Gabriela Escatell

1064

Sonriente y tranquila, no parece preocuparse por nada, pero esta actriz y productora está de lleno metida en la idea del teatro social, en hacer de la escena una herramienta de cambio. Con media vida de sus treinta años haciendo teatro, ahora también dirige junto al artista Humberto Moro una pieza que mezcla la ejecución teatral y elementos más propios del arte contemporáneo, como la intervención sonora, visual y en video, o la propia experiencia como obra de arte: El pulgar levantado en señal de triunfo se presenta como la tercera parte de la trilogía de aniversario de Casa Inverso (Santa Mónica 356, Centro), los jueves, viernes y sábados a las 20:30 horas y el domingo a las 18:00 horas.

El pulgar…
Beto y yo nos referimos a la obra como un collage de momentos e ideas que van desde lo más general, como un movimiento social, hasta lo más íntimo, como el amor o lo que te podría decir tu madre sobre la situación actual de tu vida. No cuenta una historia convencional, simplemente te lleva por la casa; el espacio es un personaje también. La mezcla viene mucho de mi interés por el arte contemporáneo, que se ha vuelto cada vez más performático, más escénico e incluso tiene la presencia de un ejecutante. Y el espectador es parte de esa experiencia, de esa movilidad; así que no puede ser pasivo, tiene que tomar decisiones todo el tiempo: si se mueve primero o después, si se queda atrás o hasta adelante, todo afecta la manera en que ve la obra.

Vocaciones
Cuando salí del Cedart, quería estudiar la licenciatura en teatro pero no aquí, en la Ciudad de México. No creo que a los 17 años puedas realmente decidir qué vas a hacer el resto de tu vida, y como mis papás me decían que mejor estudiara “algo de verdad”, entré a Relaciones Internacionales. La verdad me encanta mi carrera y creo que mi trabajo creativo está muy impregnado de ello, de la perspectiva social, la historia, el análisis político. Pero cuando estaba de intercambio en Argentina me metí un día al Teatro Colón: había un ensayo de ballet. No soy bailarina, así que no sé decirte por qué, pero ese día decidí que me iba a dedicar al teatro.

Contradicción
Quisimos explorar las contradicciones que tenemos en nosotros mismos, en nuestro discurso. Por un lado nos preocupa la desigualdad y las injusticias sociales, pero seamos honestos: también nos gustan unos tenis de marca y tomamos coca-cola. Somos el resultado del balance entre lo que nos es más fácil o cómodo, lo que nos enseñaron y lo que queremos ser. Por eso incluimos muchos símbolos, aunque al final no queda claro nada, no es la idea.

Silencio
Es impresionante todas las cosas del mundo que se pierden las personas sordas por su discapacidad, como el saber quién es Shakespeare. Ahora estoy trabajando en una adaptación de Hamlet para teatro de sordos junto con Araceli Flores. Es el inicio de un proyecto que sería una ramificación de la compañía Seña y Verbo, del DF. Cuando le propusimos la obra a los participantes con los que estamos tallereando una vez por semana, nos sorprendió darnos cuenta de que no tienen el referente, casi en lo absoluto: habían visto la imagen del hombre sosteniendo la calavera, o el balcón de Romeo y Julieta, pero no conocían las historias. El reto ahora es adaptarlo para ellos, porque en realidad la anécdota es muy simple, ellos mismos la sintetizaron: al final se mueren todos. Pero lo importante es lo que se dice, el fuerte de Shakespeare es la palabra, y todavía no sé cómo vamos a hacer para traducir eso a imágenes en escena. Tenemos que encontrar signos.

Artículo anteriorJosé Luis Galván
Artículo siguienteLas llamadas molestas