Martes 15 de Abril de 2025

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Las fiestas patrias: festejos para construir identidad(es) nacional(es)

Las formas de celebrarlas y los mensajes que se transmiten en torno a estas fechas, son parte del uso político que hacen los gobernantes de turno, pero cada país vive todavía con mucho entusiasmo su identidad nacional 

«Bicentenarios Latinoamericanos: políticas oficiales y nuevas voces en la arena festiva» es el título del artículo de Pablo Ortember, doctor en Historia (École des Hautes Études en Sciences Sociales), publicado en la Revista Cahiers des Amériques Latines CAL, Institut des Hautes Etudes en Amérique Latine.

A propósito de este trabajo desarrollado durante un fellowship en CALAS con el Laboratorio de «Conocimiento Identidades estratégicas y crisis en América Latina. Procesos y tensiones», que coincide con el festejo de la Independencia de México, presentamos la siguiente entrevista al también investigador independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), con sede en el Instituto de Investigaciones Políticas de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), realizada por Abi Valeria López, Coordinadora de Comunicación del CALAS.

¿Qué buscan representar y a la vez festejar los gobiernos nacionales con las fiestas patrias? Las fiestas patrias son instrumentos de los gobiernos para exponer y presentar performativamente un rostro de la identidad nacional, legitimar a las autoridades, celebrar a la comunidad nacional imaginada. Tienen su propia historia y han ido cambiando a lo largo de su existencia, durante más o menos 200 años, desde las independencias hasta hoy. Es importante aclarar que participan también los sectores de la sociedad civil de diversos modos, sean invitados por los gobiernos en los programas festivos estatales o con sus propias conmemoraciones (por ejemplo, barriales, corporativas, etc), de manera que también estos sectores de la sociedad civil buscan legitimar su lugar dentro de la nación haciéndolo visible en los actos ceremoniales.

Y ligado a esto, ¿cuáles son los discursos de ciudadanía que giran en torno a estas fechas patrias?, ¿a quiénes incluyen o excluyen? En diversos espacios de Latinoamérica ha habido una tendencia, con marchas y contramarchas, y coincidente con las reformas constitucionales que incluyen los derechos de los pueblos indígenas y afrodescendientes, en incluir cada vez más visiblemente a estos sectores en los festejos patrios. Esto ocurre a partir de finales de la década del 80 e inicios de los 90, también alimentado por las discusiones en torno al quinto centenario del llamado Descubrimiento de América, en 1992. Desde esta época, hay una tendencia a incluir cada vez más representaciones de pueblos indígenas, afrodescendientes y la diversidad cultural de los países en las fiestas patrias en consonancia con el multiculturalismo adoptado en un periodo de ideología predominantemente neoliberal. Los gobiernos de los 2000 en adelante, que dieron el llamado giro a la izquierda, profundizaron estas incorporaciones en las fiestas patrias de sectores racializados y subalternizados, incluidos los movimientos feministas y, globalmente, adoptaron perspectiva de género. 

Con estos cambios políticos y después de más de dos siglos de la consumación de las independencias, ¿qué relevancia tiene seguir celebrando estas fiestas patrias? Para la investigación que hice en CALAS comparé las inclusiones y exclusiones en las fiestas patrias de Argentina, Brasil y México de los últimos años, prestando especial atención a los bicentenarios,  porque son fiestas patrias a las cuales los Estados le dedican más atención y recursos. La relevancia es notable, sobre todo en torno a la oleada del 2010, pero también a la oleada actual del 2020 por la gran participación de públicos diversos y los recursos que invierten los gobiernos en celebrar estas efemérides. Tienen un valor simbólico y político muy fuerte, porque representan identidades nacionales “oficiales”. Esto también lleva a muchas impugnaciones por grupos sociales que no se sienten incluidos, por lo que realizan contrafestejos, o bien, tratan de hacer visibles su participación en la nación y sus reclamos de justicia social a través de otro tipo de conmemoraciones y otras fechas propias de su agenda.

¿Cómo es este proceso de integración y de homogeneización de la identidad en los tres países dentro de tu investigación? Es interesante hacer un ejercicio comparativo de quiénes son los incluidos y excluidos en cada época, en cada país. Si hablamos de la época de los centenarios ya hay una gran diferencia. En México, el régimen oligárquico de Porfirio Díaz estalla con la revolución mexicana en 1910. Meses antes, con la celebración del centenario de la insurgencia del Grito de Dolores, se celebró el mestizaje y se conmemoró a Cuauhtémoc como símbolo de la identidad mestiza mexicana, mientras que a la par se excluían y se reprimían todas las voces de los pueblos indígenas, a los cuales se les privaba de participación política real en ese momento y se les arrebataba cada vez más las tierras de comunidad. 

En el caso del centenario argentino de la Revolución de Mayo en 1910, los pueblos indígenas fueron muchísimo más invisibilizados que en México, porque predominaba fuertemente la idea de Argentina como país blanco. En el centenario de la declaración de la independencia celebrado en Tucumán en 1916, empieza a haber cada vez más referencias al nativismo, donde aparecen los orígenes indígenas y, sobre todo, los gauchos, una figura mestiza asociada a la identidad argentina. A pesar de esto, seguía predominando -y hasta hoy predomina- fuertemente el discurso de la Argentina como país blanco, hijo de la inmigración europea.

