
En su última película el director español rinde homenaje a autores e historias que han marcado su amor por el cine y su vida profesional
¿Quién no ha leído un libro en el que se citan otras publicaciones, se ha reído o asombrado por el guiño de un director en su película a otro filme? En el ámbito del marketing, esto se conoce como product placement, y en La habitación de al lado (2024), de Pedro Almodóvar, encontramos un ejemplo de ello.
Días previos a su muerte –en un mes de abril– Martha conversa con su amiga Ingrid sobre la vida y la muerte, el amor, la ausencia materna, de libros y de producciones fílmicas.
Han pasado 48 años desde que Serge Doubrovsky acuñó el término “autoficción” al definir su novela Hijos. Se trata de un subgénero literario que mezcla la ficción de acontecimientos y hechos estrictamente reales.
Ingrid (Julianne Moore) es una novelista de autoficción que en la trama está documentándose para escribir una biografía novelada y se inventará “lo que haga falta” sobre la pintora Dora Carrigton y su loca pasión por el escritor Lytton Strachey.
Dora, quien no tiene vínculo alguno con Leonora Carrigton, es considerada por el Tate Gallery como una de las pintoras más olvidadas del siglo XX. Exponía poco sus retratos, pinturas sobre vidrio e ilustraciones de cartas, pues estaba más enfocada en su amor no correspondido hacia Strachey, quien la introdujo en el círculo londinense de intelectuales denominado Bloomsbury, en el que participan artistas, críticos de arte, escritores como E. M. Forster, Virginia Wolf y Desmond McCarthy, entre otros.
En 1921, Carrington se casó con Ralph Partridge, un escritor del cual Strachey estaba enamorado, formándose así una relación triangular. Los tres disfrutaban la vida bohemia. Sin embargo, en enero de 1932, Strachey muere de cáncer de estómago y dos meses más tarde Dora Carrigton, de 38 años, se suicida ante la falta de su compañero.
Martha (Tilda Swinton) es corresponsal de guerra como lo fue Martha Gellhorn, quien plasmó su testimonio en El rostro de la guerra: crónicas en primera línea 1937-1985 tras cubrir sucesos como la Guerra Civil española, en compañía de su esposo Ernest Hemingway, y conflictos en latitudes distantes como Centroamérica y Vietnam.
“La guerra es cosa de hombres. Allá tienes que ser un tío más”, dice Martha tras toparse en el estante de la librería con la publicación de casi 500 páginas, en la que Gellhorn narra cómo vestida de camillero fue testigo en primera línea del desembarco de Normandía en el Día D.
Martha:
Ella escribió que hay una única guerra que amas, después te limitas a cumplir con tu trabajo.
Gellhorn fue una turista que salió ilesa de las guerras e inició su aventura como corresponsal al contar al mundo, a través de la revista Collier´s, lo que se convirtió la vida cotidiana de Madrid durante la guerra de la República española.
El rostro de la guerra puede consultarse en la biblioteca Dr. Manuel Rodríguez Lapuente, ubicada en el Centro Universitario de Guadalajara.
Martha:
Siempre he querido leer este libro.
¿No es un título maravilloso? ¿Vagancia erótica?
Ingrid:
¿Quieres comprarlo?
Martha:
No me daría tiempo para leerlo.
Erotic Vagrancy: Everything about Richard Burton and Elizabeth Taylor, es la biografía de dos íconos del cine norteamericano, de su fama, defectos, sexualidad, atracción e inseguridad, contada en 750 páginas por Roger Lewis.
Pedro Almodóvar se escondía en el cine de su pueblo pequeño de la Mancha viendo comedias y dramas de Hollywood, el neorrealismo italiano y cine mexicano.
Por lo que, al utilizar en sus filmes otros filmes, rinde un homenaje al cine del cual se alimentó. Así como también a los directores que él admira y de los cuales tiene rasgos en su cine.
Por ejemplo, en Matador los protagonistas presencian en una sala de cine la secuencia final del film, doblado al español, Duelo al sol, del director King Vidor. Jennifer Jones (Pearl Chavez) le dispara a Lewt McCanles (Gregory Peck) y a su vez este también le dispara. Ambos agonizan abrazados, confesándose su amor, su deseo de morir juntos y sellarlo con un último beso.
En La habitación de al lado, Ingrid y Martha se amanecen frente a la pantalla del televisor tras mirar Letter from an Unknown Woman de Max Ophüls (1948), Siete ocasiones (1925) de Buster Keaton y Dublineses (Los muertos) (1987) de John Huston.
De Siete ocasiones, en pantalla aparece una de las secuencias más recordadas de la historia del cine mudo: cuando Keaton huye de una avalancha de rocas tras ser perseguido por mujeres vestidas de novia, ya que él debe casarse antes de las 7 de la tarde, en el día de su cumpleaños, para heredar el dinero de su abuelo.
Marta:
Me dijiste que tenían Dublineses? ¿o lo he soñado?
The Dead o “Los muertos” es el título homónimo del filme de John Houston basado en un relato navideño de James Joyce, incluido en su colección Dublineses (1907) que plantea que, al final de la vida, “uno a uno todos nos convertimos en sombras” y, cual final inevitable, continuará cayendo la nieve débilmente en el universo. “Y cae suavemente, sobre todos los vivos y los muertos”, dice una voz en off en los últimos minutos del filme, mientras en pantalla se observa cómo descienden lentamente copos de nieve en el campo de Irlanda, donde está situada la historia del filme. Pero, mientras llegan los otros finales, el de Martha y el de La habitación de al lado, Ingrid se dirige a ella, que está recostada en su regazo:
Ingrid:
Ya es de día. Y estás viva.
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