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De las manos del artesano tonalteca para la memoria humana

Un pieza de artesanía tiene que aspirar a convertirse en una obra de arte, que sea al mismo tiempo útil, es decir que cumpla el fin por el cual fue creada. Esta unión de maestría y utilidad solo se logra donde la tradición mantiene una conexión entre pasado y modernidad

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Hoy confundimos con facilidad la gran artesanía con las baratijas que se realizan en serie y con materiales que nada tienen que ver con la tradición de los pueblos que durante siglos (quizás miles de años) han trabajado sus obras de manera continua, siguiendo la costumbre.

Se compran piezas, supuestamente iconográficas de cierto lugar, pero los viajeros, los turistas, lo que se llevan al regreso es nada: la verdadera artesanía se crea únicamente en los poblados donde durante milenios se ha cultivado este arte, que los mantiene unidos a la modernidad con la antigüedad.

En algunos pueblos de Jalisco, como Tonalá, o Oaxaca, por poner solamente dos ejemplos, se encuentran obras verdaderas; pero lo cierto es que no siempre quien compra una pieza tiene la garantía de que fue realizada conforme a los menesteres y exigencias de la materia artesanal dictada por los tiempos y las buenas manos de los maestros artesanos a quienes se les han trasmitido los conocimientos de generación en generación.

No podemos confundir un jarro de petatillo, trabajado a la manera tradicional, con uno cuyos materiales y modos de cocción no sean los adecuados, pues no estaremos adquiriendo un objeto hecho para ser una real y verdadera artesanía. El arte del artesano es conocimiento aplicado a los materiales, dictado por la tradición milenaria, y quienes fabrican una pieza en serie y sin los adecuados conocimientos y los materiales falsos, lo que realiza no se puede llamar así, “alta artesanía”.

Artesanía de arte mayor y de arte menor

Ya desde tiempos prehispánicos, los antiguos habitantes de nuestro país se empeñaban en realizar piezas con los mejores materiales que se habían encontrado en sus territorios; muchos de esos objetos son hoy piezas que la arqueología ha encontrado y se muestran en algunos museos; se puede deducir que ya desde entonces el artesano tenía una clara noción de que debían ser artículos de buena factura, bellos y, sobre todo, útiles.

La diferencia es que un jarro común, hecho por manos de artesano experimentado, es más bien uno que se trabaja para el uso, el comercio y debe tener un propósito casi único: el de ser un recipiente en el cual se pueda beber. El de la técnica del petatillo de Tonalá, se le puede considerar una pieza utilitaria y además una obra de arte sin menoscabo de utilidad. Pero la exquisita manufactura de los jarros de petatillo bien se puede dejar en un espacio para únicamente ser admirados, mas no se completarán del todo, pues fueron hechos al igual que los jarros corrientes, para ser usados.

De allí que los antiguos tenían claridad en su trabajo, pues toda pieza hoy exhibida en un museo, como antiguo vestigio de la labor de los originales habitantes de, por ejemplo, Tenochtitlan, alguna vez sirvió de instrumento cotidiano, de que este arte del barro era doble: para actos ceremoniales y a su vez para uso diario.

Se podría decir, entonces: el arte del artesano, hoy y siempre se le puede considerar como un arte menor y uno mayor, según sean los materiales y la exquisitez de su facturación.

Las manos del artesano

Las obras de los artistas artesanos son obras que se les puede considerar perdurables, pues todo lo que se realiza con trascendencia se encamina ya desde un principio hacia el camino del arte.

Es conveniente saber que no todas las obras artesanales tienen el valor artístico para ser llamadas iconográficas de cierto lugar. Pero en los tianguis se pueden comprar, algunas veces, utensilios de muy buena factura y asequibles a nuestro bolsillo. Pero no confundir: no siempre son arte las obras de algunos artesanos, son trabajos hechos y sirven, es decir, son para el consumo y para la utilidad.

Ojalá que muchos pudiéramos tener la oportunidad de comprar un jarro de petatillo y que le sirviera para beber agua cristalina y fresca, y después de servirse, guardarlo en un lugar seguro y poder admirarlo. No se puede, es cierto. Lo que sí se puede y deberíamos hacer es ir a los talleres de los maestros artesanos más tradicionales de pueblos como Tonalá y aprender de ellos, de su arte y comprenderemos, entonces, que la gran artesanía que se hace allá donde sale el sol es de las más importantes, una de las que guardan la tradición de sus antiguos pobladores quienes hacían sus trabajos para el goce y uso, y que hoy en los museos se pueden ver. En esas obras antiguas y modernas surgidas de los maestros tonaltecas, está la memoria física de la especie humana.

 

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