Visiones sobre el periodismo cultural

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Si bien es cierto que en los medios impresos la tendencia es hacia la desaparición de una prosa ligera y amable, conversada, como la que ofrece de algún modo el ya escaso periodismo cultural — que en nuestro país tiene una larga tradición— y que los diarios apuestan ahora por las notas superficiales y poco atractivas para los lectores, es también verdad que aún existen personajes en el medio que aún privilegian la sustanciosa y cuidada narrativa que el buen periodismo ofrece.

Víctor Roura, quien hace poco creó un nuevo y atrevido proyecto cultural de periodicidad mensual bajo el nombre de De largo aliento —después de haber realizado una de las mejores secciones culturales del país por veinticinco años en El Financiero—, donde colaboran las mejores plumas, ha dicho no hace mucho a Ernesto Herrera que “el periodismo cultural se puede trabajar con amplitud, con valentía y de manera plural. De nada sirve tener muchas páginas en una sección de cultural si no tienes gente. Hay mucha gente haciendo cultura, pero desgraciadamente no tiene cabida en las secciones culturales de los periódicos”.

Doscientos años de tradición periodística en nuestro país no podrían —no deberían— desecharse de ninguna manera. En los periódicos, desde el siglo diecinueve y hasta la actualidad, se han publicado los avances de la mejor literatura de nuestros escritores nacionales, pero ahora las empresas periodísticas aducen para desaparecer las secciones culturales que no hay lectores, algo que contradice Humberto Musacchio: “Una mentira es que no hay lectores. En efecto, el periodismo cultural es para el lector más refinado, pero ya sólo el hecho de leer periódicos implica que se tiene cierto refinamiento. En México sólo el 11 por ciento de la población lee periódicos, y no a diario. Pero no hay lectores para lo demás tampoco, sin embargo, es el pretexto que se esgrime para desaparecer secciones culturales y suplementos”.

Y esto lo dice uno de los periodistas más reconocidos y sólidos del país, con una carrera en la que ha dirigido y ha sido colaborador de los suplementos y secciones culturales más importantes a nivel nacional, además de contar en su haber con diversas publicaciones como México: 200 Años de Periodismo Cultural, una antología de textos que “mejor reflejen la evolución cultural de México”.

Musacchio afirma que el periodismo cultural es cíclico, que tiene momentos muy altos y también caídas: “Ahora no está pasando por lo mejor. Hubo una muy buena época de fines de los setenta a principios de los noventa. El pretexto de los editores, directores y dueños de medios para no impulsar este periodismo es que no es negocio. Ése era un argumento válido hace treinta o cuarenta años, pero no hoy con los anunciantes de plana completa como el INBA, CONACULTA, universidades, editoriales. Sí existen condiciones, pero no intención, ni conciencia de que sí tiene demanda”.

Sin embargo, sabe que la condición para ello es la preparación, ya que “todos los periodistas deben ser buenos lectores, no sólo de diarios. No concibo un buen periodista sin lecturas. Los grandes maestros del periodismo así lo han sido. Es condición para cualquier especialidad, pero en el caso del periodismo cultural, es indispensable que si vas a escribir de literatura, danza, música, se tengan antecedentes. Estamos obligados a mejorar nuestra preparación. Un buen reportero de cultura no les pide nada a las estrellas de la redacción general, al contrario, muchos de ellos acaban por convertirse en buenos escritores”.

La crisis del periodismo cultural
El periodista Guillermo Osorno, coincide en que el periodismo cultural en México se encuentra en un mal momento, debido a que hay “una incomprensión de los editores y de los dueños de los medios acerca de la importancia de este periodismo, y de la cultura en el país”. 

En cuanto al argumento de que no es algo que pueda venderse, refiere que “es una ceguera por parte de los anunciantes y de los encargados de los medios”, y esto hace a la sociedad “más pobre en general”.

Aun cuando se esgrime que no hay lectores, Osorno dice que los editores “deberían tener una pista de que hay temas que no se ven, pero que son muy atractivos para la gente”.

Cree que esto difícilmente podrá resarcirse desde los medios, por lo que más bien habrá de hacerse “desde la gestión personal”.

Un panorama hostil
Hacer un diagnóstico del periodismo cultural en el mundo creo que sería muy difícil —afirma Rogelio Villarreal, director de la revista tapatía Replicante, y fundador de legendarias publicaciones culturales como la Pusmoderna y La regla rota—.

“Requeriría un conocimiento muy vasto de lo que se hace, por lo menos en el mundo de habla hispana. Me gusta mucho leer los suplementos y secciones culturales de diarios argentinos y españoles; por supuesto, creo que hay diversidad. Me gusta también ver las secciones de cultura en México, y los suplementos. Creo que sí hay variedad. Aunque me gustaría ver un poco más”.

Villarreal dice que en las secciones y revistas culturales hay una recurrencia de grandes firmas, nombres más conocidos, premios, homenajes y muertes, un periodismo cultural que vive solamente de eso y que ya no investiga, que ya no provoca o propone, que no busca: “Que no hace precisamente lo que tiene que hacer el periodismo, sino que, a veces, por muchas circunstancias, el periodista cultural no tiene tiempo: no se prepara, no se informa, no lee libros del autor que va a entrevistar, no ve la película, no sabe de qué se trata la obra de teatro o no fue al concierto de la filarmónica”.

Todo esto, precisa, incide en la calidad de la nota. Además, se privilegia la sección de espectáculos, cuando se podría hacer un tratamiento serio sobre la calidad de la obra, del autor, un análisis de la música, por no hablar de obras literarias o cinematográficas, que requieren una visión más compleja.

¿Qué pasa con el periodista cultural? “Que gana poco, está sobreexplotado, y no tiene tiempo de prepararse, ya no digamos para leer o entrenarse de lo que va a escribir —contesta Villareal—. Tiene una visión un poquito general, un poquito de todo y, a veces, con eso sale a enfrentarse a la nota. Otra problemática es que tampoco hay interés de los directivos o de los empresarios, dueños de los diarios, de preparar a sus reporteros. Así que la cultura siempre es un poquito lo que sobra o si hay tiempo. Siempre es más escandaloso hablar de Rihanna o de Miley Cyrus”.

Los homenajes a grandes personajes, que ocupan un cierto tipo de periodismo, son tratados de manera muy elogiosa, no hay una revisión de su trabajo, no hay una relectura, explica. “Habría que añadir a este panorama de diarios, secciones culturales y suplementos, a las revistas culturales, que me parece que allí sí exploran más, con mayor suerte y detenimiento, distintos problemas que tienen que ver con la cultura y la sociedad”.

El panorama del periodismo cultural, además, tiene que ver con cuestiones económicas, salariales, de trabajo, y con el interés o desinterés de los directivos. “Sí hay buen periodismo cultural en México, pero está muy maltratado, está muy esparcido entre miles de medios, tanto impresos como en internet”, concluye Villareal. “Lo que no hay son incentivos y estímulos. No hay preparación. A veces no hay ni siquiera librerías. Entonces: ¿cómo un buen reportero de Quintana Roo o de Ciudad Victoria —aparte con un entorno hostil— va a poder trabajar con las herramientas necesarias para hacer bien su trabajo?”.

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