Jaime Preciado Coronado

725

No sólo el sistema político en México está en jaque: también el modelo económico debe ser replanteado urgentemente. Las instituciones han demostrado ineficacia, así como el arquetipo basado en el consumismo, explica en entrevista el coordinador del doctorado en Ciencia Política, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, Jaime Preciado Coronado.   

“Tenemos un alud de esas manifestaciones novedosas de la expresión colectiva. En ese alud parece que viene todo revuelto, pero hay factores que impulsan, que ordenan, que organizan, que condicionan y por ello la demanda contra el aumento en el precio de la gasolina encuentra su punto más álgido, su meollo, en el problema del autoritarismo. Porque se nos impone subir el precio de algo en lo que el Estado debe ser garante de cierta regulación para que con sus previsiones podamos tener gasolina”, explica el investigador, recientemente aceptado como miembro regular de la Academia Mexicana de Ciencias.   

Indicó que esta demanda avivada por el gasolinazo tiene un horizonte político, porque al mismo tiempo conlleva estar en contra de la impunidad, de la ausencia de rendición de cuentas, la estructura de salarios de funcionarios y recursos a los partidos políticos y la mala distribución de los recursos.

“También está en crisis el modo de consumo. Supongamos que vamos a resolver que no suba el precio de la gasolina, ¿pero qué pasa con el modelo centrado en los automóviles, y depredador de la energía? Necesitamos una concepción de la política y el mundo que no deje de lado los aspectos que nos conforman como seres de la naturaleza. Por supuesto, el modo de gestión, el modelo basado en las reformas de mercado y orientado a la exportación está en crisis”.

Acucioso analista de los movimientos políticos-sociales y testigo de las transformaciones más profundas en la democracia mexicana durante sus 30 años de trayectoria académica en la Universidad de Guadalajara, Preciado Coronado destaca tres elementos clave en la reconfiguración de escenarios políticos desde los años ochenta a la fecha.

“Uno es el reconocimiento de que la sociedad civil existe y no es lo mismo que el gobierno y el Estado. Hemos tenido que modificar radicalmente nuestras concepciones de lo que representan  las instituciones y el poder. Un segundo elemento es que nos hemos cuestionado el ideario democrático: la idea del gobierno de las mayorías y de que la soberanía reside en el pueblo es algo que ha ayudado a la sociedad a mejorar en sus formas de convivencia y en su resolución de los conflictos”.

Añade un tercer aspecto que ha asaltado a la política: el rol de los liderazgos. “Desde Max Weber se hablaba de la cuestión carismática del poder, personas de carne hueso capaces de convencer a otros que tienen una versión digna del apoyo, del sacrificio, de la entrega, inclusive en una guerra. Hay una suerte de reestructuración de liderazgos en el mundo, donde, sin dejar de estar relacionado con esta idea de la sociedad civil y la independencia, sin estar desligado de la soberanía de lo popular y la idea del mesianismo, el caudillismo o la ideología en el sentido de falsa conciencia, está haciendo que haya una capacidad muy dinámica de transfomación de la relación entre las masas y los líderes.

Hay quienes dicen que la llegada de caudillos es peligrosa… ¿Es una navaja de doble filo?
En los tres conceptos a los que me refería antes, como la sociedad civil, la soberanía popular y el liderazgo, es algo que no podemos ver en blanco y negro. Se habla de populismos de izquierda y de derecha. Hay diferencias sustantivas: mientras que el populismo de derecha se basa en cosas como el temor, el odio, la manipulación, el deseo de oprimir a otros, la idea de pueblo en una versión de izquierda no deja de estar mucho más cerca de la legitimidad, pues lo que se busca es que efectivamente sea esa idea de totalidad la que esté presente en los temas que tienen que ver con la sociedad. Por eso en esta era de la posguerra han surgido ideas como la democracia participativa, de la deliberación pública, de arenas de diálogo y procesamiento de los conflictos, consultas, plebiscitos, referéndums, para evitar excesos en la conducción unipersonal.

Los organismos autónomos, sobre todo electorales, fueron parte de esta transformación, pero ahora hay voces en la sociedad que piden restringirlos o incluso eliminarlos.
Tenemos que hacer un doble esfuerzo de reforma. Por un  lado avanzar en el fortalecimiento constitucional de los organismos públicos autónomos. Es importante que haya un organismo que promueva a la democracia y sus valores, pero también es importante que la sociedad tenga su peso y se respeten sus decisiones. Se puede pensar que no es necesaria la presencia de los consejeros ciudadanos más allá de los tiempos electorales, pero sí que se necesita una estructura de promoción de la cultura democrática a lo largo de toda la vida. Por ello no estoy por la desaparición de los organismos electorales, y a favor de una medida constitucional que les dé atribuciones con fuerza, pero también reconozca el aporte de la sociedad civil, de manera que no se perviertan ese tipo de organismos.

Artículo anteriorLeones Negros quieren seguir invictos
Artículo siguienteTras los reflectores