La crema musical

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Para quienes escucharon la magnífica calidad sonora del Cuarteto Brodsky, este pasado domingo en Morelia, podrían –si lo supieran todos– quizá atribuirlo a que sus instrumentos fueron fabricados entre los siglos XVII y XVIII. Sin duda, ello contribuye en gran medida, pero de nada serviría sin la maestría y dedicación de los integrantes de la agrupación inglesa, formada hace 42 años y llamada así en honor al violinista ruso Adolf Brodsky.

El recital que ofreció el cuarteto, formó parte del Festival de Música de Morelia, en su edición 26, y en el cual interpretaron música de Johan Sebastian Bach, de El arte de la fuga, y Preghiera de Henning Kraggerud, que aunque de por sí bellas, prepararon al público para las dos grandes obras que vendrían: el Cuarteto para cuerdas número 5 de Béla Bártok, y el Cuarteto para cuerdas número 14 en do sostenido menor, de Beethoven, y que son consideradas por Paul Cassidy –la viola del conjunto– como la “crema de la música para cuarteto”.

Sí la presencia escénica, pero sobre todo la precisión y la belleza de interpretación, mantuvieron a los espectadores cautivos y en silenciosa contemplación de la ejecución que el Cuarteto Brodsky hiciera en el patio principal del Palacio Municipal, en su segunda visita a la ciudad michoacana.

El uso de recintos que usualmente tienen una vocación administrativa, pero que prueban su cualidad para fines culturales, también fue grato en el Palacio de Gobierno de Morelia, con la presencia de la Orquesta del Teatro de la Gärtnerplatz de Munich, el pasado sábado, y quienes bajo la dirección musical de Marco Comin, interpretaron obras Mozart y Haydn.

Marco Comin, quien ya había estado con su orquesta la semana pasada en Gudalajara, dijo que una de las razones para elegir este programa es porque “me gusta mucho la claridad, la transparencia y la articulación en el sonido, por lo que los compositores seleccionados son un gran ejemplo de ello”.

En cuanto al porqué esta orquesta es una de las más reconocidas, Comin señaló que es algo que va más allá de lo que comúnmente se conoce como la pasión. Dijo que los directores “aprendemos a ser precisos”. Pero además, en el camino muchos instrumentistas han perdido el interés en tocar bien, y “la misión del director es recordarles para qué están ahí. No critico a un músico que toca mal, sino al que no tiene el interés”, y para lograrlo su relación con los músicos debe ser de calma, porque si no, “no vas a ningún lado, debes inspirarlos, porque la música es algo libre y espontáneo”.

Otros de los recitales que el público pudo apreciar el pasado fin de semana en el festival, fue la presentación del Cuarteto de Cuerdas de Moscú, integrado por cuatro perfeccionistas mujeres instrumentistas, y que fue creado en 1976. Su programa consistió en una primera parte en el Cuarteto en mi bemol, de Mozart, para luego adentrarse en su patria con el Cuarteto para cuerdas número 2 de Alexander Borodin, y el Cuarteto para cuerdas número 3 de Shostakovich. Estas últimas obras tienen para ellas profundo significado y emoción, porque fueron compuestas en el periodo posterior a la Segunda Guerra mundial.

También como parte de los eventos del festival del fin de semana, se realizó la presentación del Coro Promúsica, en la Iglesia del Carmen. La agrupación creada en 1985, y que a pesar de no estar compuesta en su totalidad por músicos de carrera, posee un buen nivel artístico, interpretó el Gloria en re mayor de Vivaldi, y la Misa Aeternae Trinitatis para voces mixtas y órgano, de Miguel Bernal Jiménez.

Uno de las grandes novedades del festival, fue el mapping que se llevó a cabo sobre la Catedral de Morelia y que circundada por la oscuridad de la plaza frente a ella, 15 mil asistentes presenciaron un relato audiovisual, con imágenes de las tradiciones y cultura de Michoacán, y vivificadas con la música del compositor michoacano, Miguel Bernal Jiménez.

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