Una historia de terror en la Escuela de Artes

El que fuera el Convento de Santa María de Gracia, donde se formaba a las monjas dominicas desde la década de 1590, dicen que de noche se llena de ecos y apariciones...

Iván Serrano Jauregui

Fotografías: Iván Lara González

El Centro Histórico de Guadalajara es tan antiguo que a lo largo de los siglos las vocaciones de las fincas han cambiado. Sin embargo, los ecos del pasado sobreviven en la arquitectura, pero también en las anécdotas que cuenta la gente.

Uno de los inmuebles antiguos es el Convento de Santa María de Gracia, donde se formaba a las monjas dominicas desde la década de 1590 (siglo XVI).

Con el tiempo llegaron los cambios urbanos, políticos y administrativos en la ciudad, con lo que el gran recinto que recibía a mujeres de clases privilegiadas en la época colonial, dejara de pertenecer a la iglesia y se dividiera en varias manzanas.

Fue así que en la que se ubica al noreste, delimitada por las calles Independencia, Belén, Juan Manuel y Venustiano Carranza, desde hace siete décadas se encuentra la Escuela de Artes de la Universidad de Guadalajara: el Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD) sede Artes.

Ahí, estudiantes y trabajadores participan de la dinámica de la tradición oral al contar leyendas que llenan un imaginario de misterio y horror a este sitio, que antes era un convento de monjas y que preserva elementos arquitectónicos antiguos.

CUAAD Artes. Ex Claustro de Santa María de Gracias. Fotografía: Iván Lara González

«Es una sensación que no se lo decía a nadie»

De día el CUAAD Artes está lleno de vida: jóvenes actúan y sostienen diálogos drámaticos en los pasillos, se escuchan los zapateados en las duelas de los salones y el rítmico cincel perfora la piedra para crear esculturas.

Pero de noche es distinto, no tenebroso, sólamente es quieto; tanto que es notorio que se escuchan ruidos muy precisos en los distintos espacios.

Víctor Manuel Villa Íñiguez, empleado adscrito a Servicios Generales del CUAAD, cuenta cómo una noche algo inquietante le hizo vivir una experiencia que aún le humedece los ojos y se le erizan los vellos de los brazos cuando la cuenta.

«Es cierto lo que dice el dicho: que el que busca, encuentra».

Hace 13 años, cuando recién ingresó a trabajar, sus compañeros le decían que era común que se escucharan cosas inusuales durante la guardia de noche en la que tenían que velar; él no creía en eso, pero al poco tiempo lo notó también.

«Un día, a la 1:30 o 2 de la mañana, yo estaba sentado en el escritorio de la entrada recargado viendo hacia la entrada principal. Estaba muy tranquilo, cuando de repente empecé a sentir mucho frío, que no era normal».

«Entonces se me ocurrió voltear de reojo hacia la escalera y justamente iba bajando de lo oscuro de arriba, una silueta que tenía volumen«.

«Pude ver el movimiento de sus pies que venía bajando, pero de abajo de la rodilla no se le veían los pies, no se le veía nada».

Fantasma en CUAAD Artes. Fotografía: Iván Lara González

En ese momento, contó, sintió un sensación aguda de miedo en la espalda. Víctor, al contar esta historia ríe de los nervios, pero también con orgullo de vivir la victoria de haber sobrevivido a eso.

«Dije, ay güey ¿y ahora qué hago? Me hice como conchita para protegerme, vi que bajó perfectamente la escalera y dio rumbo hacia la dirección (el salón contiguo)».

«Dio la vuelta, pero esa cosa me sintió, como que me sintió; entonces yo lo estaba viendo y volteó… Se me quedó viendo«.

«Nos quedamos viendo como un minuto o minuto y medio, así fijos. Lo curioso es que se le ve a través de sus ojos un vacío; no sé cómo explicarte que no tenía ojos. Y en eso que se me deja ir caminando«.

La espectral figura activó la adrenalina de Víctor, entonces, con una calma tan solo aparente tomó la cobija, se tapó la cabeza, se levantó de su asiento y comenzó a caminar, sintiendo en su espalda todo el peso de algo desencarnado que le empezó a seguir.

