La única novela de Juan Ruflo se publicó en 1955 y fue suficiente para que su autor se convirtiera en un escritor admirado en todo el mundo y leído en diversas lenguas.
A distancia de setenta años, Pedro Páramo sigue manteniendo al hálito vital de las grandes creaciones literarias, un testimonio indeleble de una época, que sigue vigente en el imaginario de sus lectores, tanto lo sviejos como los nuevos.
Pedro Páramo es un cúmulo de nombres que al manipularlos se deshacen, se vuelven brisa, se tornan borucas. Es un mapa poblado de murmullos y presencias escurridizas, inubicables, que son puro aliento.
Piedras que viajantes, cercanos o remotos, geográfica o temporalmente, eligieron por voluntad obsequiar en su marcha para honrar a un muerto, importa poco si conocido.
Sobre Pedro Páramo, habrá mucho que decir y que recordar, que pensar y que mantener en la profundidad de lo inexplicable.
Pedro Páramo es, en definitiva, un poema largo, donde la Historia y las historias de los personajes se entrecruzan en los caminos, las casas y el viento.
A Juan Rulfo lo considero uno de los narradores que mejor logró sintetizar su tiempo, sin recurrir a la presencia autoral o desdoblarse de manera evidente en sus personajes como muchos de los autores de la narrativa posrevolucionaria.
A mi parecer Pedro Páramo se debe leer en voz alta. Las palabras se escuchan tensas y afinadas, como cuerdas de guitarra y en momentos graves como la voz del violonchelo.