lunes, diciembre 8, 2025
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“Como agua para chocolate”: un libro que se cuece a fuego lento

La reedición de aniversario de la novela vuelve a encender emociones en sus lectores y lectoras: con ellos y ellas, la autora platicó en la FIL de esta historia que permanece en el imaginario como una receta que se transmite de generación en generación

Dicen que cada persona nace con una pequeña caja de cerillos en el pecho, y que solo se encienden cuando algo, un olor, una palabra o un alimento toca justo donde arde el deseo. La presentación de la edición aniversario de Como agua para chocolate fue, para muchos lectores, ese momento de chispazo, una reunión alrededor del fuego de una novela que ha sabido encender almas durante generaciones.

El 6 de diciembre, en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, Laura Esquivel se sentó frente al público acompañada por el escritor y gestor cultural David Escamilla y por el narrador y ensayista Alberto Ruy Sánchez. Los tres compartieron mesa para presentar esta nueva edición, pero también para volver a mirar, desde distintos ángulos, la historia de Tita, de la cocina y de ese amor que hierve despacio.

David fue el primero en ponerle palabras a lo que muchos sienten desde hace años: “Este libro no solo ha sido leído, ha sido vivido” dijo. Con esa frase abrió una puerta a todas las personas que han encontrado en la novela una herencia emocional. Agradeció a Laura por recordarle al público que “el amor puede cocinarse a fuego lento” y que la emoción auténtica tiene la fuerza de un incendio. Reconoció la manera en que la historia se ha mezclado con la vida cotidiana de sus lectoras y lectores.

En su intervención, Alberto Ruy Sánchez se detuvo en eso que muchos llaman “magia” en la novela. Dijo que “la magia que hay en el libro de Laura tuvo eco aquí, allá y en todos lados” y que “las situaciones que se viven como magia las viven realmente los personajes”. Habló de una forma muy mexicana de mirar el mundo, en la que la cocina, el cuerpo y las emociones se mezclan sin pedir permiso. 

Por eso “la magia es el puente por el que Laura explica lo más significativo de la cultura mexicana”.

Laura Esquivel habló de su libro como se habla de una persona muy cercana. Contó que Como agua para chocolate y ella llevan treinta y seis años caminando juntas y que, en todo este tiempo, la novela se ha convertido en su mejor maestra, sobre todo por lo que le ha permitido vivir con las personas.

Cuando una lectora le preguntó qué había sido primero, si las recetas o la historia, contó que todo nació mucho antes de pensar en el recetario, sino en la gran pasión que tiene su familia por la fotografía. 

Ahí descubrió el rostro de una mujer bellísima a la que llamaban Tita, y al preguntar por su vida le dijeron que la habían venido a pedir tres veces, que tres veces la negaron y que se quedó cuidando a la bisabuela; eso la impactó tanto que empezó a preguntarse qué hace que una persona cumpla la voluntad de otra. 

Como educadora, explicó, siempre ha estado pendiente de esas estructuras de obediencia, y por eso decidió ponerse ella misma el nombre de Tita y escribir la historia cómo le habría gustado que la viviera esa mujer de la foto, transformando a la protagonista y que la tradición terminara con ella. Las recetas, dijo, llegaron después, eligió sus platillos favoritos y los usó como puerta de entrada a esa historia.

Fuera del escenario, las lectoras confirman que Como agua para chocolate ha ido pasando de mano en mano, casi como una receta heredada. Blanca Fraustro, originaria de León, contó que leyó el libro gracias a su mamá, quien le transmitió tanto el gusto por la lectura como el cariño por esta novela. Dijo que la recomendaría “al 100 por ciento”, porque le parece un libro muy original y con “una manera única de mostrar cómo se transmiten los sentimientos cuando cocinas”.

Esthela Olivares también lo lleva más allá de su propia mesa. Explicó: “Me gusta mucho el libro, lo recomendaría, incluso lo mandé a Buenos Aires con un amigo, porque es un excelente libro para demostrar la cocina mexicana”. Añadió que, junto con esta lectura, siente la cocina “como algo alquímico”, un espacio donde los ingredientes se mezclan con la emoción y nada vuelve a ser igual.

La experiencia de lectura de Ilse León, originaria de Nayarit, va por el mismo camino sensorial: “Me gusta mucho la narración de la autora, porque hace a uno como lector sentirse dentro de la cocina; a veces hasta podía oler lo que cocinaba. Además, la narración es muy poética y podía percibir lo que Tita sentía”.

Hoy, tantos años después de su publicación, la historia de Tita sigue llegando a lectoras y lectores que encienden el libro como si fuera un cerillo nuevo. La cocina, las recetas y la emoción vuelven a sentirse como la primera vez. Quizá ahí esté la clave de su vigencia: en que no solo se lee, se siente

 

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