Alemania en sus propias palabras

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Monika Maron liest aus dem "Bitterfelder Bogen"

En la ponencia “En torno al concepto de literatura nacional”, Antonio Alatorre señaló con cierta mofa que no le extrañaría que a alguien se le haya ocurrido decir que uno de nuestros rasgos nacionales es interrogarnos periódicamente qué es lo nacional. El resultado de semejantes crisis de identidad está a la vista en toda clase de manifestaciones, pero quizás nunca tan concentrada como en las toneladas de libros y la inconmensurable efervescencia de ideas que se traman en esta, la más importante feria del libro del mundo hispano.
Por añadidura a la predisposición ya mencionada, cada año la FIL pone en contraste la cultura mexicana con la de un invitado de honor, y en esta edición ha tocado el turno a Alemania, una Alemania que no invoca a Goethe, Schiller, Rilke, Hí¶lderlin, Hoffmansthal y ni siquiera a Joseph Roth o Max Frisch. Una Alemania bien instalada en el nuevo siglo y sin crisis de identidad: en su comitiva de escritores nacionales prima el criterio del idioma en que se escribe y no el lugar de nacimiento. Ya lo había dicho Maryfer Boix García, subdirectora de la Feria de Frankfurt al presentar el programa de actividades: el punto de unión es la lengua: “Estos escritores extranjeros eligieron escribir en alemán”. Y además lo cierto es que el mercado editorial fluye como uno solo a través de la zona “DACH” (el Deutscher Sprachraum, o área de habla alemana. Es decir, Alemania, Austria y Suiza).
Así, la literatura alemana que nos visita no se restringe por fronteras geográficas y late en la actualidad como la manecilla de un reloj, pues aunque se sienten las faltas de grandes nombres como Gí¼nter Grass y Jí¼rgen Habermas, la presencia de Herta Mí¼ller es un hecho inédito, y en realidad el acento está puesto en autores en activo hoy por hoy y cuyas obras son novedades que van añadiendo algo, que van modificando y ampliando ese grandísimo concepto que es una “literatura nacional”.
Wladimir Kaminer (Rusia, 1967), Adam Soboczynski (Polonia, 1975), SaÅ¡a StaniÅ¡ic (Bosnia, 1979) y Dragica Rajcic (Croacia, 1959) son algunos de los autores que han hecho del alemán su lengua de escritura y cuyas reflexiones sobre cuestiones como la adquisición absoluta del idioma, la multiculturalidad y la migración en la literatura serán el tema central en diversas mesas del programa del programa literario de Alemania.
Otras actividades están diseñadas para ampliar la red de relaciones entre uno y otro país: cómo los vemos y cómo nos ven, en qué estado se encuentra la poesía y su difusión aquí y allá, o el fomento a las traducciones; el intercambio cultural desde las aulas de jóvenes estudiantes, nuestro lidiar con la migración y el de ellos, y el intenso contacto que data desde que un grupo de exiliados alemanes de extrema izquierda se quedó con nosotros en la época franquista.
No sólo México es el contrapeso de este vaivén de palabras e ideas: el ejercicio de reflexión desde las letras se amplía a Hispanoamérica con la participación representativa en el diálogo de Argentina, Chile y Cuba, pero también se concentra en sí misma retratada en la obra de Monika Maron, cuyo tema principal es el ambiente de la reunificación del Este y el Oeste, o en la descripción de Berlín, la ciudad símbolo, la ciudad nido de tantas convulsiones artísticas, sociales y económicas todavía hoy.
A pesar de la novedad de que Alemania es el primer invitado a la FIL cuyo idioma nos es absolutamente extranjero y cuya cultura nos es tan lejana que hay muy pocas referencias que se puedan cazar al vuelo en una conversación cualquiera, la verdad es que un par de editoriales se han tomado el trabajo de traducir e introducir a nuestro universo idiomático la obra de algunos autores contemporáneos. El catálogo de Anagrama contiene el Bucherpreis del año pasado, La torre de Uwe Tellkamp, y ya tiene contratado el más reciente: En tiempos de luz menguante de Eugen Ruge. También ha fichado otros contemporáneos: Gí¼nter Wallraff con El periodista indeseable y Cabeza de Turco entre otros, H. M. Enzensberger con Hammerstein o el tesón (2008), y a Adam Soboczynski, con El arte de no decir la verdad (2011), quien es parte de la comitiva.
Por su parte, la también española Acantilado ha publicado prácticamente toda la obra del suizo Peter Stamm: Agnes (2001), Paisaje aproximado (2003), Lluvia de hielo (2002), En jardines ajenos (2006), Tal día como hoy (2007), Los voladores (2010) y Siete años (2011). Y en lo que respecta a autores de más atrás en el tiempo, cuenta con traducciones de Eginald Schlattner, Heinrich von Kleist, Karl Kraus, Wilhelm Furtwí¤ngler, y ha rescatado ya más de treinta títulos de la vasta obra de Stefan Zweig, entre los que destacan El mundo de ayer (Memorias de un europeo), La embriaguez de la metamorfosis, Novela de ajedrez, Carta de una desconocida, Noche fantástica, y El legado de Europa, por decir un botón.
Otra buena fuente de libros para introducirse a la literatura alemana es la editorial de la Universidad Autónoma de México, cuyos profesores y estudiosos como Marlene y Dieter Rall son responsables de una buena cantidad de antologías de cuento y poesía así como de estudios de literatura comparada. También ahí se pueden encontrar algunas curiosidades rescatadas de archivos remotos, como la colección de entrevistas a Ingeborg Bachmann Debemos encontrar frases verdaderas.

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