Es imposible concebir el campo literario del México moderno sin las colecciones editoriales de la UNAM. Series como Poemas y Ensayos, la Bibliotheca Scriptorvm Graecurvm et Romanorvm, Material de Lectura o la Biblioteca del Estudiante Universitario han agrupado muchos de los mejores poemarios, libros de narrativa y ensayo, antologías y traducciones de importantes escritores, investigadores y divulgadores de nuestro país.

Fundada por Hernán Lara Zavala en 2003 y dirigida por Álvaro Uribe de 2005 a 2022, la colección Pequeños Grandes Ensayos existe, desde luego, en esa órbita de buena selección de textos y de autores e impecables oficios tipográficos. El catálogo de la serie ya sobrepasa el centenar de títulos. Los volúmenes más recientes que han aparecido son Libro tercero de la historia de la provincia de México de la Orden de Santo Domingo de fray Hernando Ojea, De mi vida y mi trabajo de Alexandra Kollontai y Diez días en un manicomio de Nelly Bly.

Fray Hernando Ojea nació en Galicia en torno a 1560. Se trasladó a la Nueva España quizás en 1578, donde se unió a la Orden de Santo Domingo dos años después. Tras ordenarse como sacerdote hacia 1588, escribió al menos dos obras de tema religioso y dos más de tema histórico. De su Libro tercero de la historia religiosa de la provincia de México de la Orden de Santo Domingo, fechado en 1608 y conservado en manuscrito desde 1615 en el convento madrileño de Santo Tomás, este volumen —el número 105 de Pequeños Grandes Ensayos— recoge cuatro capítulos escogidos, prologados y anotados por el historiador y etnógrafo José Rubén Romero Galván.

Se le añade al título de Ojea un subtítulo moderno, La ciudad de México de principios del siglo XVII, que hace justicia sobre todo al primer capítulo seleccionado, diáfana y didáctica descripción de aquella ciudad un siglo después de la Conquista. Vienen después tres capítulos dedicados a la iglesia y el convento de Santo Domingo en México, el primero, a la consagración del templo y de sus campanas, el segundo, y a la fundación de otro convento, el de Nuestra Señora de la Piedad, el último.

Fray Hernando describe la capital mexicana en aquel tiempo con un estilo sucinto y bello (México era un “tremedal de lagunajos”, o sea un pantano alimentado por charcas) y narra con entusiasmo los prodigios atribuidos al repique de las campanas de Santo Domingo, que consiguieron echar atrás los desbordamientos del lago de Texcoco.

Es conmovedora también la historia del canónigo Juan González, quien vivió como un ermitaño a las afueras de México durante varias décadas en la segunda mitad del siglo XVI, y que habría logrado, entre otros milagros que se le atribuyeron entonces, “endulzar” y “bonificar” (hoy hablaríamos de potabilizar) el agua salobre de un sitio cenagoso y lleno de salitrales, de modo comparable al de Moisés cuando, en el Éxodo, hizo potables las aguas del desierto. Con esa comparación, Ojea desliza un símil entre la conquista religiosa de México y la colonización de Medio Oriente por los hebreos en el Antiguo Testamento.

El relato autobiográfico de Alexandra Kollontai, revolucionaria rusa de la generación de Lenin, titulado De mi vida y mi trabajo, es el número 106 de la colección. Su traductora y prologuista es Rina Ortiz Peralta. Kollontai fue la primera mujer en formar parte de un gabinete gubernamental en la Europa moderna. Suyas fueron importantes iniciativas jurídicas y sociales que incluyen la despenalización del aborto, la simplificación legal del divorcio y la igualación de los ingresos de mujeres y hombres en la Unión Soviética.

Kollontai fue también una de las primeras mujeres (quizá la primera) en haber presentado credenciales de ministra plenipotenciaria y embajadora en la historia moderna de la diplomacia. Representó a su país en México en 1926 y fue diplomática en los países escandinavos antes de la segunda guerra mundial. El desarrollo histórico de un feminismo interseccional, no solamente preocupado por exigencias concretas como el salario y el voto, fue posible gracias a ella en buena medida.

Diez días en un manicomio es el número 107 de la colección. Su autora es Nellie Bly, seudónimo de Elizabeth Jane Cochrane, quien bajo el nombre falso de Nellie Brown fingió padecer una enfermedad mental para colarse, previo diagnóstico médico, en el hospital psiquiátrico de Blackwell’s Island. Esa experiencia le sirvió para escribir Diez días en un manicomio, crónica o, mejor aún, reportaje de periodismo gonzo avant la lettre que le valió a sus veintitrés años una enorme celebridad hacia 1887.

Poco después, en 1889, hizo un viaje alrededor del mundo con el propósito de mejorar la marca de Phileas Fogg, el protagonista de La vuelta al mundo en ochenta días de Julio Verne, hazaña que Bly cumplió en setenta y dos días, dando lugar a otra crónica publicada en forma de episodios diarios en el New York World, el mismo periódico en el que había publicado su reportaje sobre Blackwell’s Island.

Bly mostró a la sociedad norteamericana de su tiempo que las enfermedades mentales eran, en muchos casos, más una invención del prejuicio y un producto de los tratamientos que se consideraban especializados que una realidad médica. Kollontai, por su parte, luchó en la URSS contra la consolidación progresiva de una burocracia dominante. Ambas, cada cual a su modo, contribuyeron a modernizar los derechos de las mujeres y de la sociedad en general entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Ojea, por su parte, ofreció a sus contemporáneos y legó al porvenir una imagen de la planeación, la gestión, las creencias y la vida diaria de una gran ciudad americana.

Orientados hacia el relato autobiográfico, la crónica provincial y el reportaje, respectivamente, los libros de Kollontai, Ojea y Bly representan tres formas que la prosa puede adoptar cuando se vuelve parte del mundo para describirlo y entenderlo.

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