La lucha del hambre

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“Vos, ayúdeme. Vengo de El Salvador, voy a Estados Unidos, con unas cuantas monedas que me ayude vos”. Con esta frase entonada con un remedo de acento argentino, que nada tiene que ver con la forma de hablar de los centroamericanos, una persona pide dinero a los pasajeros de un camión de la ruta 611 en las inmediaciones del parque San Jacinto de Guadalajara, una zona muy lejana de las vías del tren.

Basta cuestionarle con tres sencillas preguntas: ¿De qué departamento eres? ¿A qué equipo de futbol apoyas allá? ¿Quién es Mauricio Funes? Entonces el falso migrante se encoge de brazos, agacha la cabeza y se escabulle lo más rápido posible entre los automóviles.

En medio de un contexto de pobreza y falta de oportunidades, algunos tapatíos que viven en la precariedad han encontrado una fórmula para obtener dinero: hacerse pasar por centroamericanos. Esta versión marginal del axioma marxista de la explotación del hombre por el hombre, consiste en  vejar a un grupo aún más vulnerable que ellos, los migrantes en condición de tránsito.

“El tema de la migración es complejo y vamos constatando matices, variantes. Un tema que se ha vuelto recurrente donde hay tránsito migratorio es la aparición de personas que dicen ser migrantes para recurrir a la caridad o al socorro ciudadano”, afirma Alonso Hernández López, encargado de investigación en FM4 Paso Libre, organización sin fines de lucro que apoya a migrantes que pasan por la Zona Metropolitana de Guadalajara.

Por separado, Ramón Gómez Zamudio, investigador del Departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, asevera que este tipo de fenómenos agudiza los estigmas y la ya de por sí existente e injusta criminalización de los migrantes entre la sociedad tapatía. Esto provoca que la gente deje de ayudar a quienes realmente lo necesitan.

“Y no sólo eso, sino que ya hasta los asaltan y los despojan de sus formas de identificación. Yo me he encontrado con la misma persona tres veces seguidas mostrando una identificación de salvadoreño en Avenida Inglaterra. Me bajé a conversar con él, y ni el acento ni nada tenía, queda claro que no es centroamericano. He charlado en Plaza del Sol con salvadoreños que afirman que ya desde Ocotlán los han despojado de sus documentos. Aquí en la Zona Metropolitana les quitan documentos para utilizarlos en este proceso de mimetización en el que nuestros indigentes se están haciendo pasar por migrantes en condición de tránsito”, sostiene.

En octubre de 2013, FM4 Paso Libre presentó el informe “Migración en tránsito por la Zona Metropolitana de Guadalajara: actores, retos y perspectivas”, en el que consignaron este fenómeno.

“Actualmente la competencia entre migrantes y quienes se hacen pasar por migrantes se ha agudizado. Y los primeros marcan hasta donde pueden distinguirse, muestran sus carnets y sus monedas como el quetzal y la lempira. Paradoja: ‘los indocumentados traen su carnet para mostrar al mexicano que sí son de allá’”, detalla el documento.

Urge apoyo oficial
Según la Comisión Estatal de Derechos Humanos, cada año transitan por Jalisco 400 mil migrantes que buscan llegar a Estados Unidos en una larga travesía de cuatro meses. La ruta de ferrocarril Tuxtla-Nogales, que pasa por Guadalajara, aunque es la más larga es cada vez más transitada, pues los centroamericanos buscan librar territorios controlados por grupos delincuenciales.

En octubre de 2013 el Congreso de Jalisco aprobó reformas al Código de Asistencia Social que establecen la obligación para el Estado de brindar ayuda humanitaria a migrantes en condición de tránsito por medio de centros de atención. Sin embargo, aún no se ha arrancado con estos proyectos por parte de las autoridades.

La diputada local Mariana Arámbula Melendez, vocal de la Comisión de Derechos Humanos del Poder Legislativo, lamenta que su iniciativa no se haya llevado aún a la práctica: “Ya nos había tocado verlo. Por eso hablaba yo de los centros de atención de migrantes, porque a través de ellos nos vamos a dar cuenta de quiénes son y quiénes no. Sí tenemos que ver el tema para que no se confunda. Los migrantes van de paso y sólo requieren dos o tres días de descanso, si tienen una herida provocada por ir en La Bestia, sólo quieren sanar para reincorporarse a su camino. No podemos criminalizarlos. No creo que quieran salir de su casa, dejar su familia para quedarse estancados en un lugar y en la calle, donde no se generen beneficios”, indica.

En el mismo sentido se pronuncia el especialista Ramón Gómez Zamudio: “El Gobierno del Estado ha reiterado que destinaría recursos para poner en marcha un albergue y no se ha concretado”.

