Las Sor Juanas y el mercado editorial

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México es un país que, en pleno siglo XXI, sigue presentando prácticas de desigualdad de género muy marcadas. El plano cultural no es la excepción, la disparidad de oportunidades en el mundo editorial es el pan de cada día de las mujeres que escriben, y que intentan posicionar sus libros frente a un mercado en el que por muchos años han predominado los varones.

Además, el mercado editorial pero, primordialmente, el comercio, se han preocupado más por publicar autores que procuren buenas ventas.

Laura Niembro, directora de contenidos en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, entre los que se cuenta el Premio Sor Juana Inés de la Cruz —que se entregó por primera vez en 1993 y cuya misión es reconocer al trabajo literario de las mujeres en el mundo hispano—, dice: “En términos de la calidad literaria, las obras escritas por mujeres y escritas por hombres no tienen diferencias, pese a que en el pasado se esperaba que las mujeres abordaran temas de interés femenino. La literatura contemporánea escrita por mujeres es una muestra de que esto ha dejado de ser así desde hace años, una mujer puede abordar temáticas de interés general, hay mujeres que tienen una literatura salvaje y ese prejuicio se ha perdido un poco, pero no significa que las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres a la hora de posicionar sus libros en las manos de los lectores, porque les sigue costando trabajo ser editadas y que los libros sean vendidos. No se compite en igualdad de circunstancias, esto ocurre en los ojos de un editor que tiene que posicionar su material y que tiene que sostener sus negocios, las editoriales no se han atrevido a rebatir este prejuicio que muchas veces viene de los mismos lectores”.

Niembro sostiene que los prejuicios acerca de lo que debería escribir una mujer nacen y se alimentan en todos los eslabones de la cadena comercial, desde las editorial, los editores, quienes venden los libros a incluso los profesores que (quizá no conscientemente) recomiendan lecturas sólo de autores masculinos.

“Por eso, premios como el Sor Juana siguen teniendo pertinencia aún ahora, después de muchos años de haber nacido. La misión fundamental es estimular la literatura escrita por mujeres y creemos que sigue siendo vigente, porque las leyes del mercado siguen siendo menos favorables a las mujeres que a los hombres”.

El premio que han ganado mexicanas como Cristina Rivera Garza, Ana García Bergua, Paloma Villegas, Margo Glantz, Silvia Molina y Elena Garro, según Niembro, busca poner en la atención de los medios el trabajo de las mujeres y soslayar estas afrentas a las escritoras.

En este sentido, la comunidad de lectores que preferentemente consumen bestsellers, sigue estando inclinada hacia las ideas preconcebidas que la mujer tiene que escribir sobre maternidad, amor, desamor, esas novelas rosas que han adjudicado el papel de la mujer en la literatura y que las escritoras mexicanas han intentado borrar desde Sor Juana. Esto lo confirma Fernanda Álvarez Pérez, editora de los sellos Lumen, Grijalbo (por mencionar algunos), en el grupo editorial Penguin Random House, quien además cuenta con un doctorado en Literatura comparada: “Hay que decir, sin duda, que estos prejuicios en un sector del mercado más intelectual ya casi no existen, ya hay más espacio para la literatura por ser literatura, sin fijarse en el autor que esté escribiendo. La mujer está ocupando sus espacios sin rezago y sin tratos especiales por su sexo”.

Álvarez Pérez admite que ante este prejuicio habría que prestar atención a “qué literatura, durante años, las editoriales han estado proponiendo y propusieron a las lectoras, porque si los sellos se dan a la tarea de buscar literatura grande, poco importaría el género”.

Ellas que escriben
Sara Uribe (Antígona González, Sur+, 2012) poeta originaria de Querétaro y radicada en Tamaulipas desde los diez años, asevera: “No sé si hablar de exclusión en el mercado como tal,  dado que hay una oferta de libros escritos por mujeres. Lo que es cierto es que en el mercado editorial, como en todo mercado, hay sesgos que tienen que ver con las temáticas, los géneros literarios y sobre todo con la demanda. Lo que sí me gustaría decir en torno a esta idea es que con frecuencia uno no puede dejar de notar, no sin cierta suspicacia, que la cantidad de escritores varones en las antologías, por citar un ejemplo, sobrepasa con creces a la de las escritoras. Tampoco puede uno dejar de notar como en algunas de las actividades literarias las mesas están compuestas únicamente por  escritores del sexo masculino. O como en algunos encuentros literarios la proporción de escritoras/escritores invitados es más o menos 30 por ciento mujeres y 70 por ciento hombres, en el mejor de los casos. O, en efecto, que la mayoría de los beneficiarios de las becas o de los premios literarios son escritores varones. Y bueno, hay que decir que no en todos los casos, pero que en ocasiones la lectura de algunos de estos hechos hace evidente un desinterés por incluir el trabajo de las escritoras”.

Sobre si existe un rezago o no, Uribe comenta que este término implicaría indicar frente a qué o quienes están rezagadas: “Me gustaría más bien hablar de si las escritoras están cuestionando el estado de las cosas y del lenguaje a través de su escritura. Lo cual en definitiva pienso que sucede, y por poner sólo un ejemplo se me viene a la cabeza el desestabilizador libro de Vivian Abenshushan, Escritos para desocupados, en el cual deconstruye una serie de dogmas cotidianos y sistemáticos sobre la noción casi sacralizada del trabajo”.

Marina Azahua (Retrato Involuntario, Tusquets, 2013), expresa al respecto que ella jamás ha identificado su escritura como parte de un género y que esto para ella no ha representado una afrenta: “Sin duda alguna, vivimos en un universo cultural y literario donde se ha dado mayor importancia a la obra de hombres, y hay muchas mujeres que se enfrentan constantemente a la misoginia del sistema cultural en turno. Aun así, no hay que perder de vista que esto es una cuestión que deriva de un sistema de desigualdad a nivel mundial, fincado en una disparidad económica y política. En un mundo poblado prácticamente mitad y mitad por hombres y mujeres, pero donde la mayoría de los propietarios son hombres, y no mujeres, y la mayoría de las decisiones políticas las toman hombres y no mujeres, la desigualdad es innegable.”
“En general, sobre este tema, tengo una aspiración única: que un día deje de ser un tema. Mientras tanto, creo que es labor tanto de mujeres como de hombres prestarle atención”, concluye Azahua.

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