En Brasil, durante la República Vieja, al igual que los demás países, se buscó mostrar un país en la senda del progreso. En el centenario de 1922 fue evidente el discurso de blanqueamiento. Un ejemplo muy elocuente es cómo fue la construcción de los pabellones de la Exposición Internacional del Centenario en Río de Janeiro. Para ello erradicaron a la población pobre del Morro do Castelo; expulsaron a los habitantes, destruyeron sus casas y aplanaron el morro para que sirviera de explanada de los pabellones. Esa erradicación da una idea de la voluntad del gobierno de mostrar, ante los ojos internacionales, un país donde no hay pobres, no hay “negros”. En general, los centenarios mostraban estas operaciones a partir de las capitales “modernas” convertidas en vitrinas que servían de metonimia de la nación.

¿Por qué coinciden la mayoría de las independencias en estas fechas en América Latina? Hay dos oleadas. La primera es en torno al año 1810 y la razón es que algunos países, a lo largo de la historia, fueron tomando durante el siglo XIX decisiones políticas que, por diferentes motivos, se han concentrado en lo que se llamaron “primeros gritos de libertad” o revoluciones como inicio del camino (con una lectura teleológica), que luego concluirían en la independencia. Porque estas fechas eran momentos donde no se buscaba la independencia, sino un gobierno autónomo que desconocía a las autoridades metropolitanas, pero en general, se mantenía la fidelidad al cautivo Fernando VII, “el Deseado”. Esas fechas conmemoran las experiencias autonomistas, las cuales, en la mayoría de los casos, fueron sofocadas y reprimidas. Otros países han escogido conmemorar la conclusión de este proceso de independencia. En México, además del “inicio” en 1910, se celebra la “Consumación” de Independencia cuando entra el ejército trigarante a la Ciudad de México con Iturbide en 1921. El bicentenario de esta última fue en 2021, bajo el gobierno de AMLO, ocasión en la que se hizo un gran espectáculo conmemorativo (aunque diluído en otras conmemoraciones ese mismo año, de arraigo más indigenista). 

¿Qué otros casos existen así en la región? En el caso de Bolivia, por ejemplo, tenemos el primer grito de libertad en el año de 1809 con la rebelión de Chuquisaca -actualmente llamada Sucre- que no prosperó. En agosto se conmemoró el bicentenario de la Declaración de Independencia, que fue justo después de la última gran batalla: la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, cuando termina el ciclo de revoluciones y contrarrevoluciones independentistas en esta parte del continente. En sus inicios todos estos movimientos eran autonomistas y al calor de la radicalización de los acontecimientos se convirtieron en independentistas. Poco después, en 1825, Sucre creó el estado independiente de Bolivia, en honor a Bolívar. Así que actualmente se tienen dos fechas: el primer grito de autonomía de 1809, y también la fecha de la declaración de su independencia y constitución de Estado Independiente en agosto de 1825. México y Argentina también tienen dos fechas ligadas a este proceso. Brasil ha priorizado el 7 de septiembre como Día da Patria, vinculada a la figura del emperador Pedro I. Podría seguir con los casos, pero sería demasiado extenso.

Con respecto a los centenarios, ¿cómo han sido estas celebraciones? Aunque en medio de las dos oleadas de los centenarios tuvo lugar la Primera Guerra Mundial, una experiencia global que también afectó a las sociedades latinoamericanas, en general se mantuvo cierta confianza en el progreso. Hay una idea de representar y conmemorar con los centenarios los orígenes de la nación a partir de una evocación mitificada de los pasados coloniales y decimonónicos, especialmente el “momento” de la revolución, y a la vez representar también el futuro, mediante exposiciones internacionales o nacionales de los progresos en ciencia, educación, higiene, transporte, etc. Esta práctica venía desde mediados del siglo XIX. Con esto, las naciones latinoamericanas también querían mostrar una imagen civilizada según los cánones de la época. Y en esos cánones civilizatorios imperaban discursos racistas. Una nación civilizada era sinónimo de una nación blanca y homogénea. La población afrodescendiente y los pueblos originarios eventualmente eran “incluidos” para demostrar que representaban el atraso, lo cual significaba que debía borrarse o extinguirse. Los indios debían integrarse, asimilarse. Los negros y negras debían blanquearse. Entonces estos sectores aparecen en los festejos pero de determinada manera subalternizada. El caso del México revolucionario de Obregón que conmemoró el centenario de 1921 amplificó, sin embargo, la narrativa oficial del mestizaje y potenció la presencia popular en un extendido clima indigenista. 

Pero la tónica es la de la inclusión subordinada de esos sectores. Algo similar ocurre con los lugares asignados a las mujeres en la representación de la historia patria durante los centenarios. Estaban incluídas, pero de manera subordinada en las evocaciones y actos oficiales. De todas maneras, para terminar, hay que tener en cuenta que esto que señalo es a grandes rasgos, pues en cada festejo hubo distintos canales de representación y participación de estos grupos en los programas conmemorativos. Por ejemplo, en el centenario de 1910 en Buenos Aires se incluyó la organización de congresos de mujeres, donde coexistieron discursos conservadores de mujeres militantes católicas con otros progresistas. Las fiestas patrias de ayer y hoy no solo son reveladoras de un orden sociocultural sino también campos de disputa política por el sentido de la nación.

A modo de cierre, me gustaría invitarte a hacer una reflexión general o algunos puntos para considerar a la hora de pensar en las fiestas patrias en América Latina. Es interesante ver cómo cada país vive todavía con mucho entusiasmo su identidad nacional y cómo estas fechas patrias tienen elementos que comparten un origen común, que es la experiencia de las independencias. Las formas de celebrarlas y los mensajes que se transmiten en torno a estas fechas, son parte del uso político que los gobernantes de turno pero también estas fiestas refieren o están condicionadas más por una fiesta patria anterior que por el acontecimiento conmemorado. 

 

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