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Eduardo Luquín (Sayula, Jalisco, 6 de febrero de 1894—Ciudad de México, 23 de enero de 1971) es un escritor casi en el olvido, incluso en su tierra natal. Su obra literaria es inconseguible.

Fue hijo del abogado Eduardo Luquín Estrada y de la señora María Jesús Romo Michel. Sin conocerse la fecha, la familia Luquín se trasladó de Sayula a Zacoalco a principios del siglo XX. Dos datos informan de esta su nueva ubicación. El 18 de octubre de 1901 nace Tomás, otro hijo del matrimonio y es registrado en Zacoalco. El segundo, en un programa de mano para los festejos del Centenario de la Independencia, el joven Eduardo participó en ese pueblo con una declamación.

Su libro  Espigas (1948) es una sucinta crónica, y sabrosa, de su vida en los pueblos de Sayula y Zacoalco. Ahí recuerda el interés de la población sayulense por la construcción de las vías del tren y su continuidad hasta Ciudad Guzmán.

“Pero Sayula era mucho más importante que Zacoalco, pues no sólo constituía un centro de aprovisionamiento, sino la etapa final del viaje por ferrocarril y la inicial del recorrido a lomo de caballo para llegar a San Gabriel, o a Autlán”.

Un dato al margen. El ferrocarril llegó a Zacoalco el 15 de abril de 1901 y siguió su construcción hasta Sayula. A esta población llegó el día 10 de junio del mismo año.

Otra retentiva —y se escribe en punto y aparte—, citada en este libro, nos lleva a Rulfo: “En contraste con la población de Zacoalco, compuesta casi íntegramente de indígenas, la de la Barranca aparecía como una colmena, no tanto por su laboriosidad de sus habitantes como por su color. Sus moradores, casi todos rubios y corpulentos, parecían una colonia de hombres nórdicos”.

Años después, Juan Rulfo publicó en la revista América (diciembre de 1950), el cuento “El llano en llamas” que posteriormente fue el título del afamado libro publicado en 1953. Ahí se relata: «Por ese tiempo casi todos éramos “abajeños”, desde Pedro Zamora para abajo; después se nos juntó gente de otras partes: los indios güeros de Zacoalco, zanconzotes y con caras como de requesón».

Antonio Alatorre, amigo de Rulfo, sostiene en su ensayo La persona de Juan Rulfo lo siguiente: «En 1945, años antes de que aparecieran en El llano en llamas «los indios güeros de Zacoalco, zanconzotes y con caras como de requesón», tuvimos Rulfo y yo un pequeño différend a causa de ese extraño grupo étnico: la gente decía que los indios de Zacoalco eran racialmente indios y sin embargo completamente rubios. Yo lo puse en duda, y Juan se irritó por mi escepticismo».

Es indudable que Rulfo conocía el poblado de Zacoalco. La estación Zacoalco del ferrocarril era y es, paso obligatorio. Otro. En el libro Noticias sobre Juan Rulfo, se anexa una foto de la parroquia de Zacoalco tomada por el mismo autor y firmada con sus apellidos: “Pérez Vizcayno” (pág. 146). El pie de foto registra: “Década de 1930”.

En Zacoalco, los güeros habitan principalmente las tres Barrancas: Barranca de Los Laureles, Barranca de Santa Clara o de Enmedio y Barranca de los Otates; todos sus habitantes con apellidos españoles. Hasta la fecha, no se han encontrado registros documentales de esos “indios güeros” en Zacoalco.

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Luquín continuó sus estudios en el Liceo de Varones de Guadalajara. Existe una boleta de calificaciones, con fecha 24 de junio de 1912, en donde se le examina en la materia de Lógica. Sobresale la firma de su profesor, el poeta y periodista Jorge Delorme y Campos.

Eduardo Luquín Romo trabajó en el cuerpo diplomático de México. Estuvo en Europa y en países de América. Colaboró en periódicos y revistas, entre ellas: El Nacional, Revista Mexicana de Cultura, El Universal, El Porvenir, Excélsior, El Universal Ilustrado, Letras de México, La Falange, Filosofía y Letras y Contemporáneos, entre otras.

A la generación de Contemporáneos, entre los escritores que incorporan los críticos está, entre ellos, Eduardo Luquín. José Gorostiza, uno de los miembros, le dedicó su poema “Nocturno”: “Esta noche sin luces y esta lluvia constante/ son para las historias de aquellos peregrinos…”

Pocas reseñas se conocen a los libros de Luquín. Una de ellas, escrita por Gorostiza para el libro Diagrama, sostiene: “Tu tipo es el otro, opuesto, del escritor medular, todo sentidos, cuya fuerza reside en una sensualidad que yo desearía asociar aquí, momentáneamente, por la zona de la conciencia en que se produce…” (El Universal Ilustrado. 11 de diciembre de 1930).

La bibliografía de Luquín se extiende a más de treinta títulos, entre novela, relatos y crónicas de viaje. Su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua fue reeditado por el Instituto Cabañas en febrero de 1987 y no se tienen noticias de alguna otra reimpresión de sus trabajos. En este folleto, se anexa la tradicional contestación (a manera de bienvenida) del académico José María González de Mendoza, quien sostiene: “Valioso como documento humano, Espigas (1948) no es lo menos como obra literaria. (…) Con el aderezo de otras circunstancias, muchos lectores encontrarán ahí rasgos que les recuerden los de su propia vida; y cerrarán el libro enriquecidos por el mejor conocimiento del Hombre”.

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