martes, noviembre 25, 2025
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Ver la vida como flechas

Frente a la diana, en la universidad y en cotidianeidad Lenia busca actuar como si estuviera practicando su deporte de la niñez, el tiro con arco: cuando algo no sale como espera, lo observa, aprende lo que puede y lo deja ir para poder seguir tirando

Detrás de la biblioteca del Centro Universitario de los Lagos cuando el campus todavía está frío y casi vacío, Lenia arma su campo de tiro. Acomoda la paca, asegura las cuerdas, ensambla el arco pieza por pieza. Calienta los hombros, estira la espalda, cierra los ojos un momento para meditar antes del primer disparo.

La flecha sale y cruza el pasillo en una línea que dura menos que un parpadeo. Se clava al fondo con un golpe seco. Luego vienen otra y otra. En el tiro con arco no se dispara una flecha aislada. El entrenamiento de Lenia consiste en tirar decenas seguidas, un gesto que se repite mientras procura que nada se desvíe en su cuerpo, aunque el viento, el frío o el cansancio se interpongan.

Para Lenia Castellanos Hernández el tiro con arco es un ritual metódico, hacer lo mismo una y otra vez hasta que el cuerpo aprende. Es un deporte que exige precisión y concentración al límite. Cada disparo tiene una sola oportunidad. Una vez que la flecha sale ya no puedes corregirla en el aire. Lo único que queda es ver donde cayó, ajustar lo necesario y prepararse para la siguiente. Con el tiempo, ella ha empezado a mirar las cosas como si fueran flechas. “A mí me gusta mucho ver las cosas como flechas. Ya tiraste esa flecha, ya pasó; te tienes que concentrar en la que sigue”, dice. Cuando algo no sale como espera, lo observa, aprende lo que puede y lo deja ir para poder seguir tirando.

El arco le llamó la atención desde niña. Empezó a entrenar a los catorce años y avanzó tan rápido que en cuestión de meses ya estaba compitiendo. Llegaron los nacionales, las medallas y las voces que le decían que podía llegar lejos si se dedicaba de lleno al deporte. El problema apareció cuando “darse de lleno” significó elegir. De un lado estaba la vida del alto rendimiento, entrenar casi todo el día, estudiar apenas lo justo y aceptar que todo girara alrededor del arco. Del otro, estudiar una carrera y construir otro tipo de futuro, aunque eso implicara soltar parte del camino deportivo. Entre dos flechas posibles, eligió estudiar.

Desde niña le interesaron el arte y el japonés. Cuando llegó el momento de elegir su profesión habló con sus papás, que la habían acompañado en cada cambio importante, y juntos dieron con la carrera de Lenguas y Culturas Extranjeras de CULagos, una opción donde podía seguir cerca de lo que le gusta y, al mismo tiempo, construir un nuevo futuro. “Sin mi familia no hubiera podido hacer ni la mitad de lo que he hecho, son los que me sostienen cuando necesito un consejo o cuando ya no puedo sola”, reconoce. 

Ese plan implicaba irse de León. Salir del hogar donde tenía a unos pasos a su madre,  a su padre y a su hermano menor, los mismos que la llevaron a sus primeras competencias, para empezar una vida foránea en San Juan d elos Lagos. Al tomar esa decisión no solo cambiaba de ciudad, también asumía que el campo de tiro donde creció quedaba atrás y que, muy probablemente, el deporte tendría que pasar a segundo plano.

Lenia piensa sus grandes decisiones con la misma lógica que aprendió frente a la diana. Cada flecha cierra algo y abre un nuevo camino. Venirse a vivir sola a San Juan fue una de esas flechas. Cerró parte de su vida cotidiana en León y le abrió la posibilidad de estudiar, aprender a sostenerse lejos de casa y encontrar su lugar en la universidad. Pensó que el arco quedaría atrás, pero no lo soltó del todo. Buscó un espacio, consiguió entrenar detrás de la biblioteca y convirtió ese pasillo silencioso en campo de tiro: gracias a eso ganó el oro en el Campeonato Intercentros 2024 representando al CULagos.

Para Lenia no fue solo una victoria. Es prueba de todo lo que no se ve desde fuera, de los sacrificios acumulados, de la disciplina para seguir entrenando cuando nadie mira y de una constancia que repercute en sus decisiones dentro y fuera del campo de tiro. En los últimos años ha aceptado que el alto rendimiento ya no puede ocuparlo todo y ha ajustado sus metas para sostener el arco sin dejar de lado la carrera ni la vida lejos de casa. Al abrir ese espacio también empezó a mirar con más calma lo que pasaba a su alrededor.

Su corazón sigue en el campo de tiro, pero también en la comunidad que ha encontrado en la universidad, en los salones, los pasillos y la asamblea estudiantil de la que forma parte. No le basta con cuidar su propio camino. “Sanar a tu comunidad también es sanarte a ti misma”, dice Lenia. Ella escucha lo que otros viven, comparte lo que sabe y confía en que sus compañeros descubran su potencial y busquen hacerlo valer en el lugar que comparten. “Yo creo que enriquecer la comunidad y procurar la convivencia es la manera más sana de sentirse bien”, menciona.

Entre el arco, la asamblea y la carrera, Lenia ha tenido que aprender a buscar un equilibrio donde también haya lugar para sí misma. No porque todo le salga bien, sino porque se ha prometido no abandonar lo que le apasiona. En la diana, en las decisiones y en la vida diaria procura sostener lo aprendido y darse otra oportunidad. En ese ir y venir entre la vida deportiva, la académica y la comunitaria ha ido encontrando su propia forma de apuntar y volver a intentarlo. No desde la idea de ser perfecta, sino de apoyarse en la comunidad que la sostiene cada vez que levanta el arco y decide seguir. Mientras tenga algo que le importe de verdad, siempre encontrará otra flecha que valga la pena lanzar.

Este contenido es resultado del Programa Corresponsal Gaceta UdeG que tiene como objetivo potenciar la cobertura de las actividades de la Red Universitaria, con la participación del alumnado de esta Casa de Estudio como principal promotor de La gaceta de la Universidad de Guadalajara.

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