La pérdida de la inocencia: Hiram Ruvalcaba

El novelista, ensayista y traductor Hiram Ruvalcaba publicó su más reciente libro de cuentos Los inocentes, en los cuales explora lo positivo y lo negativo de la naturaleza humana

Para Hiram Ruvalcaba un escritor se forja de dos maneras: tiene que leer un “chingo”, entre ellos los clásicos, que lo van a forjar estéticamente, y segundo estar atento a las cosas, a lo positivo y negativo de la naturaleza humana. Como la inocencia y la maldad, presentes en Los inocentes (Alacena bolsillo, 2025), una antología integrada de textos que el narrador jalisciense escribió entre 2015 y 2024, algunos de ellos recuperados de revistas y publicaciones ya agotadas o que no tuvieron gran difusión.

“Si no eres capaz de observar la humanidad a tu alrededor, va a ser muy difícil que puedas reflejarla en tu trabajo literario”, indica el también ganador del Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela 2016,  Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2018, Premio Nacional de Crónica Joven Ricardo Garibay 2020, Premio Nacional de Cuento José Alvarado 2020 y Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez 2021.

De su ingenio creativo y de aprender a mirar al otro, a los otros, han surgido nueve narraciones que dan cuenta de la transformación que ha tenido el espacio simbólico de la región Sur de Jalisco, cuna de una vasta obra literaria vinculada con su naturaleza y vida social, como La hija del bandido, de Refugio Barragán; la Feria de Juan José Arreola o El llano en llamas de Juan Rulfo.

“El campo, que en algunas obras de hace 50, 60 años, era tan verde, tan lleno de vegetación boscosa, el mismo clima de la ciudad que era envidiable, ahora está completamente trastocado por la violencia. No solo por violencia del crimen organizado, también a la violencia ecológica, los incendios forestales provocados para cambio de uso de suelo, la siembra indiscriminada de aguacate, de agave, de berries. Es terrible y rapaz el ataque de la agroindustria a las entrañas de la tierra jalisciense. Todo esto se refleja en la literatura y observo una tendencia en los autores de mi generación y cercanos por plasmar estas nuevas formas de entender el paisaje, no como un lugar agreste y alegre, sino como un lugar violento de transformaciones”.

¿En estas observaciones hay parte de tu saber como ingeniero ambiental? Fíjate que es muy peculiar que menciones eso, casi nadie me recuerda que soy ingeniero. Sí ha habido una influencia evidente de esa formación, porque no solo me enseñó a ver las cosas, los procesos desde un punto de vista determinado, sino que también me ha ayudado a entender de forma, digamos, cuantitativa o científica incluso, las aproximaciones al fenómeno ecológico de la zona.

Estas realidades que nos cuentas son parte de la vida de Tlaloyan, nombre antiguo de Zapotlán el Grande y escenario de tus historias. ¿Qué significa para ti este sitio en lo personal y como cuentista? Tlaloyan es un espacio que fui construyendo.Tengo una escuela como lector que la inauguró en mi vida Juan Rulfo, pero que luego se fue cimentando con autores como García Márquez, William Faulkner, entre otros. A esa escuela yo le llamaría la ‘escuela del no lugar’, que es una forma de representar el paisaje de la aldea natal o del espacio literario, transformándola en un espacio completamente simbólico. Yo hablo en los cuentos sobre sitios que son reales dentro de Tlaloyan, algunas esquinas, algunos barrios trastocados por la literatura. En mi caso, me interesa representar en la literatura lo que es la violencia, la destrucción.

¿Influyó en tu escritura la obra de Eduardo Antonio Parra, al narrar como él problemáticas de violencia y marginación presentes en los nueve cuentos de Los inocentes? Además, de que es una de las personas a quienes le dedicas tu libro. Siempre he dicho abiertamente, con toda honestidad y orgullo, que Parra es mi maestro. Trabajé con él en un taller hace ya unos ocho años, pero lo leí desde mucho antes. Hemos tenido una relación de trabajo y de amistad muy chingona, hay que decirlo como es. Siempre ha sido para mí el gran cuentista vivo de nuestro país. Se puede trazar una línea temporal en los grandes prosistas del cuento mexicano, que tiene a Rulfo, Arreola, Revueltas y a Parra en la actualidad. Él es una escuela. Es muy generoso y te revela cosas que de verdad sirven. Mi obra está muy influida por el trabajo del maestro.

