Estigma social

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Raúl (nombre ficticio) tiene dos meses de saber que padece VIH. Es una de las personas que acude al Mesón de la Misericordia Divina, donde recibe tratamiento y apoyo emocional. Tendrá comida y un techo por algunos días, pero su objetivo es encontrar trabajo, “aunque en todas las oportunidades que he tenido, paso todos los exámenes, pero me dicen que no el de salud. No dan otra información, sólo que no soy apto para trabajar. En todos lados el rechazo es el mismo”. En las reclutadoras a las que ha acudido, un requisito imprescindible son los exámenes de orina y de sangre, sin que le especifiquen que verificarán si es portador de VIH.

“Si tomas tu medicamento puedes tener cualquier trabajo. Yo me siento bien para laborar, pero veo que es difícil que pueda entrar. Por eso voy a intentar en algún lado donde no pidan tantos requisitos”.

Ninguna persona con VIH representa un riesgo en el área laboral y si toman sus medicamentos pueden tener una calidad de vida como la de las personas que no portadoras del virus, y ser totalmente competentes para desarrollar sus funciones. Lo que mata no es el virus, sostienen los testigos entrevistados, sino el estigma social. Además, las tres vías de trasmisión de la enfermedad (por contacto sexual, sanguíneo o perinatal) no representan un riesgo frecuente en la mayoría de los empleos.

“Aunque puede ser vulnerable a ciertas enfermedades, una persona con VIH puede desarrollar casi cualquier labor”, dijo Marco Antonio Castro Preciado, coordinador de Comunicación Social en el Mesón de la Misericordia Divina, A.C.

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