El hombre que escribía a los caballos

Cormac McCarthy

IN MEMORIAM

Ha muerto el escritor norteamericano Cormac McCarthy. Ahora cabalga con los jinetes. Los caballos. Hacia la frontera, en la carretera. Deja atrás la escritura. La soledad. El ostracismo. El mito del escritor que no concede entrevistas. El escritor que sólo escribe.

Nos deja su lenguaje. Las ideas directas. Los fragmentos. Las piezas de un rompecabezas escrito que se rompe. Y que duele.

Porque sus temas son duros. La línea fronteriza, la soledad de las grandes extensiones, la sobrevivencia. La lucha de los hombres que es siempre la lucha de un hombre. Solo.

Leer a McCarthy no es sencillo. Uno tropieza. Toma un camino. Otro. Regresa. Busca llenar los huecos. Al cabo nos deja una sensación particular. Escribir y leer es como picar piedra. Es un camino. Cuesta arriba y en solitario.

Sus historias son como las pequeñas cosas. Un hombre que arriesga su vida por un puñado de dólares: No es país para viejos (2005). Un padre que se esfuerza por mantener a su hijo a salvo en un contexto adverso: La carretera (2006). Un asesor de criminales que busca dar el gran golpe: El consejero (2013). Hombres que luchan contra sus propias historias y miedos en una geografía y una sociedad adversas: la Trilogía de la frontera (1992-1998).

Los libros que escribe McCarthy son Masculinos. Con mayúsculas. Testosterona y vísceras. Motivos simples, arquetípicos, de muchos modos heteronormativos. No parecería haber disensión. Tampoco vías alternas, rupturas. Pero siempre hay sueños. Un más allá que trasciende. A los personajes, a las historias. A nosotros que lo leemos.

Así que la lectura de este escritor estadounidense, quien falleció hace pocos días con 89 años, en este mes de junio de 2023, es algo tenso. Sin contemplaciones. Es pedernal, chispa, incendios. Sus palabras son como golpes. Martillo. Granizada. Torrente interrumpido por pedruscos.

Las narraciones de McCarthy son relatos del fin del mundo. Del hoy roto. Del mañana tan temido. De la realidad que se escapa como agua. Entre los dedos. Como pólvora. Relatos de las violencias. De un mundo pasado que siempre fue mejor, pero ya no existe. De un presente avasallador.

Un mundo que se puede escribir. Dosificar en palabras. Las de McCarthy, las de la América profunda, las palabras de los hombres blancos y las fronteras. Que podemos leer y disfrutar. Quizá de hombres y ratones, también, como Steinbeck.

BIBLIOGRAFÍA

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