Te lo digo Benito para que lo entiendas Porfirio

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El Teatro Experimental presentó el último fin de semana de enero la obra ganadora del Premio nacional de dramaturgia UAM-UdeG 2009, El verdadero Bulnes. La interpretación histórica se convirtió en argumento de un drama que recupera la figura del político mexicano Francisco Bulnes. Un teatro casi lleno recibió a los nueve actores que recrean un ambiente porfiriano en el que, esta vez, el foco de atención no es el general oaxaqueño, sino quienes a su alrededor, una y otra vez, presentaron y soportaron su candidatura y sus consecuentes reelecciones.
En el escenario hay una celebración. Manuel Romero Rubio, quien formara parte de los gabinetes de Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz, es el anfitrión de la tertulia. Su hija Carmelita Romero, segunda esposa de Díaz, ameniza al piano con valses y música de Debussy. El ambiente responde literalmente a las imágenes de ese tiempo que el cine nacional inmortalizara. Además, aparece Manuelito Gutiérrez Nájera para aderezar la velada con uno de sus poemas. Justo Sierra conversa entusiasta con “Pancho” Bulnes, a quien entrega un regalo: la figura en piedra de Ehécatl, el dios azteca del viento, cuyo hálito es capaz de mover al sol.
La trama sigue su curso a partir del grupo de los llamados “científicos”, quienes discuten sobre las renovadas candidaturas de Díaz, las convenciones del Partido Liberal, su inspirado debate sobre la coexistencia de distintas facciones ideológicas, la importancia de la educación en el proyecto de país.
En cada instante Ehécatl, a quien llaman “monito”, acompaña a Bulnes. En distintos momentos Romero Rubio, Yves Limantour y hasta Justo Sierra, justifican la permanencia de Díaz en el poder, todos menos uno: Bulnes. El personaje central, de acuerdo con los dramaturgos Alberto y Claudio Lomnitz, trasciende a la interpretación acomodaticia o inmediata que hicieran sus contemporáneos sobre la presencia del dictador en el poder. Bulnes expresa y comparte el dilema ético en que lo coloca el régimen de Díaz.
El texto dramático no se queda en la presentación de posturas de los políticos que rodearon a Díaz. Profundiza en sus argumentos a través de la recuperación histórica de sus discursos y decisiones. Es evidente el trabajo documental al respecto para tratar a los personajes, así como la selección de los discursos.

El peso de la palabra
La dramaturgia recupera a uno de los críticos más importantes que tuviera no sólo el régimen de Díaz, sino figuras totémicas como Benito Juárez. Sin embargo, es notable el conflicto que el discurso causa en la acción dramática. Dirigida por José Caballero, uno de los más reconocidos personajes en la escena nacional, la obra apuesta por una dramatización realista. El actor Sergio Cataño es el encargado de representar a Francisco Bulnes y establece mancuerna con Carlos Corona, quien interpreta a Justo Sierra. Los acompañan en los papeles principales Miguel Cooper como Yves Limantour, Carlos Alberto Orozco como Manuel Romero Rubio y Violeta Sarmiento en los papeles de Carmelita Romero y María Teresa Bulnes, esposa del protagonista.
El tono de la representación mantiene el realismo discursivo de la dramaturgia. Si bien la historia se cuida de no caer en el artificio erudito, el peso de la palabra inclina la balanza de forma excesiva. Hay demasiados juramentos, disertaciones, prédicas. En muchas ocasiones la densidad de la trama, así como la recreación exaltada de las exposiciones y tratados orales de los protagonistas, alargan momentos en los que se pierde la acción dramática con el galope incesante del habla.
La escenografía e iluminación son de Luis Manuel Aguilar, quien realizó un trabajo destacado al definir el espacio a partir de paneles móviles. El ambiente de la época se consiguió a partir de los objetos y lugares proyectados en los distintos paneles. Así ocurrían los cambios de espacio, del salón de una casona a las calles de la capital, del Jockey Club al estudio de Bulnes. Todo esto sobre una extendida escalinata que evoca el antiguo y eterno nicho de Ehécatl y del pueblo mexicano: la jerárquica pirámide.
Si bien las celebraciones bicentenarias pueden convertirse en un buen motivo para revisar y cuestionar la historia de nuestros países, es preciso que también se reflexione sobre el impacto real que los motivos nacionalistas tienen en el quehacer artístico como tal.
En este tema quizá habría que recuperar el pensamiento de Bulnes, quien a diferencia de sus compañeros liberales, se reconoce en permanente conflicto y confía en la posibilidad del cambio, aún dentro de la repetición consecutiva de errores.

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