Charles Gaines

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Charles Gaines (Estados Unidos, 1944) es un artista de Carolina del Sur que ha hecho de Los íngeles su casa y centro de operaciones desde 1989, donde la prominencia de su trabajo es bien conocida. Aunque en la costa goza, como dice Hollan Cotter en The New York Times “de una reputación subterránea, lo que es otra forma de decir que es sub-conocido”.
Los motivos que lo trajeron de visita a nuestra ciudad las últimas dos semanas poco tenían que ver con su trabajo artístico en un principio, pero la asociación civil Colegio Aires de Occidente se las arregló para agendarle una conferencia en el Museo de Arte Zapopan el pasado 8 de julio.
Fueron dos horas de charla en las que explicó sus ideas en torno al arte contemporáneo, su discurso, sus estrategias para generar significado y la importancia de su lectura política, intercaladas con fotografías y videos de sus propias piezas como ejemplos: las esculturas dinámicas “Greenhouse” y “Plane crash”, sus dibujos de explosiones, sus Manifiestos deconstruidos en notación musical, la serie de polípticos Night crimes, y un extracto de “Snake river”, un video con la pantalla dividida: el viaje en balsa a lo largo del cauce y la réplica del bamboleo al grabar un ensayo de música de cámara.
Días después, la charla con este artista de larga trayectoria continuó en una mesa de café, donde ahondamos en sus preocupaciones artísticas y las estrategias que emplea para delatar los procesos de pensamiento del espectador: metáfora y metonimia.

Estos conceptos generalmente se asocian con la poesía, ¿de ahí los tomó para aplicarlos al arte visual?
No precisamente… cuando yo tenía poco más de 20 años, era una creencia bien difundida que el proceso de creación artística era misterioso e inexplicable. Se confiaba únicamente en la intuición y en las emociones generadas por la experiencia artística, y se creía que hacer arte así, sin usar el razonamiento, era prueba de lo anterior. Pero yo nunca creí en estas ideas, porque las emociones y los sentimientos no se tienen que explicar y por lo tanto no se pueden criticar. Lo que a mí me interesa es lo contrario: el hecho de que el significado de una obra no está en la obra misma, sino en la realidad, en la cabeza del espectador. No hay un lugar místico de donde provenga la inspiración y la creatividad. Mi obra tiene una base teórica muy fuerte (filosófica, estética, semiótica), para establecer cómo las ideas que experimenta el espectador provienen de algo real y no de la pieza en sí misma. Es aquí donde entran la metáfora y la metonimia, que son formas de relacionar lo que ves con lo que está afuera.

¿Cómo lleva esto a la práctica?
Lo que yo hago es tensionar el objeto de mi obra con la crítica a la pieza. Es decir, más que el mensaje que transmite la pieza, la obra consiste en evidenciar los procesos que construyen ese significado, por ejemplo, al yuxtaponer dos cosas que no tienen nada en común, pero que el espectador termina relacionando, lo cual produce un discurso que no existe en la pieza en sí: él la hizo en su mente.

¿Y funciona?
Bueno, eso es en lo que estoy trabajando continuamente. Algunas personas sí llegan a ver esto, pero la mayoría sólo construye el mensaje, el producto final. Un amigo me comentaba recientemente que esto tal vez se deba a que los temas de mis piezas son de carácter político, lo cual articula de por sí una postura muy clara. Me decía también que quizás lograría mejor mi objetivo si usara temas más ambiguos. Pero esto sería hacer una pieza intuitiva, que es justamente lo que critico.

¿Ha cambiado la idea general que describía al principio? Por ejemplo, ¿cómo reciben estas ideas sus estudiantes en el Instituto de Artes de California (Calarts)?
Calarts es una escuela que enfatiza el pensamiento crítico, de espíritu progresista. De hecho mi clase se trata de discutir ideas y hablar críticamente sobre obras de otros artistas y el contexto que las produce, en lugar de enseñarles técnicas. Así que los estudiantes que toman mi clase lo hacen con la voluntad de darle una oportunidad a lo que tengo que decir. Pero son muy inteligentes y no están ahí para creérselo todo, sino que debaten, lo cual es más interesante. Pero claro, también hay otros ambientes más conservadores donde rechazan por principio lo que yo propongo.

Supe que también se dio tiempo para revisar los portafolios de algunos artistas tapatíos ¿Cómo ve el panorama aquí?
Estoy muy emocionado con eso. Sí, revisé unos ocho o nueve portafolios y debo decir que fue muy interesante. Lo que puede observar es que muchos de ellos abordan temas políticos, y que sostienen relaciones muy complicadas con ellos. El problema que tienen en general es cómo abordar de manera compleja estas relaciones con temas complejos a su vez. Me parece que en general tienen miedo de hacerlo explícitamente, porque les parece que si explican su obra y se le relaciona con una postura política, entonces deja de ser arte. Así que lo único que logran es producir una experiencia, pero no una explicación crítica de ésta. En esencia, tienen que precisar qué es lo que define a la obra de arte.

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