Patrimonio que se deshoja como un libro

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En el sitio donde hace más de dos siglos el Obispo Fray Antonio Alcalde creó un espacio en el que a los habitantes de la localidad de Cuexcomatitlán, en Tlajomulco, se les enseñara oficios y religión, hoy hay una antena de telecomunicaciones.

Se trata de la Casa de Indias, un edificio que hoy es la sede de la Casa Ejidal de la localidad, que fue creado por la orden de los franciscanos a inicios de la Colonia (siglo XVI) y retomado por el Fraile de la Calavera en el siglo XVIII como centro comunitario.

En este inmueble fue construida, en su patio central, una torre de metal de treinta y cuatro  metros de altura, el pasado mes de marzo, sin permiso del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Según los vecinos del lugar y especialistas en edificios históricos, quienes denunciaron el hecho ante autoridades municipales, la instalación duró menos de una semana y fue producto de un engaño, ya que presuntamente los ejidatarios del lugar dieron la autorización para erigir la antena en una parcela cercana y no en la Casa Ejidal.

“(Esa obra) es un atentado contra el legado arquitectónico que nos heredaron nuestras generaciones pasadas, en un edificio emblemático en el municipio de Tlajomulco. No se le da el respeto que merece con este tipo de intervenciones, y esto se debe a la falta de valores culturales”, explica el director del Instituto de Estudios sobre Centros Históricos, del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD), José Alfredo Alcántar Gutiérrez.

El especialista en arquitectura franciscana comenta que la afectación no es para menos, pues se trata de un punto emblemático que destaca por su importancia histórica y arquitectónica: “El lugar tiene dos crujías en forma de ‘L’, con arquerías de medio punto y elementos iconográficos referentes a las actividades que se hacían al interior del recinto”. Además, fue construido con materiales locales como el adobe y la cantera de Cajititlán, sobre la pendiente que va del centro de Cuexcomatitlán a la laguna.

“Este tipo de obras impacta debido a las vibraciones de estructuras metálicas pesadas. Esto va a tener siempre una repercusión en los cimientos de estructuras coloniales. Aparecerán agrietamientos, tendrá  una afectación a corto y  largo plazos”, detalla el arqueólogo y docente de la Preparatoria 11, Érick González Rizo.

Ante tal situación y tras la denuncia de los habitantes, autoridades de Tlajomulco prometieron interponer una denuncia ante el INAH, con el fin de recuperar el espacio que fue alterado; sin embargo, casos como éste evidencian el riesgo que corre el patrimonio cultural edificado en Jalisco ante la falta de interés de la población y las autoridades, asegura González Rizo.

El académico puso como ejemplo el Templo de San Francisco, del centro de Guadalajara, que hoy luce apuntalado debido a las numerosas grietas que aparecieron tras las obras de la Línea 3 (L3) del Tren Ligero.

“Es el más afectado por la L3. Debajo pasa el túnel en forma diagonal, no por un costado como en la Catedral, entonces se debilitó la estructura. Si visitas el edificio verás las grietas por todos los costados. Le han intentado poner refuerzos: polines, andamios, pero la afectación es muy grave, incluso peligra su posible uso y conservación, siendo que éste y la Catedral son los templos más antiguos de la ciudad”, declara.

Otros edificios religiosos afectados por la L3 son el de San José de Gracia y la Catedral Metropolitana, “que de por sí ya tenía agrietamientos por la construcción del túnel de la avenida Hidalgo; debido a éste, la torre norte tiene una grieta importante y por la L3 se está agravando”, señala.

“(El patrimonio edificado) es la memoria material que se manifiesta a través del patrimonio arquitectónico; de no conocerlo, tenemos ese hueco, escasez de información, para entender el devenir histórico. Si no existe esa atención a los edificios, es como quitarle hojas a un libro. No atenderla es desdeñar esa herencia que tenemos”, indica Alcántar Gutiérrez.

Vestigios arqueológicos, más vulnerables

Aunque muchos edificios coloniales civiles o religiosos están sujetos a malas intervenciones y restauraciones —pues “a veces hay decisiones subjetivas por parte de los párrocos que las intervienen, según su criterio”—, González Rizo asegura que el patrimonio que está más propenso a desaparecer son las zonas arqueológicas, en particular los sitios rupestres, “que son vulnerables a la mutilación, degradación y saqueo, ya que están aislados o no son parte de un sitio monumental y son de menores dimensiones”.

