De mitos cultos y leyendas

573

Antes de entrar en acción se encomiendan a San Judas Tadeo. Un sujeto sube por delante, otro por detrás de la unidad del transporte público, y es así como utilizan una de las técnicas más practicadas en el Distrito Federal para asaltar una “pecera” o camión. El punto radica en el santo, en San Judas, al que en la capital se le rinde total devoción y es el santo que está más arraigado en las clases populares. El 28 de cada mes, es el día en que los creyentes se aglutinan en la iglesia de avenida Hidalgo y el Paseo de la Reforma, para honrarlo y pedirle favores.

Pero no en todos los casos la “deidad” proviene directamente del seno de la Iglesia o del culto religioso que se adore, casos hay muchos y comparaciones todavía más. La devoción de la gente va más allá de cualquier pared de la moral o de límite, y permite que cualquier personaje del quehacer público o no, se convierta en la base de una fe.

En los últimos meses, en la Venezuela de Nicolás Maduro hay sectores sociales que le rinden culto al líder fallecido Hugo Chávez. Según la prensa internacional, la adoración ha conllevado la venta de figuras y bustos del revolucionario, aunque lo que más llama la atención es la modificación del Padre Nuestro, rezo católico, utilizado ahora como “El Chávez nuestro” (Chávez nuestro, que estás en el cielo, en la tierra, en el mar y en nosotros, los y las delegadas, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu legado para llevarlo a los pueblos de aquí y de allá…).

Hay muchos ejemplos, los casos vienen de la historia, pasan por nuestro presente y van aún más allá de nuestra realidad: hace 47 años, el cuerpo del guerrillero argentino Ernesto “Che” Guevara, quien luchó en la Revolución cubana y fue abatido en un pequeño poblado de Bolivia, se exhibía en un cuarto de la lavandería del Hospital Nuestro Señor de Malta, donde quizá donde el mártir se hizo santo. La exhibición pública buscaba que diferentes corresponsales de la prensa extranjera atestiguaran que el revolucionario estaba muerto. Cuentan testimonios perdidos en declaraciones de libros —aquellos que han forjado la historia— que un grupo de monjas que estaban en el hospital (Che Guevara: Una Vida Revolucionaria, Jon Lee Anderson, 1997), se habían encargado de limpiar el cuerpo, puesto que para ellas la imagen que había quedado del llamado “Comandante” era similar a la del Jesucristo que fue sacrificado y crucificado. Incluso se dice que algunas de ellas cortaban mechones de cabello para guardarlos como amuletos.

El culto al guerrillero se expandió por todo el mundo, y el “Che” se convirtió en el escudo de bandera de las revueltas y en la mascarilla de la ideología de muchos, aún en nuestros días, Víctor Jara, Mercedes Sosa, Los Fabulosos Cadillas le han rendido tributo con letras de canciones que rememoran sus pasajes durante las guerras revolucionarias. Por su parte, en el prólogo de El libro verde olivo, texto que recaba diversas anotaciones del Che, aparece una carta escrita por Julio Cortázar, quien calificara su muerte de la siguiente forma: “…ahora leeremos bellas imágenes sobre el fénix que renace de las cenizas, en poemas y discursos que irán fijando para siempre la imagen del Che”.

Los “santos” (por así decirlo) dejan huellas imborrables que tienen su razón de ser en prácticas de culto que sus fieles creyentes llevan a cabo y se vuelven base de la imaginación que invoca la creación artístico-cultural, lo cual los liga con esa gran porción de lo que se llama “la cultura popular” y que Carlos Monsiváis en algún momento dijera que es la base de toda la cultura.

Esto debido a la cantidad de santos que nacen y conviven en vida y se vanaglorian, aún después de la muerte, caso similar al que se dio con Eva Duarte de Perón, para muchos Santa Evita, que sobrepasó las barreras de la vida y convive, aún después de la muerte, dentro de la fe social a tal grado de alcanzar una forma de ente omnipotente que solamente logran imágenes de santos, ángeles o dioses, y que en Argentina su devoción alcanzó a tocar ramas de la cultura, pues su figura es citada en cine, teatro, literatura, lo cual le da ese carácter casi idéntico del “Chávez nuestro”, del Comandante convertido en mártir, o de los tipos que suben a la unidad del transporte público y, antes de cometer el atraco, se santiguan dejando todo en las manos de San Juditas.

Artículo anteriorDictamen preliminar Programa de Estímulos Económicos a Estudiantes Sobresalientes 2015 – 2016
Artículo siguienteDictamen Preliminar Programa de Estímulos Económicos a Estudiantes Sobresalientes 2015 – 2016