La brújula del lenguaje

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El catorce de junio se cumplen treinta años del deceso de Jorge Luis Borges (1899-1986). No obstante, la vitalidad de su pensamiento y de su particular estilo literario se manifiesta cuando el lector contemporáneo entra en contacto con su obra. Borges vivió fascinado por el mundo de lo invisible y por la expresión de ese plano en lo terrenal. La relación del hombre con el infinito, el doble, la ubicuidad, el eterno retorno y Dios se entretejen constantemente con impetuosos ríos y bosques, con ciudades emblemáticas en su vida, con los patios rioplatenses y andaluces, con la pampa y el hombre gaucho, con las ruinas de una ciudad ya inexistente, o con el detalle instantáneo de una banca a la orilla de un río en donde se percató de que él era muchos y ninguno. Esta fascinación por lo inasible y lo visible es el motor principal de su obra. Jorge Luis Borges tejió un velo misterioso entre esos dos mundos y lo hizo de la mano de la erudición. Que otros se jacten de los libros que han escrito —dijo—, yo me jacto de los que he leído.

El dato histórico y el lenguaje son, en su obra, un pivote del misterio. Con “El Golem”, Borges da forma a uno de los poemas más intrigantes que se hayan escrito sobre el lenguaje, la creación y el tiempo. Inspirado en el libro de Gershom Scholem sobre la cábala, el simbolismo y la cultura hebrea, el escritor argentino dispone la historia de una búsqueda “que comienza con la palabra/ porque ésta es modelo de la cosa”. Golem significa materia, o embrión, y Golem es el nombre del hombre de arcilla que un rabino creó con el propósito de encargarle el cuidado de la comunidad judía en Praga. Pero el Golem resulta sumamente imperfecto, un aprendiz de hombre, sin pensamiento propio, alguien que “Gradualmente se vio (como nosotros)/ aprisionado en esta red sonora/ de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,/ Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros”. En este poema, Borges expone la relación del hombre con el lenguaje. Por un lado, hace experimentar el deleite de la palabra, pues ahí se resumen realidades gigantescas y complejas: “Todo el Nilo en la palabra Nilo”. Y, por otro lado, nos expone las restricciones lógicas e imaginarias a que las palabras nos someten: el ayer, el yo, los otros… El rabino es seducido por el poder de la creación, pero acaba lamentándose de su creación. Con una ironía crítica, Borges exhibe el desconcierto del rabino: “En la hora de angustia y de luz vaga,/ en su Golem los ojos detenía./ ¿Quién nos dirá las cosas que sentía/ Dios, al mirar a su rabino en Praga?”.  El lector descubre, entonces, que si el rabino es  también el Golem de Dios, todos los humanos también lo somos. Sin importar la dignidad o rangos que los hombres se entregan entre los hombres, el lector se percata de que es un Golem entre los Golems.

Un principio se despliega a lo largo de la obra de este gran escritor: la magnanimidad del ser humano no radica en la vicisitud terrenal y pública, sino en la comunicación íntima que el hombre experimenta cuando hace contacto con la naturaleza, con el lenguaje y con esa misteriosa fuerza que llamamos espíritu.

Herta Müller dice que una buena escritura literaria es aquella que desboca los significados en nuestra cabeza. Es cierto, cuando los significados se desbocan a través de la lectura, tenemos que perseguirlos hasta darles una forma coherente. Así nace la voz propia y el pensamiento crítico y ahí radica el inmenso poder de la literatura. “El Aleph” de Borges nos sugiere, no sin ironía, nuestra pequeñez ante el vértigo de contener todo espacio y todo tiempo, la sobreinformación, en una pequeña esfera. En ese mismo tono, en “La muerte y la brújula”, el detective Lönnrot queda humillado hasta la muerte porque se ha empeñado en la vanidad de su propia inteligencia que el asesino ha previsto, y que lo hace caer en una sofisticada trampa.

En la obra borgeana, el hombre se recupera en la sencillez de un detalle: las rayas de un tigre son la escritura de Dios, pero, sobre todo, el hombre se recupera al ser lector de la obra de Borges, porque el sentido y misterio conque impregna a sus personajes nos recuerda que podemos  llegar a ser agraciadamente magnánimos o sorpresivamente ingenuos.

* Patricia Córdova Abundis. Doctora en filología hispánica con especialidad en lingüística por la Universidad de Córdoba, España. Ha publicado investigaciones sobre sociolingüística aplicada al texto literario, análisis de la oralidad en la literatura y análisis del discurso literario y periodístico. Actualmente es coordinadora del Corpus Sociolingüístico de Guadalajara, adscrito al Proyecto de Estudios Sociolingüísticos de Español en España y América (PRESEEA) y es jefa del Departamento de Letras del cucsh.

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