Alim Qasimov

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Su voz aguda y fluctuante entre microtonos es una historia cargada de emotividad, y un rezo traído y perpetuado desde un mundo viejo del Medio Oriente. Alim Qasimov canta y el viento transporta las imágenes de la República de Azerbaiyán —la tierra que lo engendró, situada en la región del Cáucaso— con toda su religiosidad, la sensualidad y los colores y sonidos de su pueblo.
Qasimov, nacido en 1957, es el más prestigiado intérprete de la música musulmana vivo, que se desempeña en el género del mugham, que surgió de la fusión del folclor milenario del Ashikh, un canto agudo, de alto volumen, que hace uso del canto gutural difónico, con el canto islámico de llamado a rezo.

Luego de debutar en México en el Festival Cervantino —además de presentarse en el DF y en Mérida—, Qasimov llega Guadalajara a través de Cultura UDG, para ofrecer un concierto en el Teatro Degollado, la noche del 23 de octubre. Entre los músicos que lo acompañan está su hija Fargana Qasimov, quien continúa con el legado de su padre, aun cuando la presencia femenina no es del todo bien vista entre los tradicionalistas de esta música, a lo que Alim dio una infranqueable respuesta a un medio: “La mayor parte de la audiencia del mugham es gente común y corriente, sencilla, que no tiene problemas con que una mujer lo cante, y sólo disfrutan la música que hago con mi hija; siempre hay gente que busca cualquier cosa para criticar, y lo agradecemos, pues la crítica es buena; pero el hecho de que cantemos ambos le gusta en general a la gente y en particular a los jóvenes”.

Qasimov inició su carrera a los 19 años, y hoy en día lleva en sus hombros el título de Tesoro Nacional Viviente, que le otorgó su país en reconocimiento a su invaluable aporte cultural y artístico. En 1999 la Unesco le concedió el Premio Internacional de la Música que, entre otros, han recibido Dmitri Shostakovich, Leonard Berstein, Ravi Shankar y Daniel Barenboim.

“La música es un filtro para limpiar el alma, una manera de llegar a Dios”, alguna vez dijo Qasimov, porque “sirve para purificar al ser humano, para quitarle los malos pensamientos y ayudarlo a entenderse con otros y, que así, el mundo sea mejor”; pero “para hacer música, hace falta que se encienda la pasión adentro de uno”.

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