La esencia en la palabra:

JOSÉ MANUEL JURADO PARRES

PERFIL

Estar dentro de un espacio como el Paraninfo Enrique Díaz de León abona a que la imaginación busque recordar un tiempo jamás vivido, luego de escuchar una anécdota que sucedió en ese sitio.

De forma instantánea se recurre a que las salas del ahora MUSA fueron algún día oficinas, otras funcionaron como aulas y en frente —donde ahora se erige el edificio de la Rectoría— había un inmueble distinto. Ahí, en una oficina que era la academia de Trabajo Social de la UdeG, hubo una mujer de oficio como vida que, con puntualidad de reloj suizo, abría la puerta a las nueve de la mañana para cerrarla a las siete de la noche. Era Irene Robledo.

En aquel tiempo, José Manuel Jurado Parres tendría unos 26 años. Había sido comisionado a ser director de la Preparatoria 5, que aún no nacía materialmente; era un proyecto que se gestaba y del que estuvo a cargo. Aquellos años los recuerda con la frescura de una mañana y dice:

“La Universidad te convoca a que vivas en ella porque te sirve eternamente. Te interpela para cumplir deberes. No hay tarea más sublime que la educación de la juventud. Y si queremos pensar en lo que eso tiene de entrañable, es porque es la institución por excelencia que contribuye con una mejora permanente de la sociedad, atendiendo su tiempo para que a través de los jóvenes la sociedad mejore”, lo comenta ahora que las memorias le caen en el presente con el peso de la historia y mientras se le dibuja una casi sonrisa en la mueca de ojos vidriosos que le provoca el recuerdo.

José Manuel Jurado Parres se ha convertido en ícono de la Universidad. Es un afiche de sí mismo. Una estampa reproducida en este tiempo y que viene desde todos los tiempos. Hombre delgado, de traje impoluto, saludo fuerte y erguido con olor a lavanda, voz contundente. Un profesor por vocación e historiador por pasión.

Se encuentra sentado en una solitaria silla, debajo de los frescos de Orozco, a mitad del Paraninfo Enrique Díaz de León; el mismo espacio donde unas semanas después, el Consejo General Universitario, máximo órgano de Gobierno de la UdeG aprobará el entregarle el grado de Maestro Emérito. En el mismo inmueble donde aquel muchacho que fue trabajó arduamente en el proyecto de la Preparatoria 5.

Jurado Parres ha servido a la Universidad durante más de 56 años. Su vida como académico inició en 1966, cuando impartió sus primeras clases en la Preparatoria de Jalisco. Ha sido promotor e impulsor de diversos proyectos de la Casa de Estudio: fue fundador de la hemeroteca especializada sobre la UdeG, del Cineclub —que ahora es el Cineforo— y la de la Gaceta UdeG, que el próximo año cumple medio siglo. Asimismo, impulsó la creación de la carrera de periodismo y ha desempeñado diversos puestos que lo han llevado por campus como la Escuela Vocacional, el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) y la Preparatoria 5, de la que ha sido director por más de 35 años.

Durante la entrevista, el ya reconocido entre la comunidad universitaria como “el maestro Jurado”, parecía vibrante, pero aún incrédulo. Sin que se elaborara el dictamen número I/2023/618, el Rector General de la Universidad había confirmado en sus redes sociales que la institución le otorgaría el grado de reconocimiento por su trayectoria. Con el respeto por los protocolos, Jurado Parres decía en ese momento que no se podía aventurar en dar por hecho el ser nombrado miembro emérito de la UdeG, hasta que la propuesta pasara por las comisiones correspondientes.

La cita con el destino se llegó un viernes. Después de haber sido leído el documento en el que se propone su distinción tomó la palabra y en un breve discurso recordó a sus padres. Con una voz quebradiza dijo: “Mi madre María y mi padre Hans me enseñaron que hay que saber tener presente el valor de la gratitud. Y yo hoy, empezando por el CUEMS y a los miembros del CGU, les quiero decir que honraré hasta el último minuto de mi vida a esta Universidad, que la serviré como he servido a mis jóvenes estudiantes que son la médula y a ellos debemos seguir sirviendo”.

Luego de sus palabras, José Manuel Jurado Parres se hincó como reconocimiento en el pasillo central del Paraninfo y donde recordó el legado de Valentín Gómez Farías cuando al aprobarse la constitución de 1857, en específico cuando el ahora ilustre jalisciense, arribó al recinto en silla de ruedas, por lo que tuvo que jurar la carta magna hincado, al no poder estar de pie. 

Como herencia de aquella vocación histórica y humanística, Jurado Parres reverenció a la Universidad: postró la rodilla izquierda sobre la duela y levantó el brazo derecho con vivas hacia la eternidad, mientras los consejeros reunidos aclamaron al Maestro Emérito.

«La Universidad te convoca a que vivas en ella porque te sirve eternamente. Te interpela para cumplir deberes. No hay tarea más sublime que la educación de la juventud».

José Manuel Jurado Parres, director de la preparatoria número 5
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