El mundo atomizado

    1202

    El laberinto de patios y arcadas del Instituto Cultural Cabañas propone varias rutas para el visitante. Aunque ninguna de ellas asegura un viaje exitoso, las flechas azules en el piso nos ofrecen el hilo de Ariadna que nos permite descubrir tres islas de la obra del pintor Marcos Raya. El acrílico, el collage y la instalación son las formas contenidas en la retrospectiva Volando a ciegas hacia el mundo imaginario de Marcos Raya, cuya curaduría corresponde a Eduardo Maldonado, actual director de Asuntos Culturales de la ciudad de Chicago. Para nuestra fortuna, la última edición del Festival de Mayo, puso especial atención a las artes plásticas, y si bien trajo consigo a creadores cuya fama es altamente sospechosa, como Fernando Botero, con Marcos Raya el Festival regala a la ciudad la obra de un artista mexicano que sin duda hay que conocer.
    Un pequeño óleo sobre madera titulado Calle Cuitláhuac, Irapuato, abre el telón de la muestra. La obra, pintada en 1969, poco tiene que ver con el actual universo creativo de Raya, quien dejara Guanajuato en 1963 y con 15 años se aventurara a Chicago. La calle se recrea a partir de una línea zigzagueante apenas interrumpida por dos presencias, un anciano con sombrero y una mujer enrebozada. La palidez de los colores, el formato y la imagen en general podrían calificarse como ingenuos, sobre todo si se compara con los elementos que actualmente habitan la obra de Raya.

    ¿Activismo vs Muralismo?
    Raya se estableció en el barrio de Pilsen, Chicago, donde los vecinos de origen mexicano son mayoría. Durante los años sesenta el activismo ofrecía una multiplicidad de posibilidades para enfrentarse a un mundo americano especialmente hostil para los migrantes. Las reivindicaciones de los trabajadores del campo encabezadas por César Chávez marcaban la pauta, a esa lucha se sumó el movimiento antibélico que cuestionaba seriamente las invasiones y guerras que encabezara el gobierno estadounidense, específicamente la guerra en Vietnam. Raya hizo eco de muchas de las demandas sociales y su grito apareció en las calles. Los muros de Chicago se convirtieron en el gran lienzo en el que Raya compartió su postura. Si bien el formato es el mismo, Marcos Raya establece una diferencia clara entre el movimiento muralista mexicano y su trabajo en Chicago. Mientras en México el muralismo se realizó principalmente en edificios institucionales con una intención de reconstrucción de una patria imaginada, reivindicadora de la raíz indígena y tras de la utopía de la democracia y/o el comunismo, los murales de Raya están en una ciudad en la que se buscaba la apropiación del espacio a partir de hacer común una lucha que rebasaba intereses particulares de los migrantes, para hacerse oír en la sociedad estadounidense en general.
    La exposición en el Cabañas incluye la pieza “Cataclismos”, un acrílico sobre tela de gran formato pintado por Raya en 1996. En él la estatua de la libertad es una rubia que aguanta un grito de parto. El doloroso gesto se adereza con elementos de americano dramatismo. El peso compositivo se equilibra por dos figuras contrastantes, un Mickey Mouse y del otro lado una indígena con el vientre abultado, que espera ceremoniosa el alumbramiento.

    Los ojos de Raya
    “A través de los ojos de Van Gogh” es el título de un acrílico que revela la mediación visual que expresa Raya en algunas de sus obras. El ojo propio y la mirada del otro son incluidas en el discurso plástico del autor a partir de un extraño rostro que es a la vez el dentro y el fuera. La cara interior del rostro humano, sus líneas musculares, las fibras y nervios que lo definen, las cuencas y formaciones óseas, son alteradas con elementos que hacen pensar en una descripción fisiológica intervenida con dispositivos mecánicos y digitales. El exterior es el reflejo de aquello que está y se observa en la mirada, lo mismo es la habitación del artista, como en el caso de Van Gogh, que una multitud esperando el final de una explosión atómica. El telón de fondo es el fuego, todo está ahí, en el extraño visor de ese rostro imaginado por Raya.

    La vida a pedazos
    La recuperación de nuestras vidas, la acumulación de hechos que forman nuestra historia compartida no es sino una suma de fragmentos. El collage y la instalación le permiten a Marcos Raya establecer contacto con el todo a través de privilegiar en distintos planos, imágenes y objetos que connotan un mundo atomizado, unido por la “Ansiedad del Ser”, como titula una de sus obras.
    Destaca la experimentación expresiva de mujeres cuya desnudez revela partes mecánicas junto a la blandura de sus cuerpos. El Fetichismo del dolor es una colección de instrumentos de quirófano y hospital que junto a poderosas imágenes genitales, nos llevan a pensar en oscuros pasajes de Farabeuf. Para Marcos Raya, la cabeza de Cristo es un reloj sin leontina, el Niño Dios es cibernético y se le puede adorar en un reclinatorio. El mundo de Raya se respira bajo una máscara y se observa tras lentes potentes. Después, basta recuperar el hilo de las flechas azules y perder nuestros pasos en los patios. La exposición de Raya podrá verse hasta el 30 de junio.

    Artículo anteriorResultados finales del Programa de Estímulos al Desempeño Docente 2010-2011
    Artículo siguienteEntre políticos te veas