Influyen emociones en hábitos alimenticios

«No sólo son las negativas son las que inciden en qué comamos, también las positivas, indicó especialista del CUSur

Actualmente se ha demostrado que las personas recurren a la comida para hacer frente a las emociones que se experimentan, tanto positivas como negativas. Es decir, las razones por las que comemos van más allá del hambre física, se recurre a la comida para sentirse mejor, para recompensarse o celebrar, pero también como un mecanismo para calmar emociones incómodas como el estrés, la ira, el miedo, más que para aplacar el hambre, explicó Erin Yaqueline Tovar, del Centro Universitario del Sur (CUSur).

“A veces las emociones se vinculan con los hábitos alimenticios tanto que buscamos la comida en automático para reconfortarnos sin darnos cuenta, eso hace que ya no sepamos cuando realmente el cuerpo tiene hambre, está lleno y esto propicia que podamos comer más de lo que necesitamos, lo que puede afectar el peso, la salud y la calidad de vida. Eso nos ayuda a sentirnos reconfortados en algún momento, pero al final la comida no puede resolver la necesidad emocional que está detrás”.

Utilizamos la comida más por razones emocionales que por razones fisiológicas, es muy raro que alguien sienta mucha hambre antes de comer y cada persona tiene su historia con la comida, por lo tanto cada alimento va abordar diferentes emociones en cada uno, añadió.

En la mayoría de nuestras historias es posible encontrar que en algún momento la comida fue utilizada como una manera de regular las emociones. Por ejemplo, un niño que tiene que ir al doctor o hacer algo que no le gusta, lo primero que le dice su papá para calmarlo es que al terminar lo llevará por un helado o a comer a su lugar favorito. De adultos seguimos repitiendo esta misma conducta y nos andamos consolando con la comida chatarra”.

Indicó que no sólo son las emociones negativas las que influyen en qué comamos, también las positivas, especialmente en países como México, donde es muy cultural celebrar con comida y en cualquier fiesta o reunión lo primero que se consigue es la comida y la bebida.

“Esto hará el momento más agradable, entonces ya tenemos muy aprendido que la comida está muy conectada con la parte emocional, ya sea como una forma de aliviar las emociones negativas o potenciar las positivas, lo cual es normal, pero el problema viene cuando a la persona ya se le dificulta regular las emociones y la única estrategia es esta alimentación”.

La especialista señaló que la mayoría de las personas no tienen tanta conciencia de esta relación de las emociones y la alimentación emocional, que se caracteriza por varias conductas, una es que la necesidad de alimentarse viene de repente, a diferencia de la fisiológica donde es paulatina, se suelen anhelar alimentos calóricos, a diferencia de cuando el hambre es fisiológica, que puede acercarse cualquier alimento, se come de manera rápida, la persona no se percata de cuánto ha comido o si está satisfecho y a menudo también este tipo de alimentación produce que la persona se sienta arrepentida, tenga sentimientos de culpa o vergüenza.

“Es importante tener un diagnóstico de la relación de la persona con la comida. Si es causada por angustia es necesario acudir con un experto.

Hambre real vs hambre emocional

En el Laboratorio de análisis conductual del CUSur se realiza un análisis experimental de la conducta humana entre la población universitaria«Hemos trabajado con varios alumnos a quienes se les presentaron fotografías de los alimentos y se registro cómo reaccionaban emocionalmente. Los hemos llevado a restaurantes para observar cómo el contexto les afecta sus emociones en el consumo de alimentos. Solo realmente observando cómo se presenta este comer podemos iniciar con la intervención y con la prevención, ya que en la población universitaria es donde se presenta mucho esta alimentación emocional porque hay mucho estrés”.

Entre las recomendaciones para analizar nuestra relación entre la comida y las emociones destacó algunas técnicas como son trabajar con una escala de hambre que puede ayudar a diferenciar entre el hambre real y el hambre emocional.

Otra herramienta es contar con un diario de alimento y de estado de ánimo que sirve para dar un seguimiento de qué se come, cuándo se come, cómo se siente cuando se come, que servirá para buscar patrones que puedan mostrar la conexión entre nuestro estado de ánimo y los antojos que estamos teniendo.

“Algo que sirve mucho es comer con atención, muchas veces estamos comiendo y haciendo varias cosas a la vez, viendo la televisión, platicando y eso hace que no nos demos cuenta de qué estamos comiendo, no disfrutamos la comida y que lo hagamos muy en automático. Se recomienda que se apaguen todas las pantallas y nos concentremos en la comida, que nos concentremos usando los cinco sentidos, enfoquémonos en cómo sabe, cómo huele, qué colores tiene, los sonidos que hace el tenedor, eso también nos va ayudar a disfrutar cada bocado y poder relacionarnos con la comida de manera distinta”.

Comer lento es otra de las recomendaciones, dejar el tenedor entre bocados para tomarse el tiempo, saborear la comida y tratar de hacerle frente a las emociones incómodas.

“Si se están experimentando emociones fuertes es importante que intentemos estrategias de afrontamiento más para las emociones que enfocadas en la comida, si ya detectamos que cuando estamos estresados nos da hambre, la emoción es el estrés y podemos hacer una meditación o si estamos molestos escribir, si estamos tristes llamar a un amigo, pero buscar la solución, trabajar con la emoción antes que refugiarse en la alimentación”.

El Laboratorio de análisis conductual, del Centro Universitario de Sur, ofrece diversos servicios a la comunidad universitaria y público en general, en la avenida Enrique Arreola Silva No 83, colonia Centro, en Ciudad Guzmán.

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