Pecadores somos y en un comic nos reflejamos

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Nunca fui un asiduo lector de comics. Les admito que ese mundo fantástico -tan vasto, variopinto y versallesco- es para mí prácticamente desconocido. Vaya, en pocas palabras soy un cuasineófito de las historieta. Si acaso, leí (casi) todas la colecciones de Asterix y Obelix, Lucky Luke, Mafalda, Inodoro Pereyra y Boggie, el Aceitoso, y solo porque lsa tenía mi carnal, el Rojo (a quien vuelvo a felicitar por su reciente boda, al igual que a mi cuñada, la Mijis). Por ahí recuerdo haber leído a Archie, Memín Pinguín o Condorito cuando iba a que me tusaran en la peluquería. Ya más grande descubrí por casualidad el grandioso arte historietista de Milo Manara. De Superman, Batman, Spider-man y demás héroes de la Legión de la Justicia, solo supe a través de la televisión, pero de comprar sus revistas na de na. Del comic japonés, cuyo especial nombre ahora no recuerdo y no pienso investigar, pos sé que es tan camaney que resulta de culto, como muchos títulos y autores más no solo de oriente, sino de varios puntos del planeta. Ahora, si algo me hubiera gustado ver y leer, son la novelas gráficas de un tal Frank Miller. Un tal Frank Miller que dibuja (supongo) y escribe (imagino) por igual. Sí: lo visual es realmente impactante y original. Pero lo que verdaderamente me ha llamado la atención de él es cómo y qué escribe. Y todo gracias a que uno de sus fans, un tal Robert Rodríguez, hizo lo que nadie en muchos años pudo hacer: hacer casting y convencerlo de que llevaran su historieta al cine como si el cómic cobrara vida de una manera por demás genial, sublime, explosiva, perfecta. Porque su serie, Sin City, en la versión cinematográfica que hace una semanas dejó con el ojo y la mente cuadrada a quienes fueron a la salas de cine es ya un clásico más allá del cómic. ¡Chido!

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Ya me lo había advertido mi amigo el Payó, cinéfilo, crítico (aunque no les guste este mote que muchos le endilgan por sus años de excelso critico-reseñista y reportero en Público), personajazo y hacedor peliculero, sobre que Sin City (Ciudad del Pecado, EU 2005) era literalmente una chingonería. Sin embargo se quedó corto, porque yo diría, burda pero atinadamente (modestia muy pero muy aparte) que es un megaarchisuperchingonería. Una cinta (cómic) que vale por su brillante arte visual y su brillante arte narrativo. Con personajes de pies a cabeza, redondos, contradictorios, buenos y malos a la vez; aunque los ‘malos’ acá sean un poco más buenos que aquellos que suelen serlo. Un universo noir sólido, sin fisuras capaces de tirar esta ciudad pecadora que se parece a muchas que, sin ser cómics y sí siendo realidades, van que vuelan para imitar a este cómic, aunque seguramente nunca tendrán la calidad que les ha impreso Miller. Y ahora más en la pantalla grande gracias a él y Rodríguez, quien al menos en los créditos dice que co-dirige la cinta con el creador original, teniendo además de director invitado a su carnalazo, míster Quentin Tarantino, cuya secuencia a su cargo realmente se las recomiendo. Sinceramente es el mejor cómic llevado al cine por todos y cada uno de sus elementos. Pero es mucho más. Porque más allá de que vendrán muchas secuelas (justificadas), la forma y fondo novelesco de narrar , intercalando deliciosamente las tres y media historias que la integran, yo nunca había visto antes una cosa semejante. Y miren que tiene un ritmo especial, y un sonido único, y una ambientación fuera de lo común, y un arte que te abofetea como si una caricia, y un elenco maravilloso, y un rubicundo story board calca del cómic original. ¡Guau!

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Una híprerdimension -o una (ir) realidad aparte- que nacen de la inspiración de lo que está ahí y no se ve o más bien no queremos ver. Lluvia, violencia, amor, venganza, heroísmo, decadencia, esperanza, locura y acción donde un asesino a sueldo parece ser todo menos lo que es. Donde un policía al punto del retiro será dos veces héroe por el amor de un niña de once años y la misma hecha un bombón tiempo después. Donde un hombre aparentemente indestructible y feo a madres vengará la sangre derramaba de una puta y se llevará de corbata a quién se ponga en su camino o lo merezca. Donde un héroe con vicios y virtudes se enfrentará, por honor y buena onda nomás, al lado corrupto de la ley tan solo por las mujeres que hacen realidad Pueblo Viejo, un oasis de sexo y amor muy bien organizado. Sea como sea, las tres y media historias se entrelazan, forman parte de los mismos temas, del mismo infierno terrenal que parece decir mucho más de lo que estilo negro, enfermo y a la vez cool superpone. Que no les digan que no les cuenten: Sin City es una aventura extrema visual y narrativa, donde Bruce Willis, Mickey Rourke, Clive Owen, Jessica Alba, Benicio del Toro, Elijah Wood y Rosario Dawson, entre un estela fastuosa y diferente entre sí, se convierten en personajes de cómic más allá del cómic y más acá del cine que, en esta ocasión, da la bienvenida a un complejo de efectos especiales elocuentes, necesarios e hipnóticos que nunca están de más, y si estuvieran de menos, no sería lo mismo y estaríamos hablando de un cinta tipo Dick Tracy que es a Sin City lo que –discúlpese la comparación- el futbol de Trinidad y Tobago es a Brasil. No tuve tiempo ni ocasión de ir a ver este prodigio (imposible situarlo en un género) en la pantalla grande, el lugar donde debería de haberlo visto. Pero pueden disfrutarla rentando o comprando el DVD. ¡Yeah!
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Lo digo como lo dije y lo repito como nunca: no soy fan de los comics y sé existen muchos que sí lo son. Mas sin embargo no se necesita saber de ese expresión artística tan especial y paralela a otras para adentrarse en la entrañas de un cinta que sin duda sorprende, asombra y noquea nuestra capacidad sensorial. Si el producto es una chingonería es porque la dirección es genial y ésta es porque la fotografía es grandiosa y ésta es porque la concepción artística y ambientación son maravillosas y ésta es porque los actores están estupendos y éstos son porque todos y cada unos de los elementos originales imaginados en un pedazo de papel por Frank Miller son brillantes y éstos aún más increíbles en el cine de Robert (quien ha realizado por años luz su mejor trabajo, El Mariachi). En serio, no es broma: vayan cuanto antes a ver este filme que resulta un parteaguas en su tipo, y eso que su tipo es algo tan especial, tan diferente y tan original que difícilmente alguien podría clasificarlo, menos aún situarlos como le gusta a los convencionalistas situar hasta lo más inconvencional. Pecadores somos, todos. Y aunque el mundo del cómic dista de ser real, en éste, en esta Sin City, nos veremos reflejados. Para bien o para mal. Gústele o no a la inconsciencia que, como a los protagonistas, nos traicionara una y otra vez, incluso sin darnos cuenta. Lo que pasa o deja de pasar puede ser o no real (¡será que todos nos contagiamos de la ‘condición’ del casi inmortal Hartigan’?). Todo depende de cómo, por qué, cuándo y dónde se sienta. Sólo quda verla. Abrocharse el cinturón. Prender la cinta. Y dejarse llevar por Miller, Rodríguez, Tarantino y compañía. Menudo Sin Pack. ¡Putzzz!

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