Cambiar para sobrevivir

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El mayor perdedor en el cambio climático es sin duda el hombre. Aumento de las temperaturas, desertificación, desequilibrio ambiental, pérdida de cultivos, eventos catastróficos de mayor intensidad: nuestro planeta, aunque dañado y herido, ha sobrevivido durante millones de años, logrando adaptarse a diferentes ciclos y mutaciones. En cambio, la que realmente peligra es la humanidad, que paradójicamente es la responsable de generar este fenómeno que ya afecta considerablemente su existencia.
Un reporte de Greenpeace revela que el cambio climático causado por la incesante acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, además de perjudicar los ecosistemas terrestre y marino, provoca cada año 150 mil muertes. De acuerdo a la organización ambientalista, México se ubica entre los países con mayor vulnerabilidad a los efectos adversos del calentamiento global.
El presidente Enrique Peña Nieto, al inaugurar el domingo antepasado la semana nacional del medio ambiente, reconoció que en el país “lo que enfrentamos es una emergencia ambiental”. Por esto, el mandatario anunció su Estrategia para combatir el cambio climático, una medida que para algunos expertos difícilmente podrá tener un impacto favorable en el corto plazo —es decir, un sexenio—, y que, sobre todo, llega tarde; tal vez demasiado tarde.

Un cambio sensible
Muchas personas perciben el cambio climático como algo lejano, que no afecta sus vidas diarias, sino más bien a glaciares, océanos, al ozono. Sin embargo, hay un efecto sensible que todos podemos percibir cada día, debido al calentamiento global, que en el ámbito local se traduce en una variabilidad climática, como explica el meteorólogo Gustavo Salgado, del Instituto de Astronomía y Meteorología (IAM), de la Universidad de Guadalajara.
“El incremento de temperatura habido al interior de la ciudad con respecto a fuera de la zona metropolitana, es considerable, sobre todo en la temporada seca. Esto se debe a una mayor superficie pavimentada, a la densidad de población, a la circulación de vehículos, que se ha multiplicado y al incremento de las zonas industriales diseminadas a lo largo del área metropolitana”.
A raíz de esto, continúa, se crean islas de calor, “como por ejemplo las glorietas Minerva, del Charro y de Chapalita, que son puntos transitados y donde confluyen grandes avenidas, y por supuesto las zonas industriales y las ladrilleras de Tonalá y Tlaquepaque. A veces entre adentro y afuera de la ciudad, se registran diferencias de temperatura de hasta cinco grados”.
Previsiones de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) estiman que si no son combatidos los efectos del cambio climático, Jalisco registrará para 2020 una disminución de las precipitaciones anuales de entre el 5 y 10 por ciento, así como un incremento de la temperatura media anual de entre 0.8 y 1.4 grados para el mismo año; de entre 1.5 y 2.5 grados para 2050, y de entre 2 y 4 grados para 2080.
Las regiones más vulnerables del estado son la Norte, Altos norte, Costa norte y Costa sur. En el caso de las primeras dos, el cambio del clima de semihúmedo a seco, provoca una progresiva desertificación, con la consiguiente pérdida de cultivos y agotamiento de fuentes de agua. En la costa el riesgo es de inundaciones, por el aumento del nivel del mar de uno a dos metros y, debido al paulatino calentamiento del océano, se incrementan también la cantidad y la fuerza de huracanes y tormentas tropicales.
Afectaciones al sector agropecuario, inseguridad alimentaria, enrarecimiento del aire en las ciudades, ya están afectando la calidad de vida y las actividades productivas de muchos mexicanos, explica Ricardo Ontiveros, coordinador de ingeniería ambiental del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). “De seguir así, sin tener acciones de mitigación o una adaptación a estos nuevos escenarios, aumentarán cada día más los costos que nos va a cobrar este cambio climático que hemos inducido como humanidad”.
Benjamín Martínez López, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera y del Programa de investigación en cambio climático, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), comenta que “lo que estamos viendo es que la temperatura está incrementado. Todo el país muestra aumentos significativos, a la par de la aparición de eventos extremos, como lluvias más intensas, ondas de calor más prolongadas, trayectorias inusuales de huracanes, eventos atípicos, como frentes que llegan hasta latitudes donde rara vez llegaban”.
La tierra, agrega, ha vivido diferentes ciclos: “revisando las concentraciones de bióxido de carbono del último millón de años, se da uno cuenta que ha estado oscilando entre valores altos y bajos, en escalas de tiempos largas, de cientos de miles de años. Pero es un hecho que en las últimas décadas el CO2 ha incrementado hasta valores que ya por mucho pasan el registro histórico: las 400 fases por millón que se acaban de rebasar, son una cifra récord”.
México, a pesar de no ser considerado por el protocolo de Kyoto dentro de los países que generan mayores emisiones —supera por poco el dos por ciento— se encuentra entre los más vulnerables a los efectos del cambio a nivel global, por su posición geográfica, que se ubica en buena parte en una zona árida.
El citado informe de Greenpeace reporta que de acuerdo al World Bank Global Framework for Disasters Risk Reduction, 15 por ciento del territorio del país, 68.2 por ciento de su población y 71 por ciento de su Producto Interno Bruto, se encuentra altamente expuesto al riesgo de impactos adversos directos del cambio climático.
Según comenta Ontiveros, muchos autores consideran que esta situación, además de no ser reversible, rebasó incluso la etapa en que se podían mitigar sus efectos perniciosos; por esto ya se habla de “adaptación”: “Esto implica, por ejemplo, cambiar los esquemas de producción alimentaria, voltear hacia un esquema de producción orgánica y de recuperación de suelo, además de revisar el tema de la movilidad y de la eficiencia energética; todo este tipo de adaptaciones para cambiar nuestro sistema de vida actual, que nos hace muy frágiles ante los cambios que se están dando”.
Martínez López considera que México necesita invertir en innovación tecnológica para la producción de energías renovables: “Como decía mi mamá: ‘hay que gastar como rico para ahorrar como pobre’”. Y al respecto cuenta una anécdota: “En una reunión con colegas alemanes, se burlaron de nosotros porque el gobierno está comprando tecnología eólica de España, que ya está obsoleta, y produce 10 veces menos energía de la que desarrollaron ellos en Alemania”.

