En México, pocas pastillas son tan populares como el omeprazol. Su uso se ha extendido tanto que se consigue en cualquier farmacia, incluso en tiendas de conveniencia, y millones de personas lo consumen a diario para calmar la acidez o el reflujo. Sin embargo, detrás de esta aparente solución rápida se esconden riesgos que muchas veces pasan inadvertidos.
Abraham Guzmán Lepe, médico adscrito al Servicio de gastroenterología del Antiguo Hospital Civil de Guadalajara Fray Antonio Alcalde, explica que el omeprazol pertenece al grupo de medicamentos conocidos como inhibidores de bomba de protones. Su función principal es reducir la producción de ácido en el estómago, lo que lo hace útil en casos de gastritis, reflujo, úlceras o hemorragias del tubo digestivo alto.
“Es un fármaco con múltiples usos y en el corto plazo puede aliviar molestias de forma eficaz”, señala.
Lo que llama la atención, continúa, es la facilidad con la que los mexicanos acceden a él. “Es un medicamento de venta libre, muy accesible en precio, y eso ha hecho que su consumo se normalice. Muchas veces se recomienda de boca en boca: si a alguien le funcionó, lo pasa como consejo a otra persona, y así se genera un hábito de automedicación”.
Aunque en tratamientos de dos a cuatro semanas suele ser seguro, el especialista advierte que el uso prolongado puede traer consecuencias importantes. “Muchos pacientes lo consumen de manera crónica, durante años, y eso altera la microbiota intestinal. Puede causar diarrea persistente, afectar la absorción de minerales y aumentar el riesgo de osteoporosis en personas mayores”, explica.
Otros efectos a largo plazo incluyen deficiencia de vitamina B12, aparición de pólipos gástricos y mayor probabilidad de neumonías en adultos mayores o pacientes postrados. Además, resalta que el omeprazol puede interactuar negativamente con otros medicamentos, como anticoagulantes, generando complicaciones que el paciente desconoce al automedicarse.
A corto plazo, los efectos secundarios suelen ser leves: dolor de cabeza, náusea, estreñimiento o diarrea. Sin embargo, la preocupación se centra en lo que ocurre con un consumo sin supervisión que se extiende por meses o incluso años.
El especialista detalla que el periodo máximo recomendado sin supervisión médica es de ocho semanas. “La mayoría de padecimientos digestivos para los que se prescribe tienen ese margen de tratamiento. Superar ese tiempo debería ser motivo suficiente para acudir a una consulta, evaluar si realmente es necesario continuar o si se requiere otro enfoque”, subraya.
El omeprazol no es adecuado para todos. Según Guzmán Lepe, hay sectores de la población particularmente vulnerables:
- Embarazadas, pues el fármaco está contraindicado en esta etapa.
- Pacientes con insuficiencia renal crónica, sobre todo quienes están en diálisis.
- Adultos mayores con enfermedades adicionales o movilidad reducida, quienes pueden desarrollar neumonías o diarreas graves por el uso prolongado.
En estos grupos, la supervisión médica no es opcional, sino indispensable.
Guzmán Lepe advierte sobre un problema silencioso: el enmascaramiento de enfermedades graves. Al tomar omeprazol sin prescripción, algunos pacientes logran controlar parcialmente los síntomas, pero al mismo tiempo retrasan la detección de problemas mayores.
“He visto casos en los que alguien se automedica por meses y, cuando finalmente acude a consulta, descubrimos que no era solo gastritis, sino una úlcera avanzada o incluso un cáncer gástrico. El medicamento calmó las molestias, pero ocultó la verdadera enfermedad”, comenta.
El especialista es claro: no se trata de satanizar el omeprazol. Reconoce su eficacia y lo útil que puede ser en tratamientos bien dirigidos. El problema aparece cuando se convierte en un recurso cotidiano, sin orientación ni control.
“El mensaje que yo daría a quienes lo consumen es sencillo: antes de seguir tomándolo por semanas o meses, acudan a consulta. Cada enfermedad requiere una dosis y un tiempo específico. Además, hoy existen otros fármacos y hasta opciones quirúrgicas que podrían ser más adecuados en algunos casos”, concluye.
El omeprazol, ese comprimido tan común en los botiquines mexicanos, es un ejemplo de cómo la facilidad de acceso puede volverse un arma de doble filo. Lo que para muchos es solo “la pastilla para la acidez” en realidad merece un uso consciente, con respaldo médico y sin caer en la costumbre peligrosa de automedicarse.