De estos nueve cuentos, ¿cuántos son reales y ficticios? En la novela pasada Todo pueblo es cicatriz jugaba mucho con la realidad y la ficción. En Los inocentes hago un pacto de verosimilitud. Es decir, hay cosas que me han contado que luego yo plasmo como cuento. Hay otras que he leído en artículos, en entrevistas, en reportajes o crónicas, que luego se transforman en cuentos. Pero el pacto es: a lo mejor no pasó pero seguramente podría pasar. Te puedo decir una clave. Por ejemplo, el cuento “A oscuras” surgió luego de leer esta crónica chingona que se llama “Los Acapulco Kids” (2008), de Alejandro Almazán, publicada en la Revista Emmequis. La leí, me quedé espantado y maravillado. También dije ¡ay, cabrón!, ¿qué es este mundo que se me está revelando y que ocurre debajo de mi mundo o tan cerca de mi propio mundo? Yo soy muy así, ¿sabes? De repente me meto en algunos cuentos y hago una especie de ejercicio de autoficción. Por lo que, en este caso, todo fue basado en cosas que he visto, leído o escuchado, pero el pacto completamente es ficticio.

En Los inocentes hay situaciones que te dejan una sensación de impotencia, como en “Blanco como la porcelana”, ganador del Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2018, al leer el viacrucis del padre que acude a la Escuela de Medicina a buscar los restos óseos de Lucía o “Paquito”, como “lo bautizó un estudiante y el nombre se le quedó”. El texto lo recuperé de la revista Gatopardo. Es un tema que me preocupaba y que no se ha resuelto. Esa es la realidad. Siempre he pensado que la relación más importante que tiene el periodismo, junto con la literatura, tiene que ver con el relato de una época o la forma de establecer una época por medio de narraciones escritas. El periodismo se va a la inmediatez, pero también a construir o revelar, digamos, realidades. En la literatura, a pesar de que utilizamos la ficción, también estamos tratando de revelar una realidad, quizás emocional, simbólica, espiritual, de esta época en la cual estamos viviendo. No se puede comprender una época histórica si no atendemos tanto a los relatos de ficción como a los relatos de no ficción. Ambos construyen la identidad de un momento. Y quien no quiera verlo, pues está completamente en su derecho de taparse los ojos, pero México está atravesando una época histórica.

En pocos minutos llegará la luz. En pocos minutos, también, recibirán la primera llamada del jefe para enviarlos a otro trabajo. El Meco se detiene. Se pregunta cuántas chambas faltan hasta que él también vaya a fundirse en el silencio de los muertos. Qué más da pensar en eso ahora: ahora es su momento porque el mundo es para los vivos.

(Fragmento del cuento Los cachorros)

En el cuento “Los cachorros”, los personajes repiten la frase “el pinche mundo es para los vivos”.  ¿Cuál es su significado? Esa es una expresión que le escucho mucho a mi papá. En Jalisco cuando decimos que alguien es “muy vivo”, nos referimos a que es muy inteligente, que sabe aprovecharse de la situación. En realidad lo que el cuento está criticando es esta cultura del agandalle, del mientras yo coma, los demás que se chinguen. Yo creo que eso nos tiene sumergidos en el pozo de dolor, de impunidad, de monstruosidad en el que nos encontramos. Como persona y como autor siempre he traído un mensaje de empatía. Creo que el mundo es de todos y deberíamos buscar la manera de que todos logremos sobrevivir, conservar, salir adelante, y avanzar juntos a una posibilidad de luz. 

En esta misma historia, ‘el Meco’ recuerda la última mirada del ‘Gorrión’. Él ve esos ojos abiertos con miedo, odio, vergüenza. ¿Tú te has enfrentado alguna vez a esa mirada de la muerte? Trabajé un tiempo como periodista en la nota roja y pude ver un par de cadáveres. No fueron muchos, porque en cuanto me enfrenté a los primeros estragos de la guerra contra el crimen decidí que iba a cambiar de giro. Pero a pesar de esto, como toda persona adulta en este país en el siglo XXI, me he enfrentado a cadáveres de muerte violenta, muerte natural y es una experiencia transformadora. En ese cuento en particular, la idea que estaba tratando de plasmar en esa mirada era una especie de espejo. El `Meco´es un joven sicario, pero en la realidad hay muchos ‘Mecos’ y muchos ‘Gorriones’. Lo que observamos es un círculo, un ciclo de vida en el cual se transforman de víctimas a victimarios eventualmente, y de esto no hay escapatoria posible, porque la vida del sicario todos sabemos que es bastante breve. Tú ves a niños jugando al sicario, a niños jugando a los secuestros. ¿Por qué está pasando esto? Porque esto pasa en el mundo adulto y los niños no tienen un filtro de protección con el mundo adulto.

