Jorge Hernández

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Bajo El pueblo y sus falsos líderes —mural de José Clemente Orozco— se presenció la premiación del Segundo Concurso Nacional de Piano de la Universidad de Guadalajara, el pasado 13 de julio en el Paraninfo Enrique Díaz de León, donde, tras una serie de eliminaciones calificadas por virtuosos pianistas de Polonia, Francia, Cuba y México, el duranguense Jorge Helir Hernández López resultó ganador consiguiendo el primer lugar en el certamen.

El segundo sitio fue para Cristian Rachid Bernal Castillo, con veintiún años y proveniente de la Ciudad de México, y el tercero fue para José María Espinosa Zuñiga, de veintidós años y nacido en San Luis Potosí.

Hernández López comenzó a tocar a los cinco años, asistió a la escuela de música superior de Durango, posteriormente —a los doce— comenzó a tomar clases con Mariana Chabukiani. Desde los quince años cursa el grado Técnico Medio en la Facultad de Música de la UANL con la profesora Antonina Dragan. A sus escasos dieciocho años de edad, Jorge ha logrado distinguirse entre otros pianistas postulándose en los primeros lugares de diversos concursos relevantes, entre ellos la IX Bienal Internacional de Piano en Mexicali, Baja California.

¿Cuándo tuviste claro que te dedicarías al piano?
Desde niño me encontraba sumergido en el piano, en mi adolescencia viajaba desde mi estado natal a estudiar con Chabukiani todas las veces que me fuera posible, precisamente porque la música siempre lo fue todo para mí, al grado de considerarla una necesidad. Las melodías de excelentes pianistas, como Evgeny Kissin y Daniel Barenboim conquistaron mi pasión por el piano, y fungieron como inspiración y motivación durante toda mi trayectoria. La música para mí es una forma de vida, es lo que soy, lo que se me da por naturaleza, por ello trato de expresarla de la mejor manera a mi alcance.

¿Por qué el piano y no otro instrumento musical?
El piano posee propiedades que lo convierten en un instrumento fascinante. Su registro, su capacidad polifónica, su poderosa sonoridad. Es una herramienta capaz de realizar el papel de una orquesta, de solista, de simple elemento de color dentro de una agrupación orquestal, o incluso como refuerzo percusivo. Es esa versatilidad, y los numerosos roles que los diversos compositores a lo largo de la historia le han otorgado, lo que lo hace tan único. Sin embargo, también estudio violonchelo  y violín. El piano es maravilloso, y es en el instrumento que más me he desarrollado, aun así debo destacar que mis planes a futuro están encaminados a ser director de orquesta.

¿Se valora más la perfección técnica del intérprete que la personalidad o “genio” que pueda aportar a dicha interpretación?
La genialidad no se puede estudiar ni enseñar. La perfección técnica se puede más o menos apropiar. En consecuencia esto es un producto más común, aunque sea indispensable y cada vez más sofisticado. La personalidad es cada vez menor, justamente porque los ideales son cada vez más modestos. La ejecución depende en general del concepto que se tenga de la música interpretada. Hablar de color, de pulso y equilibrio no sabe de épocas o estilos. Son elementos que siempre debemos poner al servicio de una obra. La perfección y genialidad van de la mano, ambos se necesitan para una buena pieza.

Tradición y música contemporánea, a pesar de la disparidad, no están tan apartadas como la situación actual suele hacernos creer.

¿Cómo vives esa diferencia?

Es cierto que la música actual se diferencia en muchos aspectos de la música tradicional, no sólo a nivel armónico, sino a nivel formal, estético, tímbrico, etc. Sin embargo yo tengo muy claro que hay muchos más elementos en común de lo que pensamos. Llegado a este punto creo que interpretativamente todo el esfuerzo por comunicar es poco, tanto interpretando Bach, como Stravinski como Ligeti, la maravilla de todo esto se produce cuando tocamos con honestidad y humildad.

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