Héctor Raúl Solís Gadea (Nayarit, 1962) es profesor de sociología política de la Universidad de Guadalajara. Siendo rector del CUCSH (2013-2019) colaboró estrechamente con el poeta y diplomático Hugo Gutiérrez Vega (1934-2015), uno de los universitarios más ilustres que ha habido en nuestra casa de estudios. En entrevista para La gaceta, Solís Gadea narra sus impresiones personales sobre el maestro Gutiérrez Vega.

¿Por qué entraste en contacto con Hugo Gutiérrez Vega? Lo conocí cuando fui rector del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, porque en la Universidad de Guadalajara existe una Cátedra que lleva su nombre. Esa cátedra estaba radicada en el Centro Universitario del Sur; sin embargo, el CUCSH patrocinaba muchos de sus eventos. Fue así como lo conocí, procurando contribuir al desarrollo de las actividades que realizaba don Hugo. No fui su amigo íntimo, pero tuve mucho contacto con él en distintas ocasiones y tuvimos una relación cordial y respetuosa.

¿Cómo era Gutiérrez Vega como persona? Me acuerdo mucho que era sumamente respetuoso; le gustaba bromear y decir que yo era su jefe. Desde que lo conocí me causó una gratísima impresión porque era un hombre muy fino, educado, sensible y generoso. Guardo muy buenos recuerdos de él. Era un hombre muy auténtico, extraordinariamente culto y un amante de la literatura y de la vida intelectual. Otro rasgo que quiero enfatizar es que tenía muchísimo interés en llevar la cultura a los estudiantes y era muy entusiasta en la organización de las distintas actividades de la Cátedra que lleva su nombre. No era un intelectual en una torre de marfil: estaba muy comprometido con su sociedad y con la juventud, así como con la Universidad de Guadalajara.

¿Qué puedes decirnos sobre la relación de Gutiérrez Vega con la política? Además de intelectual, era un hombre con una vena política muy desarrollada; desde joven participó al lado del maestro Manuel Rodríguez Lapuente en actividades políticas, particularmente en el Partido Acción Nacional. Gutiérrez Vega tenía una especie de misión quijotesca en el ámbito político, porque era un hombre de ideales y convicciones muy fuertes y arraigadas. Eso llamó mi atención: su profundo sentido humanista, en el mejor sentido de la palabra. Ese término lo describe a cabalidad: Gutiérrez Vega fue un humanista. Fue un intelectual de izquierda y un hombre muy auténtico; no era un oportunista, sino que ponía siempre por delante sus creencias y era congruente con ellas.

¿Por qué vale la pena leer a Gutiérrez Vega? Yo pienso que inspirarnos en Hugo Gutiérrez Vega siempre es positivo. No hay que olvidar que dirigió durante mucho tiempo el suplemento cultural de La Jornada y allí daba cabida a la expresión de muchos escritores, poetas y ensayistas. Esa es una forma de contribuir a volver más humano al mundo, porque en la medida en que circulen ideas, narraciones y poemas en el espacio público (en la república de las letras, por llamarlo así) los seres humanos tendremos más oportunidades de apreciar la complejidad de la vida, de pensar, de valorar el mundo y su circunstancia y, por lo tanto, de conducirnos de manera más razonable. Eso era lo que defendía el maestro Hugo Gutiérrez Vega.

Recuerdo muy bien algo que a mí me marcó: cuando la Universidad de Guadalajara le entregó el doctorado honoris causa en 2014 en el Paraninfo Enrique Díaz de León, terminó su discurso mostrando su preocupación por la circunstancia delicada y difícil de México, del México de nuestro tiempo, y terminó diciendo que necesitábamos hacerle caso a lo que llamó “el ángel de la serenidad”. Ese discurso fue memorable y su llamado a la serenidad me impresionó. Probablemente la serenidad sea una de las cualidades más importantes que debemos cultivar. Creo que por eso vale la pena leer a Hugo Gutiérrez Vega y apreciarlo.

¿Algún momento con don Hugo que quieras recordar? Lo que más recuerdo es que no era un hombre que te dejara de considerar, que no te hiciera caso. Muchas veces, entre los grandes intelectuales o los hombres encumbrados, se da el fenómeno de que ignoran a quien no consideran de su nivel. No era el caso de don Hugo. Era un hombre afable, respetuoso y sencillo. Y, además, amaba la cultura, los poemas, la cultura mexicana y le gustaba mucho Jalisco, Guadalajara, Lagos de Moreno. Pero, sobre todo, lo que yo llamaría su delicadeza espiritual hace de él, en mi opinión, un hombre extraordinario.

SOBRE EL AUTOR

Es profesor de filosofía, teoría política y literatura en la Universidad de Guadalajara (UdeG). Estudió la licenciatura en filosofía en la UdeG y la maestría, en la misma disciplina, en la New School for Social Research, de Nueva York. Es subdirector de la Cátedra Fernando del Paso y subdirector de la Biblioteca Iberoamericana “Octavio Paz”.

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