Por su paso por la región Valles, el arqueólogo ha identificado, por ejemplo, qué sitios están a expensas de los monocultivos de agave y caña.

“En la zona arqueológica del Cerrito de la Coronilla (que data del 900 al 1500 después de Cristo), en el municipio de San Juanito de Escobedo, hace dos años se cultivaba poco maíz, pero ahora decidieron plantar agave. El problema es que la piña es muy destructiva y está acabando con la estructura de la plaza de ese lugar. En el sitio de Santa Quiteria, en El Arenal, pese a que está contemplada su protección por su carácter monumental de la tradición Teuchitlán (Guachimontones), también se está sembrando agave y también está afectando”, detalla.

En el caso de las siete zonas arqueológicas que se encuentran en Zapopan (El Grillo, Tesistán, Los Padres, La Coronilla, El Tizate, Santa Ana Tepetitlán y El Ixtépete), tienen como enemigo al olvido por parte de las autoridades y la ciudadanía.

“En Los Padres (montículos cercanos al Colli) hay un problema de presión inmobiliaria en el terreno, especulación, y hace no mucho el terreno fue utilizado como helipuerto”, dice. Dicha situación ocurrió en septiembre de 2018, cuando la empresa Tequila Flying Experience utilizó la zona para que helicópteros despegaran y aterrizaran, lo que derivó en un daño en los vestigios; ante tal situación el INAH generó un dictamen y presentó denuncias.

El 21 de enero de este año, La gaceta de la Universidad de Guadalajara dio a conocer la problemática e interés inmobiliario que hay en El Grillo, localizado a un costado de Periférico Norte; que, pese a estar contemplado en el catálogo de sitios del INAH, presenta una disputa entre presuntos propietarios del terreno, afectando así el patrimonio cultural.

“Falta una verdadera política pública de conservación. Se suele delegar todo al INAH o a la Secretaría de Cultura, y las autoridades locales se desentienden. En Cuexcomatitlán, si se hubiera actuado de manera preventiva, se hubiera podido cancelar la obra, pero por qué esperar hasta que la obra esté terminada; esa es omisión de las autoridades locales”.

Rescatan la memoria del petroglifo más grande del AMG
En el lomerío de “La Piedrera”, cerca de la zona habitacional de Lomas de San Agustín, Tlajomulco, hay una piedra fuera de lo común: mide tres metros de largo, pesa casi tres toneladas y en su forma accidentada están trazados astros, huellas de pies y rostros (jeroglíficos ancestrales).

Se trata de la “Rosetta de San Agustín” o también llamada “La Pata de Mula”, que pese a ser el petrograbado más grande registrado en el Área Metropolitana de Guadalajara (AMG), se encuentra deteriorado por el vandalismo de la zona, por el grafiti y pozos creados por quienes buscaban algún tesoro.

No se puede cuidar lo que no se quiere y no se quiere lo que no se conoce, por eso González Rizo, con ayuda de los miembros de la asociación civil que preside (Xalixco. Estudios Históricos y Patrimonio Cultural), emprendió un proyecto para llevar una réplica de dicha piedra al Museo de Arqueología de San Agustín.

“Quisimos que hubiera cercanía con estos vestigios. Hicimos la maqueta de la Rosetta con una técnica de papel que parece fibra de vidrio y un armazón ligero; es de la mitad del tamaño de la piedra original y permite observar bien los motivos que están grabados”, indica.

El proyecto vio la luz gracias al Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMYC) de la Secretaría de Cultura de Jalisco, con el que se crearon tres mobiliarios para el museo; éstos se pueden manipular, rayar o calcar por los niños.

Dichos trabajos fueron entregados el pasado 27 de marzo, e incluyeron una línea de tiempo interactiva sobre la historia de Tlajomulco y memoramas de las piezas relevantes del museo, entre otros trabajos.

El académico y su equipo han estudiado este municipio sureño del AMG, en el que han identificado alrededor de 20 sitios arqueológicos, gracias al proyecto “Acaxititlán”, que dirige junto con otros colegas arqueólogos. “Aún hay áreas que no sabemos cuántos sitios hay, como en la ribera norte de la Laguna de Cajititlán”.

Añadió que dichas zonas identificadas en Tlajomulco no se han registrado oficialmente ante la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos, pues el INAH no tiene los datos de los sitios que han registrado, y eventualmente se los dará a conocer cuando concluya su investigación.

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