Programas gubernamentales a corto plazo
¿Qué está haciendo el gobierno para incentivar el desarrollo científico y tecnológico en este ámbito?, pregunta el investigador de la UNAM. Peña Nieto presentó los ocho puntos de su Estrategia contra el cambio climático, entre los cuales destaca disminuir la vulnerabilidad tanto de las personas más expuestas a los efectos adversos, como de los sistemas productivos; reducir las emisiones y el consumo energético, transitar hacia fuentes de energía limpia y generar modelos de ciudades sustentables.
Ricardo Ontiveros opina que “atendiendo al corto plazo, las acciones inmediatas podrían generar las bases para empezar a cambiar, pero sin duda en seis años es difícil implementar el cambio de paradigma requerido, porque se trata de un cambio tanto a nivel individual como colectivo. Considerar que en un sexenio vamos a hacer lo suficiente es caer en un error, porque se necesitan proyectos que trasciendan estos ciclos, con miras más a largo plazo y más participación social”.
Según Martínez López, “hay que fomentar los derechos ambientales, ponerle precio y sanciones a quienes generan energía sucia, e incentivos a quienes generan energía limpia; que cualquier persona pueda meter una denuncia y que el gobierno realmente estuviera obligado a investigar y sobre todo a castigar. Esto es fundamental.
“Otra cosa perjudicial son los típicos ciclos de tres y seis años. Hace falta algo así como una academia mexicana de las ciencias, una procuraduría ambiental con gente versada en el tema, que puedan darle seguimiento a estas temáticas en el largo plazo. Mientras no haya una política científica seria, y no se dé a la investigación el papel que en otras latitudes tiene, aquí no va a pasar nada”.
Ontiveros concluye: “La tierra como organismo vivo es más complejo que el impacto que pueda tener en ésta la acción del ser humano. Ha habido varias extinciones masivas de especies, y de alguna forma siempre se ha recuperado el equilibrio y la vida ha surgido de nuevo. Lo que está pasando es que el hombre, en su relación con la naturaleza, ha acumulado a lo largo de la historia un conjunto de malas prácticas, viviendo en asentamientos artificiales que prevalecen sobre el medio ambiente, por lo que realmente el perdedor del cambio climático es el ser humano. En esta situación no le queda más que adaptarse o perecer”.

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