¿Cuándo termina la inocencia? ¿La maldad despierta en el ser humano después de un proceso de odio o por supervivencia? En el primer instante en el que tú conoces el horror de la violencia del mundo se rompe por completo tu inocencia. Hay algo frágil en este país que son nuestras infancias, y la verdad es que no estamos haciendo mucho para protegerlas de la realidad. La inocencia en este libro en realidad está relacionada con la pérdida de la inocencia. Casi todos los cuentos hablan sobre niños que están teniendo alguna experiencia que los transforma o les muestra de forma violenta lo que es el mundo adulto, que es un mundo severo, que es un mundo maltratador, que es un mundo al que no le importa mucho lo que ocurre con las infancias. De ahí viene el título Los inocentes y de una frase que está en el epígrafe de la novela Las puertas del Paraíso, de Yerzo Andrzejewski que habla sobre “La Cruzada de los Niños” ocurrida a principios del siglo XII. Esta ficción histórica es un reflejo exacto y fiel de la gran deuda que tenemos como civilización con nuestras infancias.

Apenas lo oían pitando en la distancia, la Chola corría a asomarse fuera de su refugio y, detrás de ella, salían Micaela y hasta el Cerote para vislumbrar la máquina colosal; el tren era al mismo tiempo familiar y mágico, lo más cercano a un milagro que verían en su vida. De vez en cuando, algún migrante se asomaba de entre los carros, alzaba una mano y les gritaba algún saludo a los niños. Ellos contestaban joviales y les sonreían a aquellos desconocidos, hermanos en el hambre y la desgracia. El tren parecía una ciudad nómada que mudaba un pueblo entero hacia la esperanza.

(Fragmento del cuento Los inocentes)

En el último cuento, homónimo de la publicación, los personajes se preguntan: ¿En qué lugar nacían los trenes? ¿A dónde iban a morirse?, y yo agregaría una pregunta más: ¿cuál es el futuro de los niños? Soy padre de un hijo maravilloso y cuando uno es padre tiene que hacer un pacto con la esperanza. Yo no puedo rendirme y decirle a mi hijo: cabrón pues te traje a un mundo que ya no tiene salida ni salvación. No me lo puedo permitir. Entonces decido, quizás ingenuamente, pero con toda honestidad, creer que esos trenes van a un lugar mejor. Que ese tren que es la vida, la civilización, nuestro país en el siglo XXI, se encamina a algún lugar menos nefasto del lugar en el que nos encontramos. He tenido momentos de muchas dudas y de mucha preocupación. Cuando se reveló el tema de Teuchitlán, que sigue resolviéndose y siguen revelándose las cosas que surgieron de esa cloaca, de verdad la pasé mal. Fueron días en los que yo decía: ¿cómo le digo a mi hijo que este es el mundo y aquí decidí traerlo? ¿Cómo decimos a nuestras nuevas generaciones que no hemos podido hacer nada para evitar estas cosas? A pesar de esto, insisto, no me puedo permitir no creer que hay una mejor posibilidad de vida. Creo que en este libro se observa esta esperanza al final del último cuento, aunque bueno, medio se rompe después cuando vemos que al pobre Cerote no le fue nada bien. Creo que hay un mensaje. Después de todo esto, finalmente a todos se nos da la oportunidad de caminar en pos de algo mejor, como diría Juan Gelman en su maravilloso poema “Descubriendo el país”: ‘descubriendo el país de la bondad/’.

¿Qué proyectos vienen? ¿Reaparecerán en tus novelas o cuentos personajes de “Los inocentes”? Ya tengo la historia completa de Ajolote; Cerote volverá a aparecer eventualmente y Manoplas es el protagonista de mi nueva novela. Ya narré cómo muere, su origen y quiero escribirle un arco de redención. Tengo esta idea de que toda mi obra en su totalidad se pueda leer como la historia de una región. Quiero hacer una obra literaria, más que solamente una colección de libros.

Si hubiera una canción, ¿cuál musicalizaría este último libro? Estaba pensando a lo largo de estos cuentos en la canción “A través de del valle” (Through the Valley) de Shawn James que se hizo famosa a partir de la serie The Last of Us, porque el libro es doloroso, es bastante potente y toma sentido con la letra de la canción que en sus primeros versos dice: “Camino a través del valle de la sombra de la muerte / y no temo ningún mal porque estoy ciego a todo ello / y mi mente, mi arma me consuelan / porque sé que mataré a mis enemigos cuando vengan /

Género: Ficción

Fecha de publicación original: 2025

Número de páginas: 160

Editorial: Alacena

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