«Sentía que llegaba por detrás. No, no, no, era algo feo».

Recorrió un par de metros hasta el salón, a un lado del zaguán, donde los trabajadores tenían una camita para descansar. Entró y comenzó a orar.

«¡Dios mío, no me abandones, no permitas que esta madre me haga algo!».

CUAAD Artes. Ex Claustro de Santa María de Gracias. Fotografía: Iván Lara González

«Me metí, me senté, había una televisioncita y la prendí, me agazapé. Y entonces escucho cómo la madera del piso empezó a tronar. Era una sensación horrible y yo mentalizado en rezar. Entonces dije ‘Dios mío, tú sabes. Y en eso… de repente se sitió una paz».

«Cuando terminé la oración hasta yo me sentía hasta aliviado. Me descobijé y nada. Me asomé y salí del salón y vi cómo las hierbitas se movían. Era una tranquilidad total. Di gracias a Dios y dije ‘vámonos a dormir'».

Al llegar a la cama, lo único que notó fue que tenía el pantalón mojado, el miedo le provocó orinarse sin siquiera haberse dado cuenta. «Es una de las más fuertes que he tenido yo aquí».

Otras leyendas del CUAAD Artes

Víctor cuenta que estudiantes y trabajadores han visto cómo una mujer de edad mayor increpa a quienes están cerca de los salones B6 y B5 de la parte de arriba.

La señora vestida de forma humilde, con un vestido largo, pregunta por un número de cama en una sala donde se encuentra su hijo, como si se tratara de alguien que busca a un paciente en un hospital.

Se cuenta que se le ve entrar desesperada al pasillo rumbo a los salones, pero luego al seguirla ella desaparece.

CUAAD Artes. Ex Claustro de Santa María de Gracias. Fotografía: Iván Lara González

En esas mismas aulas y la videosala, las de la planta alta, se escuchan movimientos estruendosos al interior, pero al entrar no hay nadie.

«En la noche se escucha mucho ruido; puedo asegurar que 95 por ciento de lo que se oye son ecos (haciendo alusión a un efecto paranormal)».

«Son ecos porque noche tras noche se oye el mismo ruido a la misma hora: diario las mismas risas, pisadas o ruidos en el barandal a la misma hora».

La historia del Convento de Santa María de Gracia

El especialista en arquitectura religiosa en Jalisco y académico del CUAAD, Alfredo Alcántar Gutiérrez, explica que en el CUAAD Artes hay vestigios importantes de la arquitectura de la época, como el hecho de que cuenta con arcos de cantera originaria de la Barranca de Huentitán.

«Este fue el convento de mayor superficie en Guadalajara con 6 manzanas, y contó con varios claustros, uno de ellos muy importante que fue el principal contiguo a la Iglesia de Santa María de Gracia, donde actualmente es el Palacio de Justicia».

«Y contigua a éste, estuvo el claustro de las novicias y donde nos encontramos, el CUAAD Artes, fue el claustro de servicios donde estuvieron concentradas normalmente las criadas de las monjas, hay que recordar que son monjas de alto rango».

CUAAD Artes. Ex Claustro de Santa María de Gracias. Fotografía: Iván Lara González

En este espacio, dijo el académico, se encontraba la producción de pan, entonces donde hoy se enseña Artes antes se encontraban los hornos, los servicios en general y espacios sanitarios.

Entre las características arquitectónicas que aún existen es que la planta baja y superior cuentan con ocho arcos un poco más abiertos que los de medio punto, sostenidos por pilares de sección cuadrada. Mientras que en la planta alta con columnas de orden toscano con arcos de medio punto.

Añadió que el claustro de novicias ya no existe, y que sólo existen los espacios correspondientes al CUAAD y al Palacio de Justicia.

Fue después de la Reforma que este inmueble dejó de ser de la iglesia y llegó a tener varios usos, como vecindad y cuartel; hasta que fue fraccionado para abrir paso a las calles del Centro tapatío.

«Es un edificio también que tiene identidad, pues este tipo de construcciones no las vamos a encontrar en otras partes del país más que aquí, en donde los materiales locales van a tener presencia, el adobe, la cantera de la Barranca de Huentitán», concluyó el académico.

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