Una carta con remitente haitiano

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Desde que existe internet, las cartas a puño y letra casi desaparecieron. Todo llega rápido a donde sea y a quién sea… aunque no siempre ocurre así, y es necesario regresar al principio. Sentir en un trozo de papel la presencia.
Alhy Daniel es paramédico de la Cruz Roja Mexicana. Conoce cómo actuar en momentos de desastre. Está capacitado para atender hemorragias, fracturas riesgosas y crisis nervosas en situaciones extremas. Ayudó en tragedias nacionales e internacionales, como el tsunami asiático, coordinando la ayuda que manda la Cruz Roja. Su última misión fue a Haití.
Un día antes de regresar estaba en el aeropuerto internacional en Puerto Príncipe, donde personas de 40 países intentaban organizarse para la distribución de la ayuda humanitaria. Ahí ondeaban las banderas, entre éstas la mexicana. Se le acercó un haitiano (Jimmy) que hablaba español. Identificó que era de México y no sólo eso, que también era de Guadalajara. Le entregó una carta para su hermano, Conrad Sylaire, quien vive en nuestra ciudad.
Después del terremoto Jimmy pudo comunicarse con su hermano y decirle que estaba vivo. Prefirió utilizar el método convencional para hacer llegar el mensaje. Una carta escrita en francés en tinta azul, en una hoja tamaño carta doblada por la mitad.
Alhy Daniel aceptó llevar la carta a México. Parecería una tarea fácil. La misiva tenía el teléfono y el número del celular de Conrad.
La tecnología fue inútil. El correo no fue contestado. El celular estaba fuera de servicio y el buzón de voz, lleno. La carta no tenía ninguna dirección. Alhy recordó que Jimmy le dijo que su hermano vivía en Alcalde Barranquitas. Era el único dato que tenía. La carta seguía con él y aún no llegaba a su destinatario. El emisario, sin hablar francés, jamás supo lo que decían esas letras, aunque lo suponía.
¿Dónde y cómo buscar? Una rueda de prensa ofrecida por la comunidad de haitianos en Guadalajara dio pistas del destinatario. Cuando Franz Romulus, un haitiano que desde hace 44 años vive en México, agradeciera la solidaridad del pueblo mexicano con su país, Alhy Daniel encontró la oportunidad de cumplir con el encargo. Llevaba en la mano esa hoja enviada desde el desastre. Contó sobre el compromiso que hizo con Jimmy en Haití: “Entregársela personalmente para que tenga esa tranquilidad su hermano”.
El paramédico se acercó a Franz, le explicó cómo y en dónde le entregaron la carta. Prima, hija de Franz, tomó una lista con los nombres de los haitianos que radican en Guadalajara. Encontró el nombre: “Conrand Sylaire”. Los tres sonrieron. Alhy había encontrado al destinatario del mensaje. Le ofrecieron llevarle la carta. Él prefirió hacerlo personalmente.
A la delegación de la Cruz Roja, ubicada en el parque Morelos, llegó Conrad por la carta un día antes de que el paramédico se la entregara.
Imposible estar ahí y entrevistarlo. No respondía el teléfono. Habrá dificultades para comunicarse con él, pero poner su nombre en Youtube da resultados. En internet circula un video que agradece a la Cruz Roja Mexicana que le hicieron llegar la misiva que mandó su hermano. Entonces las redes sociales fueron una opción para acercarse a la historia. Teclear su nombre en el buscador de amigos en Facebook y ver que aparecía una búsqueda. Como imagen una foto de una niña, maquillada con la bandera de Haití, llorando. En el apartado de “escriba algo sobre usted”, él deja este mensaje: “Si quieren y pueden ayudar a la familia por favor háganlo! No importa que sea poco o mucho. Será de gran ayuda! Cuenta de Banco HSBC 4044422053. Clave 021320040444220534.
El mismo día que envíe la solicitud, tuve respuesta. 11:28 de la noche. Conrad saluda y aunque su historia ha salido en varios medios de comunicación, tengo dos preguntas que formular. “¿Qué pensó cuando vio una carta enviada por su hermano desde Haití”. Conrad responde a las 23:34: “Me dio gusto que sí me hubiese buscado Alhy como se lo había prometido a Jimmy”. “¿Cuándo fue la última vez que recibiste una carta?”. La respuesta de él es como quizá la de muchos: “hace demasiado tiempo, no sé cuanto exactamente”. Casi son las doce de la noche. Conrad se despide porque mañana tiene que trabajar.
Conserva la contraseña del correo electrónico y la del Facebook en su mente. En algún lugar de su casa guarda ese trozo de papel escrito, la señal de vida de su hermano, sin la virtualidad como cómplice, sólo él y la carta escrita desde Haití.

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