En El Carmen, una localidad del municipio de Ahualulco de Mercado, jóvenes universitarios convierten los baldíos en espacios vivos. La iniciativa representa un trabajo colaborativo por estudiantes de Nutrición y egresados de Informática del Centro Universitario de los Valles (CUValles).
En dicho equipo colaboran Jonathan Saavedra Salazar, Josué Saavedra Salazar, Alan Felipe Curiel Saavedra y José Sebastián Saavedra Gómez.
Todo surgió como respuesta a vecinos preocupados por su entorno. Sin embargo, fueron estos estudiantes quienes dirigieron esa preocupación hacia acciones concretas: el recuperar espacios verdes, concientizar sobre el uso de pesticidas y promover el bienestar físico y ambiental de la comunidad.
Las actividades principales incluyen la limpieza y poda de los espacios, talleres de calistenia y actividad física al aire libre, charlas comunitarias sobre salud, alimentación y medio ambiente, así como la siembra de plantas nativas, evitando especies exóticas y el uso de agroquímicos.
Asimismo, uno de los ejes centrales del proyecto es la crítica al uso de pesticidas como el glifosato, el cual es ampliamente cuestionado a nivel internacional por sus efectos nocivos en la salud y el ambiente.
“Los pesticidas afectan directamente la fauna y flora, la ganancia y la explotación de la tierra; son los paladines del capitalismo occidental industrial. Suelos enfermos producen plantas enfermas y plantas enfermas producen seres humanos enfermos”, reflexiona Jonathan Saavedra, quien concedió la entrevista y coordina las actividades en el parque ecológico de su comunidad.
El estudiante critica que lo más importante sea la ganancia económica, incluso si eso implica explotar los recursos natulares. Como alternativa, el grupo promueve prácticas agroecológicas, impulsadas con el uso de herramientas multimedia como una forma de motivar a más personas a sumarse.
Esta estrategia se complementa con el diálogo directo con vecinos, lo que les ha permitido fortalecer la participación comunitaria y la promoción de una cultura de respeto hacia los espacios naturales.
Aunque el equipo ha enfrentado resistencia inicial por parte de algunos vecinos, poco a poco han logrado sumar voces a la causa.
“Lo más difícil ha sido relacionarse con las personas. Hemos aprendido a dialogar, hacerles entender la importancia de cuidar lo que nos ofrece la naturaleza. Lo más satisfactorio es que los hemos estado persuadiendo”, comparte.
Estudiantes y egresados están haciendo lo que muchos discursos posponen: construir bienestar desde la raíz, mediante el diálogo y la conciencia.
“La vida es relación: sin relación no hay vida. Es imposible «, concluye Jonathan.
Es en esa relación entre universidad y comunidad, entre personas y naturaleza, donde florece la verdadera educación.