Alberto estudia Psicología en el CUValles y vive en Ameca. Se levanta a las 7 de la mañana para tomar un camión que lo lleva directo a la universidad en menos de 15 min. Sin embargo, para muchos estudiantes del Centro Universitario de los Valles, el día no empieza con un café o un repaso a la lectura de la lección pasada. Comienza sin haber salido el sol y con un largo camino por recorrer.
Muchos vienen de rancherías y comunidades alejadas, de municipios como Etzatlán, Mascota, Tequila, Acatlán de Juárez o incluso Tlajomulco. Viajan de una, dos, hasta tres horas cada día (solo de ida) para poder sentarse en un aula.
José de Jesús Esquivel, estudiante de Abogado, y Felipe, estudiante de Administración, ambos originarios de Mascota, tienen recorridos similares: camiones incómodos, rutas limitadas y jornadas que se extienden hasta más de 16 horas entre traslados y actividades académicas.
“Hay días que el cansancio me rebasa, y esas cuatro horas en el camión me impiden avanzar con mis tareas”, dice José. Felipe agrega: “El estrés de que no te rinde el tiempo es real. Llegas agotado y todavía hay tareas que entregar”.
Desde Tequila, Efraín Castañeda, también estudiante de Abogado, comparte una rutina parecida. “Me levanto a las 5 am, salgo a las 5:40 am, llego aquí a las 7:30. Hay días que regreso hasta las 9 de la noche por el tráfico o por no alcanzar el camión. A veces los profes se emocionan con las tareas y se vuelve más pesado”.
Para Alejandra, estudiante de Ingeniería en Diseño Molecular de Materiales, el día empieza aún más temprano: a las 3:40 a.m. Desde Tlajomulco, su trayecto la obliga a tomar dos transportes y lidiar con tráfico pesado en la zona metropolitana.
“El lunes es el día más pesado. Salgo del CUValles a las 4:00 p.m. y llego a mi casa hasta las 8:00 de la noche. Llego cansada, solo me da tiempo de comer, preparar mi lonche y avanzar un poco con tareas. No puedo desvelarme porque al día siguiente repito lo mismo”.
Todos entran en el mismo horario y van a la misma universidad, con la diferencia que viven en diferentes partes de la región. Más allá de lo académico, todos ellos comparten una reflexión: no todos tenemos las mismas 24 horas. Mientras algunos viven a escasos minutos del centro, otros invierten horas diarias en transporte, madrugan, trabajan, y aún así deben rendir al mismo nivel. “Uno que vive a 10 minutos puede levantarse a las 7am. Nosotros lo hacemos a las 4:30am. No es lo mismo”, señala José de Jesus.
Si algo une a estos estudiantes es su motivación. Todos coinciden en lo mismo: superarse, terminar su carrera y convertirse en el orgullo de sus padres. Es ese sueño el que los hace resistir, incluso cuando el cansancio es abrumador o el tiempo no parece alcanzar.