Y propone acciones conjuntas de la delegación del Instituto Nacional de Migración y el Gobierno del Estado que podrían operar en Guadalajara, en un programa conformado por integrantes de tres niveles de gobierno que por lo pronto trabaja en la protección de los migrantes sólo en nueve estados ubicados en el norte y el sur de la República.

“Se podría acordar una estrategia conjunta con grupos Beta para que operaran en este corredor. Desde Irapuato, La Barca, Ocotlán, Guadalajara. Si bien trabajan en el norte y en el sur, en la parte media no hay apoyo, tanto para migrantes centroamericanos como nacionales”.

La diputada Mariana Arámbula adelanta que se reunirá con organizaciones de la sociedad civil y con el titular de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, Felipe Álvarez Cibrián, además de preparar un exhorto al Gobierno Estatal para que se dé seguimiento a la reforma aprobada el año pasado.

“Esto cada vez se está haciendo más grande y están pagando justos por pecadores”, apunta la legisladora.

Orientación en lugar de dádiva
Tanto Gómez Zamudio como Alonso Hernández de FM4 coinciden en que no hay que dar dinero en las calles sino optar por otras soluciones más inteligentes y organizadas.

“Es mejor tratar de hacer un ejercicio de corresponsabilidad social. Si a la gente le gusta ayudar en las calles, sugerimos no dar dinero en los cruceros, más bien canalizarlos a alguna institución que se dedique a atender a una población en situación de vulnerabilidad. Pueden ser migrantes, niños huérfanos, enfermos terminales, gente que vive en la calle o personas con adicciones”, recomienda Alonso Hernández.

Gómez Zamudio opina que es mejor regalar un lonche, agua o fruta, porque los migrantes en tránsito difícilmente rechazan estos insumos.

“No hay que darles apoyo, con todo y que a uno le duela. Te quedas con la duda. Más bien orientarlos o incluso llevarlos si se puede. En todo caso ofrecerles una camisa o mochila. Nuestros indigentes quieren dinero pero los migrantes aceptan lo que quieras ofrecerles, ropa, galletas, latería”, indica el especialista.

También sugieren que quienes lleven alimentos se organicen, porque a veces acuden cinco o seis contingentes al mismo tiempo a dar comida en las vías del tren y se termina desperdiciando. “Necesitamos reconstruirnos socialmente”, añade Hernández López.

Un foco de desigualdad

“La migración no es un crimen. La pobreza mucho menos”. De esta manera, Diego Noel Ramos Rojas, encargado de vinculación de FM4, hace énfasis en la no criminalización de los falsos migrantes. Términos como colmilludos y gandallas no deben utilizarse, ya que la realidad es que el contexto social de falta de oportunidades es el verdadero caldo de cultivo para este tipo de fenómenos.

“Es una estrategia de supervivencia que no ocurriría si las condiciones estructurales de los más mínimos derechos estuvieran dados, por ejemplo, el derecho laboral a un empleo remunerado. Y probablemente también la sociedad sea corresponsable en ese aspecto, porque al momento de ser espectador nos volvímos partícipes al deslindarnos de la marginalidad, desigualdad y de estas prácticas que interactúan en una realidad de más de cuatro millones de habitantes que genera el 43 por ciento de la pobreza en Jalisco. Esta ciudad es un foco de desigualdad y la falta de oportunidades va en el mismo tono”, afirma Ramos Rojas.

Alonso Hernández complementa la idea: “Este fenómeno habla de otro tipo de situaciones que se gestan en las grandes ciudades, que están dejando de proveer satisfactores para su población, la cual tiene que emplear estrategias para su subsistencia, y es salir a las calles y pedir, tal cual, ayuda. Hablamos de falta de empleo, de seguridad, nulo acceso a salud o educación. Se van conjugando los factores y esto puede ser una variable explicativa”.

Afirmó que en algunos casos existe tensión entre el que es migrante y el que dice serlo: “Población que vive en la calle y que se ha apropiado de ciertos espacios, cuando ve un migrante, ve un sujeto aún más vulnerable que ellos y se dan los robos o amenazas, con o sin violencia”.

En la entidad hay alrededor de 150 instituciones que atienden población en situación de calle, pero FM4 es la única que apoya a migrantes en condición de tránsito.

Hernández López considera que primero hay que entender la situación y luego abogar para que toda la población reciba el trato que amerita cualquier ser humano, que se garantice el derecho a la alimentación, y a un empleo digno y remunerado.

Mientras eso no se resuelva, se seguirán dando estas y otro tipo de situaciones con un común denominador: sobrevivir en la cada vez más adversa jungla de concreto.

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