 años después. Bonilla fue el administrador, De la Torre el director y Caldera el que le dio esencia a ese periodismo enfocado en la microhistoria y en el rescate de la historia oral de los habitantes del norte de Jalisco y el sur de Zacatecas.

Luis de la Torre recuerda el primer ejemplar de Mi Pueblo: “Un modesto periódico de ocho páginas, tamaño tabloide, impreso en prensa plana, de linotipo y grabados en madera, con una impresión deficiente”. En 1978 De la Torre vivía en la Ciudad de México. Era caricaturista de Excélsior, diseñador de la revista Plural y poco después ilustraría el suplemento cultural El Búho; en sus ratos libres y con poco dinero se abocaba a buscar los textos para le edición mensual de Mi Pueblo, los editaba, diagramaba el periódico e imprimía los tres mil ejemplares que pronto traspasaron las fronteras de Mezquitic al llegar a Monte Escobedo, Huejuquilla, Valparaíso, Colotlán, Villa Guerrero, Tlaltenango, el Teúl, etcétera.

En el Centro Universitario del Norte (CUNorte) se encuentra la mayor parte de los 150 ejemplares que se editaron en alrededor de 25 años. Es un deleite leer textos que no han perdido vigencia, como la crónica de cuando un grupo de arqueólogos belgas analizaba los petroglifos en el cerro del Huistle, en Huejuquilla el Alto, o la semblanza del paisajista Mateo Saldaña, escrita en el decenio de los noventa por el empresario ganadero Salvador Mayorga.

Leer en retrospectiva te permite ver con más claridad lo que se intuía en el presente. El surgimiento de Mi Pueblo se da en el contexto de la explosión de la microhistoria, tras la publicación de Pueblo en vilo de Luis González y González. También en lo que hoy es práctica habitual en el mundo académico, pero en los años setenta era menospreciada: la historia oral.

Justo en ese momento se publica Mi Pueblo y logra de inmediato empatía con los lectores, la sección de Cartas del periódico se fue ampliando y ante la cantidad también se incrementó la calidad, lo que devino en que lectores pasaran a escribir como colaboradores.

Busqué a Luis de la Torre en 2010 para hablar de Mi Pueblo y para animarlo a reflexionar lo que fue ese periódico, en dos textos que nos donó y posteriormente se publicaron en la revista Niuki del CUNorte.

Mi Pueblo desarrolló lo que él describe como la narrativa rural. “La innata capacidad para escribir de gente que apenas terminó la primaria. Su lenguaje, su sintaxis, sus ricas digresiones circulares para retomar el hilo de la narración. Rancheros de a caballo toda la vida que escriben un libro lleno de anécdotas, personas y paisajes, con la naturalidad de una conversación. Memoria y recuerdos hechos cuentos deliciosos”, dice Luis de la Torre.

Otro tema fue el de la Cristiada en un tiempo en que era como la basura que se esconde debajo del tapete. Dice De la Torre: “Mi Pueblo rescató de viva voz esa época crucial. Descubrió el carácter del cristero y el sentimiento con el que fue a la guerra. Cien entrevistas a quienes vivieron en carne propia o escucharon de los protagonistas sus historias, nos hablan de otro sentido de la historia”.

Manuel Caldera es clave en esta parte de Mi Pueblo. Un ingeniero mecánico electricista y profesor que no lograba encontrar su lugar en este mundo, descubrió en el periódico su misión y la manera de abordar la historia. Para ello hizo dupla con José Ramírez, “Chepo”, un venero inagotable de anécdotas, “todas vividas por este personaje en un reciente pasado donde la violencia y la muerte aparecen como destino inexorable”.

La historia oral llevada a la literatura. Como dice Luis de la Torre, Caldera se convirtió en un “recopilador y gambusino de la narrativa”. Y a Caldera le siguieron otros colaboradores como Isauro Landa Rentería, Juan Francisco Ruiz, Rodolfo Jaime González y Ricardo Enrique Murillo, entre otros. Todos originarios del Norte de Jalisco.

“La respuesta de los lectores fue algo muy estimulante. El tiraje de tres mil ejemplares, primero mensuales y luego bimestrales, era insuficiente. Se agotaba. El periódico se leía de principio a fin. No tenía desperdicio de lectura y cada ejemplar llevaba una provocación, la de escribir”, recuerda De la Torre.

Además de la colección de Mi Pueblo que se suele encontrar en las bibliotecas familiares del norte de Jalisco y el sur zacatecano, por ahí aparecen algunos libros, fruto de recopilaciones de textos aparecidos en el periódico, como Pueblos del viento norte, Pláticas de mi pueblo, Relatos de hojarasca y 1026, ecos de la Cristiada.

El CUNorte editó la revista Niuki a partir de 2006, en un principio con un perfil académico y poco a poco fue incorporando temas de los cronistas locales, a iniciativa de José Claudio Carrillo Navarro. Después, ante la buena recepción que tuvieron estos textos entre la población de la región, el entonces rector José Alberto Becerra Santiago decidió en 2010 que Niuki se dedicara completamente al contenido local de los municipios del norte de Jalisco y sur de Zacatecas.

Aunque con una línea editorial propia, porque las segundas partes no suelen ser buenas, Niuki trató de hacer un homenaje y dar continuidad a Mi Pueblo. Un aporte de relevancia fue la colaboración de académicos que han estudiado esta micro-región. Historiadores y antropólogos de la UNAM, la Universidad Autónoma de Zacatecas, de la UdeG, El Colegio de Jalisco y de las delegaciones de Jalisco y Zacatecas de la INAH, a los que se les pidió escribir en lenguaje entendible para el pueblo de lo que encontraron en nuestra región.

Lamentablemente, el proyecto editorial se cortó en 2013. Espero que en un futuro cercano se reanude para que la gente de esta zona del estado se siga expresando a través de la palabra escrita.

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