La casa cierra

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Con la velocidad que sólo la luz y Facebook conocen, se corrió la noticia: La Casa Suspendida anuncia su cierre. “La Suspe”, como la conocemos, abrió hace poco más de seis años, tiempo en el que destacó como el espacio escénico de bajo impacto (eebi) más sólido en la ciudad. La casa se inauguró como un proyecto personal y profesional de la artista escénica Sara Isabel Quintero, quien le apostó a la creación de un foro que pudiera abrir sus puertas a proyectos propios y también de la comunidad teatral, y así fue. Año tras año, Sara combatía los mismos males de las políticas culturales, los procesos hacendarios, así como de la escasez de proyectos profesionales que albergar. Siguió con disciplina todos los pasos que teóricamente le asegurarían la permanencia, como convertirse en asociación civil, darse de alta en el SAT y, muy importante, consolidar alianzas estratégicas como lo hizo con Miguel Lugo, director de escena, uno de sus principales y más propositivos cómplices. La Casa Suspendida ganó un nombre y Sara no se detuvo, invirtió en el inmueble para equipar el pequeño foro con una capacidad máxima de sesenta personas.

Hoy, propios y extraños lamentan la noticia, pretenden hacer de “La Suspe” su bandera, repiten frases comunes para culpar a las instituciones, mientras buscan hacer de Sara una víctima. Ella, sin embargo, está muy lejos de serlo, es una actriz y directora con talento que pudo cumplir, como pocos, un sueño personal. Abrió un lugar distinguido por el trato amable y un gran compromiso con la programación.

La Casa Suspendida no cierra intempestivamente, no puede ser una sorpresa para quienes, dedicados al teatro, les da lo mismo presentarse en un foro bien equipado que en otro que no cuente con servicios básicos. No puede ser sorpresa que cierre cuando no existe el compromiso de hacer números antes de pedir un foro para una temporada, saber cuál es su punto de equilibrio. Hoy no basta con ser creador, hay que apostarle a la gestión de los proyectos propios, especializarse en su administración.

La Casa cierra, es hora de juntar las fichas, de convertir las lamentaciones en críticas serias que revisen las estrategias de producción artística, de evaluar cuáles son las responsabilidades de quienes acceden a un espacio, de comprometerse al conocimiento del público que se convoca y cómo hacerlo crecer. Aspectos tan importantes como estos no son responsabilidad exclusiva del foro, sino también del grupo artístico que lo ocupa, sobre todo cuando tenemos claro que la bolsa de recursos públicos destinada a la cultura sólo cambiará para adelgazarse, mientras cada vez son más quienes aspiran a ella. Generaciones de egresados de todas las disciplinas artísticas se suman cada año al concurso de los recursos, haciendo más complejos los procesos de selección de los beneficiados. Cada convocatoria deja a su paso una estela de hostilidades y resentimientos que se irá matizando hasta que aparezca la próxima y así sucesivamente hasta el fin de los tiempos.

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