Días de 1921

De los poetas Salvador Escudero, Manuel Martínez Valadez, Enrique Fernández Ledesma y Rafael López, queda hoy, en el mejor de los casos, un vago recuerdo. Para traerlos a la memoria, regresamos a la Guadalajara de hace un siglo y al Centro Bohemio, catalizador de estas diversas personalidades

1859
Casa Zuno era el lugar de reunión del Centro Bohemio en Guadalajara. Foto: Adriana González

En el capítulo final de su notable investigación sobre Ramón López Velarde, Un acueducto infinitesimal, Ernesto Lumbreras apunta que Rafael López pasó unos días en Guadalajara en 1921, “posiblemente en marzo”, a invitación de “un grupo de escritores jaliscienses” allegados al flamante gobernador de Jalisco, Basilio Vadillo. Un acueducto infinitesimal apareció en 2019. Dos años después, ya en 2021, Lumbreras añadió en un artículo un par de datos que delimitan con mayor claridad el episodio: por un lado, el motivo del viaje a Guadalajara fue la toma de posesión de Vadillo como gobernador del estado, hecho que tuvo lugar el 1º de marzo de 1921; por otro lado, Vadillo había sido alumno de López en la Escuela Nacional de Maestros, experiencia que los vinculaba de manera directa, más allá de las relaciones que López tuviera con los escritores que lo recibirían en Guadalajara.

Desafortunadamente, aquel viaje de marzo no parece haber sido registrado por López en sus crónicas, como sí lo fue otro viaje a Guadalajara y Chapala que hizo poco tiempo después, en mayo del mismo año. Los artículos que conozco a propósito de la toma de posesión de Vadillo, como el que apareció en El Informador el 2 de marzo de 1921, no llegan a mencionar a López, aunque sí a otros llamativos invitados al acto protocolario y al posterior lunch-champagne, como el poeta Manuel Martínez Valadez, el pintor y político José Guadalupe Zuno y nada menos que Octavio Paz, hijo del novelista Ireneo Paz y padre del niño de casi siete años (también de nombre Octavio) que con el tiempo se convertiría en uno de los poetas más importantes del México moderno. La crónica de López con tema jalisciense, titulada “Chapala”, se publicó en El Universal el 19 de mayo de 1921; en ella se narra un paseo que tuvo lugar “el último domingo” (habrá sido, por deducción, el 15 de mayo) y nada cuenta, por desgracia, de aquel apetitoso lunch-champagne de marzo, que acaso fue pantagruélico.

El guanajuatense López no tenía parentesco alguno con el zacatecano López Velarde, pese al apellido en común, pero sí era buen amigo suyo. López vivía desde 1901 en la capital del país, donde López Velarde tuvo residencia fija desde 1914 hasta su muerte, que ocurrió en junio de aquel mismo año de 1921. En el viaje de López a Jalisco, los anfitriones fueron, como se deduce de la información de la época y de algunas fuentes posteriores, el poeta Martínez Valadez y el orador y polemista Zuno, quienes no sólo conocían a López Velarde sino que lo consideraban parte de su grupo, el Centro Bohemio de Guadalajara: en su Anecdotario del Centro Bohemio, libro de 1964, Zuno consigna, entre los nombres de “quienes aquí llegaban, traídos por el vendaval revolucionario, de todos los rumbos y en todas las banderías políticas y militares”, el de López Velarde.

Rafael López fue, durante los últimos años de la dictadura de Porfirio Díaz y los tiempos difíciles de la Revolución, un poeta y cronista leído y respetado, colaborador de la Revista Moderna de México y amigo de los intelectuales del Ateneo de la Juventud. Por lo visto, regresó a Guadalajara cuando menos una vez más, ya que asistió a la toma de posesión de otro gobernador de Jalisco: el mismo Zuno, que rindió protesta en 1923. Quien años más tarde recordó la visita de López a Guadalajara en 1923 no fue sino Pedro de Alba, fraterno amigo (sobra decirlo) de Ramón López Velarde.

Importa decir que la toma de posesión de Basilio Vadillo en 1921 involucra de lleno a otro poeta: Salvador Escudero, autor de Agros (1912) y No escuche quien no sabe de estas cosas (1929). En la campaña electoral que desembocó en el triunfo de Vadillo, Escudero fue su adversario político. Y no sólo eso: tras las elecciones, Escudero impugnó el resultado y encabezó un gobierno paralelo (instalado, por cierto, en Chapala, sitio al que se refiere uno de los poemas que Rafael López escribiría con tema jalisciense) hasta que Álvaro Obregón ordenó el cese de las disputas y legitimó la victoria de Vadillo.

Hasta donde yo sé, quien más intensa y provechosamente ha investigado en la vida y la obra de Salvador Escudero es Alfredo Castro, quien ha logrado recabar poemas, documentos y testimonios con admirable perseverancia. Escudero fue asiduo del Centro Bohemio y amigo de Zuno, a quien dedicó el poema “¡Señor, no me la robes!”, fechado en 1920, pero la política fue llevándolos muy rápido en direcciones opuestas, hasta la ruptura electoral de 1921. Antes, en 1916, Escudero había ganado el primer lugar en los Juegos Florales que organizó la Dirección de Bellas Artes del gobierno carrancista, como me ha hecho saber Lumbreras.

Escudero y López Velarde, como puede inferirse por las dedicatorias de algunos poemas del primero, tenían amigos en común, como Enrique Fernández Ledesma y Juan de Dios Bojórquez. La figura de Fernández Ledesma no se ha desvanecido del todo, pese al siglo transcurrido: últimamente incluso ha reaparecido, aunque no de la mejor manera, ya que uno de sus poemas le fue atribuido a López Velarde con bombo y platillo en pleno centenario fúnebre del jerezano. En cuanto a Bojórquez, la posteridad no lo ha tratado mejor que a Fernández Ledesma, si bien fue él quien, con el nombre literario de Djed Bórquez, prologó en 1932 El son del corazón, poemario póstumo de López Velarde, y es por ese prefacio por lo que suele recordársele.

De todos aquellos poetas, excepto de López Velarde, hoy queda un vago recuerdo en el mejor de los casos. La maravilla de la presencia es inseparable de la maravilla de la desaparición. Decir sus nombres equivale a rescatarlos por un momento: Salvador Escudero, Manuel Martínez Valadez, Enrique Fernández Ledesma, Rafael López.

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